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La victoria del líder conservador José Antonio Kast en la segunda vuelta de las presidenciales en Chile del domingo vuelve a reconfigurar el panorama político de América del Sur e inclina aún más la balanza hacia la derecha, en una región que pareciera moverse en bloque.
Cuando el líder del Partido Republicano se siente en el sillón presidencial, Chile pasará a ser el sexto país del subcontinente –después de Argentina, Bolivia, Perú, Paraguay y Ecuador– en poner al mando a un líder a la derecha del espectro.
Sin embargo, este péndulo ideológico podría ser más una consecuencia que una causa de las victorias electorales que desplazaron a gobiernos de izquierda de larga data en toda la región, a medida que la población expresa su rechazo hacia el establishment, según los expertos que dialogaron con La Nación.
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La crisis de los oficialismos
“Buena parte de estos resultados positivos para la derecha se deben a un electorado cansado, antioficialismo, con demandas muy específicas que los gobiernos de izquierda no pudieron resolver. Son ciclos de frustración más que ideológicos”, dijo a La Nación el director de la carrera de Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella, Juan Negri.
De los seis países que cuentan con mandatarios de derecha, cinco han llegado desplazando gobiernos pertenecientes al otro extremo del espectro ideológico.
El caso más reciente es el de Bolivia, donde el senador de centroderecha Rodrigo Paz destronó al partido del líder indígena Evo Morales y el expresidente Luis Arce, el Movimiento al Socialismo (MAS), después de 20 años casi ininterrumpidos de gobierno.
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En Ecuador, el vaivén político vino más temprano, cuando en 2017 Lenín Moreno se distanció del proyecto de izquierda de su padrino político Rafael Correa y adoptó medidas de corte liberal.
En ese contexto, el triunfo electoral de Daniel Noboa en 2023 sólo profundizó el camino emprendido, ya que el empresario de 35 años mantuvo la línea liberal en materia económica y reforzó el discurso de “mano dura”.
Por otro lado está el caso de Perú, cuyo conservador presidente interino José Jerí vino a reemplazar a la izquierdista Dina Boluarte, destituida en base a su supuesta “incapacidad moral permanente”. El año que viene, no obstante, el país se dirigirá a las urnas para iniciar un nuevo ciclo presidencial, por lo que el destino político de Perú todavía no está definido.
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Y, por supuesto, Argentina, que optó en 2022 por castigar la gestión del exmandatario Alberto Fernández e investir al presidente libertario Javier Milei.
Paraguay es la única excepción de la tendencia, ya que el mandato actual del presidente Santiago Peña no implica una ruptura con un legado de izquierda. Por el contrario, su conservador Partido Colorado ha gobernado la mejor parte de las últimas siete décadas.
Al mismo tiempo, si bien parece haber una dirección clara en los cambios de humor político de la región, y “las etiquetas estilo giro a la derecha permiten capturar muy claramente momentos, si uno presta un poco más de atención habría que matizarlas. La izquierda acaba de ganar en Uruguay, está muy fuerte en México, y Brasil y Colombia todavía son gobernados por la izquierda”, dijo Negri.
Por ende, la comparativa con la “Marea Rosa” de principios de los 2000, donde una ola de gobiernos de izquierda arrasó con las elecciones en todas partes de Latinoamérica, todavía podría resultar lejana.
“Yo no veo algo parecido a lo que fue el ciclo definido por las presidencias de [Néstor] Kirchner, Lula [da Silva] o [Hugo] Chávez donde había un hilo conductor regional más bien claro, una coordinación política bastante explícita”, opinó Negri.
“Hoy lo que vemos es muchísima fragmentación, incluso entre los países en los que gana la derecha. No hay una agenda regional común, un proyecto de derecha compartido, ni un país que quiera articular un liderazgo regional”, agregó el experto.
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De hecho, incluso la afiliación de derecha de esta nueva ola regional podría no estar garantizada.
“Kirchner y Lula se sostuvieron con sistema de partidos que funcionaban. La derecha de Milei, [Nayib] Bukele o Kast funciona con partidos nuevos surgidos de liderazgos personalistas. No son comparables. Estos últimos suceden sin lealtad ideológica, con electorados fuera del espectro izquierda derecha”, opinó en diálogo con La Nación Marta Lagos, fundadora y directora del Latinobarómetro, la encuesta anual de opinión pública más prestigiosa del continente.
“Lo que se ve a simple vista es que los electores de varios países de la región votan por opciones fuera del establishment para criticar como funciona la política en su país”, agregó la encuestadora, restando importancia a la orientación política de estos fenómenos.
La revancha cultural
Sin embargo, aunque no haya un proyecto bien articulado ni una lógica programática, el fenómeno pendular latinoamericano parece estar inscripto en un contexto más amplio.
“Este giro hacia la derecha tiene algunas causas locales, pero también tiene causas globales. De hecho, decir que solo ocurre en Latinoamérica sería quedarnos cortos. Creo que hay síntomas de este proceso de derechización, de reacción cultural, en todas partes del mundo”, dijo el experto en teoría política y profesor en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile Cristóbal Bellolio, en diálogo con La Nación.
Este coletazo, explicó el académico, “se percibe como una especie de revancha frente al progresismo, que durante mucho tiempo corrió la frontera de lo posible e hizo que el mundo de derecha, el mundo más conservador, el mundo más liberal incluso, no se sintiera con la confianza de decir lo que pensaba”.
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Al mismo tiempo, la tendencia hacia la derecha también tiene que ver con la irrupción de nuevas prioridades en la agenda política de América del Sur, advierten los expertos.
“La cuestión de la seguridad creo que es uno de los temas en agenda que está contribuyendo al hartazgo con los gobernantes y que probablemente afecta más a la izquierda”, opinó a La Nación Luis Schenoni, politólogo y profesor en la University College London.
El crecimiento del narcotráfico con la expansión de cárteles cómo el venezolano Tren de Aragua que aprovechó la migración de exiliados Venezolanos para expandir sus operaciones, y organizaciones que operan bajo la protección del Primer Comando Capital de Brasil, por ejemplo, se ha sumado en los últimos años a los problemas de inseguridad ya existentes en la región.
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En Perú se ha experimentado un drástico aumento en las tasas de criminalidad, con los homicidios aumentando un 137% entre 2018 y 2024, y la extorsión disparando un 370% entre 2021 y 2023, según cifras de su propio Ministerio del Interior.
En Chile, según el informe más reciente del Centro de Estudios Públicos (CEP), el 60% de los encuestados considera que la delincuencia y, en particular, los robos son el principal problema del país.
“Cuando alternativas progresistas terminan generando altos niveles de inflación o un deterioro severo de la seguridad, los electorados se inclinan hacia opciones más conservadoras que prometen disciplina fiscal y mano dura”, dijo a La Nación Gabriel Negretto, Catedrático del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid.
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Y, aunque no todos son exclusivos de ese país, “en el caso chileno habría que agregar el factor estallido social, la pandemia y el fenómeno de la inmigración, que hicieron que la agenda se concentrara en el orden público y la economía. Y en el mundo, los que hablan de crecimiento económico y de mano dura, de controlar la delincuencia, el crimen y la inmigración ilegal, generalmente son los sectores más cercanos a la derecha”, consideró Bellolio.
El panorama del año que viene
En este contexto, tres elecciones clave programadas para el próximo año pueden terminar de definir la orientación política de la región y, tal vez, aportar mayor claridad sobre lo que está por venir.
"Tenemos un caso, me parece, para ilustrar cada una de las posibles direcciones en las que la región puede ir a futuro. Y el panorama de 2026 de alguna forma ilustra lo incierta que es la ola a la que estamos haciendo referencia”, sintetizó Schenoni.
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Las elecciones generales de Perú previstas para 2026 reconfigurarán el escenario legislativo y nombrarán un reemplazante del presidente interino en un país que ha tenido seis presidentes en casi una década.
En un contexto de fuerte desgaste institucional y descrédito político “cualquier oferta, ya sea de izquierda o de derecha, que prometa orden o algo nuevo, puede crecer muy rápido”, opinó Negri.
“Un caso más claro que es el de Colombia, donde varias figuras conservadoras o de la centroderecha, como el alcalde de Bogotá, tienen una capacidad mucho más grande ahora de disputar las elecciones de 2026 y probablemente [el presidente colombiano Gustavo] Petro termine perdiendo las elecciones”, consideró Schenoni.
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El presidente colombiano llega con una de las tasas de desaprobación más altas de la región y, con casi tres meses para las elecciones, parece difícil imaginar que logre establecer un escenario electoral que lo favorezca.
Del otro lado del espectro está Brasil, que también espera elecciones en 2026, pero podría mantenerse el último bastión de la izquierda democrática en la región.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, supo capitalizar su enfrentamiento con Trump a causa de las tarifas y se ha mantenido fuerte en las encuestas de cara a las elecciones de octubre a pesar de ser una de las caras de la vieja política.
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Si bien el expresidente Jair Bolsonaro –único que parece capaz de disputar la reelección del actual mandatario– ya aseguró su apoyo a la candidatura de su hijo y senador Flávio Bolsonaro, “Lula tiene un caudal de votos asegurados muy alto, por lo que Brasil me parece el menos volátil de los tres escenarios que estamos discutiendo”, opinó Negri.
En todo caso, opinó Negretto, solo si alguna de las alternativas “logra resolver los problemas centrales del electorado, es posible que se produzca un realineamiento más duradero que ponga fin al movimiento pendular”, al menos por un tiempo.
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