Cuando comenzaron los disparos, algunos no querían creer que estaba iniciando una masacre . El cantante de música country Jason Aldean estaba en medio de un solo de guitarra en el escenario del Route 91 Harvest Festival y la multitud, que había agotado las entradas, disfrutaba del rato sin saber la pesadilla que vivirían.

El agresor usó un objeto para reventar las ventanas de su cuarto en el piso 32 del hotel Mandalay Bay Resort and Casino y comenzó a disparar. Las luces de las ráfagas se podían percibir en la oscuridad.

“No son disparos reales”, gritó un hombre mientras espectadores en pánico lo esquivaban y se agachaban para cubrirse. “¡Son fuegos artificiales, fuegos artificiales! Chicos, paren, paren”. Eran las 22:08 hora local del domingo y el inicio de casi dos horas de terror antes de que la policía confirmara que el tirador había caído.

La multitud, ubicada en un espacio al aire libre, tenía pocos lugares para cubrirse y ningún camino para escapar fácilmente. Algunas víctimas cayeron al suelo, mientras que otras huyeron en pánico.

Tras la primera ráfaga de disparos Aldean abandonó el escenario y los asistentes estaban confundidos. La segunda parte del tiroteo siguió tras medio minuto.

Monique Dekerf narró a CNN: “Miramos a los lados para ver qué estaba pasando y fue que escuchamos el pop, pop, pop. Piensas que estás bien por un momento, porque no había más fuego y de repente comienza de nuevo”.

“Fue lo más loco que he visto en toda mi vida”, comentó Kodiak Yazzie. “Podías escuchar que el ruido venía del lado oeste de donde nosotros estábamos, del Mandalay Bay. Podías ver una luz, otra luz, más luces”, dijo.

Se podían ver rostros de confusión y shock; la gente lloraba y gritaba. Algunos de los heridos fueron alcanzados por las balas, otros pisoteados por la multitud. Los aterradores momentos fueron compartidos por muchos usuarios de redes sociales.

Robert Hayes, un bombero de Los Ángeles quien estaba en el concierto, dijo que mesas y vallas de metal se convirtieron en camillas improvisadas. Él cree que con las miles de personas en el lugar, Stephen Paddock “no tenía que ser bueno” disparando para producir la masacre.

Conductores improvisaban ambulancias con sus autos. “Tiene un tiro en la cabeza, un tiro en la cabeza”, gritó un hombre.

Lindsay Lee convirtió su vehículo en una ambulancia: “Uno murió en la parte trasera de mi camioneta y mi prometido tuvo que cargarlo dentro del hospital”. “Esto fue una pesadilla, nunca he corrido por mi vida como lo hice esta noche”.

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