Nación

Tejocote, relegado al fondo del vaso

Pese a su apariencia, es un fruto con valor nutricional, cultural y económico que lleva generaciones alimentando, curando y sosteniendo familias

El tejocote exige un año de esfuerzo y conocimiento heredado para preservarlo. Fotos: de Omar Contreras
28/12/2025 |03:09
Alelhí Salgado
Reportera de la sección NaciónVer perfil

Al romperse la piñata, se buscan dulces, cañas y jícamas, mientras el tejocote (Crataegus mexicana) rueda por el suelo, intacto, es el último en ser levantado. En el ocurre algo similar, pues basta un mordisco para que su consistencia y sabor sutil lo condenen a quedarse en el fondo del vaso, donde termina olvidado “por no tener chiste”, dicen agricultores.





En su defensa y por su reivindicación en la mesa de los mexicanos, productores de esta fruta endémica del centro de México explican que detrás de “la manzanita pecosa” hay una siembra que exige un año de esfuerzo, conocimiento heredado por generaciones para preservar el uso medicinal de esta fruta y un sabor complejo que aporta perfume y dulzura sutil a infusiones y mermeladas.

“La condena del no tiene que ver con él, sino con la forma en la que el consumidor lo mira. No entra por los ojos porque es pequeño, irregular, rústico y eso hace que piensen que no es de calidad. Estamos acostumbrados a frutas grandes, brillantes, perfectas como las manzanas, y el tejocote no es así, pero detrás de esa apariencia hay mucho trabajo y un producto con valor”, dice Hermes Reyes, productor de tejocote en la región del Iztaccíhuatl, en Puebla.

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Desde enero se eliminan ramas débiles y se deja sólo la estructura más fuerte. Fotos: de Omar Contreras

Para llegar al ponche, piñatas o mermeladas, desde enero se eliminan ramas débiles y se deja sólo la estructura más fuerte, una práctica que, además de reducir riesgos en el corte, permite que el árbol concentre mejor sus nutrientes, explica el agricultor de 27 años a EL UNIVERSAL.

Con la llegada de la floración, entre febrero y marzo inicia una de las etapas más delicadas, pues en este momento aparece la mosca de la fruta —principal plaga del tejocote— que deposita sus huevecillos en las flores y puede arruinar la producción si no se controla.

El joven, que es la tercera generación de una familia que ha cultivado tejocote por 80 años, detalla que a lo largo del año los productores aplican tratamientos fitosanitarios y fertilización constante, con nutrientes como nitrógeno, fósforo y calcio para fortalecer el árbol y proteger la calidad del fruto.

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La cosecha empieza entre septiembre y octubre, cuyo resultado, es decir, la calidad de la fruta y la cantidad que se venda, depende del trabajo previo. Fotos: de Omar Contreras

Finalmente, la cosecha empieza entre septiembre y octubre, cuyo resultado, es decir, la calidad de la fruta y la cantidad que se venda, depende del trabajo previo de todo el ciclo agrícola, hecho por el que es muy importante cuidar cada detalle para que “las manzanitas” tengan buen tamaño, sabor, olor y calidad.

“Si no se cuida desde la floración, ya no hay manera de recomponerlo después. El tejocote no es una fruta que se arregle al final, todo se define desde meses antes, incluso desde enero. La poda, el control de la plaga y la nutrición del árbol son lo que determinan si la fruta va a salir grande, sana y con buena calidad o si se va a perder. La calidad del tejocote se construye en un año”, asegura Hermes.

Al salir del tejocotal, las frutas pequeñas o dañadas suelen venderse a bajo precio y destinarse a la industria para la obtención de pectina, mientras que el fruto de mejor calidad es el que llega al mercado para terminar en el ponche, la piñata o en mermeladas y jarabes.

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Aunque se vende desde octubre, diciembre es la cúspide de la comercialización para los productores, quienes, además de verse beneficiados económicamente, se enorgullecen del trabajo duro de 12 meses de cuidado de una fruta tan frágil.

De acuerdo con datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 2024 la producción nacional de tejocote alcanzó 5 mil 758 toneladas, con un valor de 19 millones 102 mil pesos en el mercado, mismos que significaron un incremento de 6.8% respecto a 2023.

Puebla concentró 97.6% de esa producción, con 5 mil 621 toneladas cosechadas, seguido a gran distancia por Chiapas, Jalisco, Ciudad de México y Estado de México.

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“Mi abuelo lo vendía por cajas. Luego mi papá empezó a meter técnicas para responder a lo que pide el mercado, y ahora yo sigo con esta tradición porque, más allá del ponche, el tejocote tiene valor cultural, es endémico y debemos consumir lo nacional, y es medicinal, tiene vitaminas, es bueno para la tos, para el sistema inmune o para el estómago porque tiene pectina”, destaca Hermes.

La Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) precisa que el tejocote es rico en vitamina C, por lo que su consumo en invierno contribuye a fortalecer el sistema inmunológico. También contiene antioxidantes asociados con la prevención de enfermedades cardiovasculares y diabetes, así como calcio, que ayuda al fortalecimiento de huesos y dientes.

Indica que tiene un perfil sensorial más complejo de lo que su apariencia sugiere, con notas frutales, matices florales y un ligero toque almendrado, características que explican por qué, pese a ser relegado en el fondo del vaso, sigue siendo un ingrediente clave del ponche y un fruto con valor alimentario, cultural y económico.

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Consumido crudo cuando está bien maduro o preparado en infusiones, jaleas, mermeladas, ates y almíbares, el tejocote fue utilizado históricamente para aliviar padecimientos respiratorios, digestivos y cardíacos, esto derivado del conocimiento prehispánico.

Además de su uso alimentario, el tejocote conserva un valor ornamental y ceremonial que sigue vigente en distintas regiones del país.

Hermes Reyes explica que en estados como Oaxaca el fruto es utilizado durante la celebración de Día de Muertos como elemento decorativo en ofrendas, donde se ensarta en collares junto con flores de cempasúchil, sin que importe tanto el tamaño o la apariencia del fruto.

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“Yo creo que el tejocote es bonito, y no necesita verse perfecto o brilloso como una manzana para tener valor. Lleva generaciones alimentando, curando y sosteniendo familias mexicanas. Tal vez no entra por los ojos, pero es parte importante en la historia, en la tradición y en la vida del campo en México”, concluye Hermes Reyes.

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