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Christina Chavarria ya había preparado casi 200 tamales, pero regresó al mercado Amapola, en el sur de California, el martes temprano más masa.
La masa de maíz de ahí era la mejor, así que no le molestaba que la fila rodeara el estacionamiento.
“Siempre está sazonada a la perfección, lista para usar”, afirmó Chavarria.
Durante la temporada navideña, decenas de miles de personas se dirigen a una de las tres ubicaciones del mercado en el área metropolitana de Los Ángeles en busca de la masa recién hecha, que es un ingrediente básico para los tamales. Muchas familias latinoamericanas se reunirán para hacerlos como si fuera una línea de montaje, extendiendo la masa sobre hojas de maíz secas y rellenándola con ingredientes dulces y salados.
Chavarria está emocionada de hacerlos este año con su madre y su hija de 26 años, quien “está en esa edad en la que no siempre quiere hacer cosas conmigo”. Su madre traerá chiles asados de El Paso, Texas, dando a sus tamales un toque de la herencia familiar de Chihuahua, México.
El mercado Amapola lo llama la “peregrinación anual de la masa”.
“Queremos que tengan una buena Navidad”, dijo el director general Rolando Pozos. “Se convierte más en una responsabilidad que en un trabajo”.
Algunos de los clientes del mercado viajan desde lugares tan lejanos como Bakersfield, California, o Las Vegas. Muchos llegan antes del amanecer para hacer fila. Un grupo condujo desde Hesperia, a unos 95 kilómetros (60 millas) de distancia, y acampó durante la noche para estar en la ubicación de Downey temprano el martes.

Pozos no toma a la ligera la responsabilidad de 64 años del supermercado. La masa es tan crucial para las fiestas que, en 2016, cuando el supermercado vendió masa en mal estado que enfermó a algunas personas, los clientes leales declararon que la Navidad estaba arruinada. La empresa prometió hacer mejor las cosas.
Con su cabello canoso peinado hacia atrás, Pozos es bien conocido por los clientes habituales de la tienda, repartiendo apretones de manos y saludos personales en español. Pozos es un personaje habitual en las cadenas de televisión locales para mostrar el arte de hacer tamales. Tomó el mando de la empresa hace cinco años y dice que está orgulloso de mantener los precios estables por tercer año consecutivo, ya que las familias sienten la presión de la inflación.
Los precios son importantes para las familias que generalmente hacen cientos de tamales a la vez y necesitan mucha masa, dijo Melissa Perkins, quien estaba esperando en la fila con su padre. Su familia ha usado la masa del mercado Amapola durante casi 30 años, desde antes de que ella naciera. La línea de producción ahora incluye una veintena de hermanos, sobrinos, tías y tíos.
“Esta es la masa favorita de mi mamá”, comentó Perkins.
La tienda vende masas preparadas para tamales salados como de cerdo y enchilada, hasta versiones más dulces con sabor a piña y fresa. También hay otros usos, como para tortillas y champurrado, una bebida caliente mexicana.
En la temporada alta, los empleados comienzan a producir bolsas de masa a las 3 de la mañana todos los días, y salen por la puerta tan rápido como se producen.
En la parte trasera, el maíz cocido se entrega para ser molido en enormes cubas en combinación con sal, manteca y otros ingredientes en mezcladoras industriales. Los tazones se elevan 2 metros y medio (8 pies) en el aire y se vierten en un embudo gigante que llena bolsas que luego son doblemente embolsadas por un trabajador. Detrás de ellos, cientos de tortillas recién hechas salen en una cinta transportadora.

Después de llegar a las 4:15 de la mañana en pijama, Giselle Salazar esperó con su hermana y prima, abrigadas en mantas mientras se ponían al día. Algunas familias enviaron a niños somnolientos a mantener su lugar en la fila mientras buscaban estacionamiento a cuadras de distancia, trayendo sillas y bocadillos cuando regresaron.
Las tres mujeres estuvieron esperando nuevamente dos horas después en una fila separada por más masa de piña.
“Al principio sólo eran nuestras mamás juntas”, dijo Salazar. “Básicamente nos pasaron la antorcha. Somos la nueva generación de tías”.
Ya habían llenado una pequeña carretilla y un carrito de compras con casi 45 kilos (100 libras) de masa. La prima Alexa Campos examinó cada bolsa cuidadosamente, intercambiando una que parecía aguada en el fondo. La consistencia es clave para que los tamales se cocinen adecuadamente, dijo.
“Después de Navidad, terminamos con los tamales por el resto del año”, expresó Campos. “Porque hacemos muchos y los comemos durante una semana seguida”.
A medida que salía el Sol, la fila afuera del mercado Amapola avanzaba, pero más personas llegaban igual de rápido.
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Mark Monroy estaba transmitiendo la tradición a su hija de 9 años, Avery, llevándola en la travesía de la masa por primera vez. Condujeron una hora y media desde Riverside.
Criado en el área metropolitana de Los Ángeles, Monroy tiene recuerdos de ir a Amapola cuando era niño, por lo que su familia regresa cada año a pesar de haberse mudado.
“Puedes tener un poco de regalos o tal vez ni siquiera ningún regalo en ciertos años, pero siempre tendrás un tamal para desenvolver”, dijo Monroy.
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