El que se fuera la luz hasta cuatro días seguidos en su “pueblito” de Campeche fue crucial para que Guillermo Chin Canché volteara a ver las estrellas y siguiera su camino a la ciencia, hasta lograr ser un mexicano reclutado por la NASA para participar con predicciones en la misión Dragonfly que explora Titán, la luna de Saturno.
En entrevista con EL UNIVERSAL, El Chico de las Estrellas cuenta cómo con estudio, dedicación, trabajo y un correo electrónico enviado a un doctor, alcanzó las metas que se propuso, relacionado con la investigación. También aclara que él no viajará al espacio ni es astronauta, más bien es como “el chico del clima” de Titán.
Cuando cursaba la preparatoria, Guillermo decidió dejar su natal Bethania porque no había escuelas, y con la idea de tener nuevos desafíos buscó estudiar la carrera de Ingeniería Mecatrónica en la Universidad Autónoma de Campeche.

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Chin comparte que se le conoce como El Chico de las Estrellas por el protagonista del libro de Chris Pueyo del mismo nombre: “Decía que no era el chico ni más guapo ni más inteligente, pero era el que más quería ser feliz en la vida, entonces como que yo me identifiqué muchísimo con él, y desde la preparatoria siempre me han conocido como El Chico de las Estrellas”.
Como estudiante de prepa, Guillermo Chin participó en muchas olimpiadas del conocimiento, lo que ayudó a su formación, hasta lograr también un doctorado en Oceanografía Física.
“A raíz de eso me empezó a gustar mucho la ciencia. Lamentablemente en mi estado no existe, entonces yo estudié Ingeniería Mecatrónica como buscando lo más parecido posible. De ahí, nunca se me va a olvidar que un profesor me decía: ‘Bueno, es que tú no necesitas cierta carrera en específico para hacer ciencia, tú puedes hacer ciencia desde donde tú estés’. Entonces, yo tomé eso muy personal y me dediqué a hacer proyectos que a mí me gustaron”, dice.
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Con miras de seguir en los proyectos relacionados con el espacio, Chin Canché cuenta que contactó a un doctor que no conocía porque quería invitarlo a ser parte de su comité de tesis de doctorado. Aunque nada sabía del científico, se atrevió a mandarle un correo electrónico en el que le contó que estaba en búsqueda de proyectos para trabajar. La respuesta llegó con una felicitación, seguida de una videollamada.
En palabras simples, Guillermo menciona la “sorpresa” que recibió del director de Meteorología de este proyecto de la NASA: “Quiero que te unas como miembro oficial del proyecto, vas a estar apoyando a la Misión Dragonfly”.
Ahora como parte de Dragonfly de la NASA, aclara que no va a ir al espacio: “No soy astronauta, tampoco lo pretendo ser. Yo trabajo en las predicciones, lo que hago es manejar un modelo”.
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“Tengo un modelo físico numérico, y este modelo yo lo que hago es básicamente predecir lo que va a suceder ahí. O sea, algo así como si fuera el chico del clima pero de Titán”, describe.
Expone que su trabajo también consiste en dar campos de velocidad, de turbulencia, flujos de calor y “cosas que pueden afectar a la misión espacial” para que los técnicos puedan prever qué es lo con lo que se va a enfrentar Dragonfly.
Con viajes de trabajo a países como Estados Unidos, Alemania o Polonia, Guillermo es agradecido por lo que construyó en México, al que apuesta sea una nación de ciencia.
“Siempre he dicho que las personas que nos dedicamos a la ciencia tenemos un deber moral hacia la sociedad, inculcar a la nueva generación de jóvenes que se van a unir al camino de la ciencia y despertar esta vocación”, expresa.
Al ser cuestionado si cree que en México hacen falta científicos, responde por un lado que sí, porque siempre es importante tener a más personas que se dedican a esto, “que volteen a ver temas de tendencia, ciencia básica, ciencia frontera”.
“Pero también es cierto que en México tenemos muchos científicos. Sí son científicos altamente capacitados, pero es un poco difícil acceder al mercado porque México no es un país que esté tan dispuesto a trabajar con gente de ciencia”.
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