A pie, pálido y triste, el venezolano Rafael Da Silva Gil habló solo, en voz alta, mientras avanzó de Colombia a Venezuela por el puente internacional Simón Bolívar, uno de los pasos limítrofes entre ambas naciones en la zona de San José de Cúcuta, en el nororiental departamento colombiano de Norte de Santander.

“Siento un nudito en el pecho”, se dijo este hombre de 35 años que caminaba por esta atiborrada localidad en ruta a recoger unas maletas que dejó guardadas en el poblado vecino de San Antonio, del occidental departamento venezolano de Táchira, para regresarse de inmediato a Colombia.

Parecía un zombie en esta comunidad de La Parada. Nada le sacó de su ensimismamiento, ni el hecho de que Venezuela acudirá hoy a una cita en las urnas para elegir a 23 gobernadores en la agudizada puja chavistas-antichavistas sobre el futuro venezolano.

Allí, en el puente, a menos de 200 metros de la línea divisoria, accedió a conversar con EL UNIVERSAL.

¿Qué le pasa?, se le preguntó.

“Uno siente un nudito en el pecho cuando mira a todos los venezolanos que ingresan a Colombia dejando atrás su tierra, su familia, sus amistades, su entorno social y toda una vida. ¡Estamos dejando atrás toda una vida de sudor y de esfuerzo!”, respondió.

En las valijas en San Antonio “va lo poquito que pude meter de los 35 años de mi vida”, narró este empresario de transporte pesado, casado con la venezolana Yenny Peralta Barboza, de 28, con quien procreó a Catherine, de cinco, y uno de centenares de miles de personas nacidas en Venezuela que a diario entran y salen de su país desde y hacia Colombia, en un intenso flujo por el puente en un masivo fenómeno empujado por la aguda crisis política, socioeconómica e institucional que sacude a su país de origen.

Por tierra, Da Silva, su esposa y su hija migraron a Colombia desde el norcentral estado venezolano de Aragua, donde vivían. Ambas quedaron en San José de Cúcuta, ciudad aledaña a este puesto fronterizo, a la espera de que él fuera por el equipaje a San Antonio.

“Los tres nos iremos a Bogotá con mucha zozobra. Espero que mi país se recupere y poder volver algún día”, contó.

Un caso entre miles. La familia Da Silva Peralta es sólo un pequeño ejemplo de la masiva migración venezolana a Colombia. Por la incesante crisis en Venezuela, el panorama fronterizo es acuciante con desesperados venezolanos que, ante la incontrolable escasez de medicinas, alimentos y artículos de consumo básico, la violencia y la represión política y la aguda inseguridad, migran a Colombia, temporal o definitivamente.

“A veces se desborda el número de venezolanos que llega”, admitió a este periódico el colombiano William Villamizar Laguado, gobernador del Norte de Santander. “No es fácil atenderlos, pero estamos haciendo la tarea” en educación, salud, transporte y hospedaje, afirmó.

Migración Colombia señaló a este diario que el promedio de ingresos diarios por los siete puestos en unos 2 mil 200 kilómetros de frontera oscila entre 33 mil y 35 mil y unos 2 mil se quedan en territorio colombiano. Como ejemplo, aseguró que del 9 al 11 de octubre pasados, a Colombia entraron 103 mil 338 pero 95 mil 661 retornaron a Venezuela, por lo que se quedaron 7 mil 677 en tres días.

La mayoría ingresa con una Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TVM), que les permite permanecer siete días en sitios limítrofes, y unos 2 mil diarios con pasaporte, que les autoriza a estar hasta un máximo de 180 días en suelo colombiano, precisó. De los que entran con pasaporte, cerca de 70% sigue a Ecuador, Perú, Chile, Panamá y México, subrayó.

Una “radiografía” de Migración sobre el caso de Venezuela con datos al 16 de agosto de este año mostró que en este país permanecían unos 153 mil venezolanos a quienes se les venció su permiso temporal de permanencia, con 50 mil más próximos a vencérseles y a quedar como irregulares. A esa fecha, agregó, 51 mil 177 regularizaron su estadía.

Por la vecindad geográfica, hay numerosos venezolanos cuyo padre o madre o esposo o esposa nacieron en Colombia y, con doble nacionalidad, su movilidad migratoria se agiliza.

Venezolanos dejan todo por futuro incierto
Venezolanos dejan todo por futuro incierto

***Foto: En la frontera entre Venezuela y Colombia el ingreso diario de venezolanos es de unos 35 mil. (JOSÉ MELÉNDEZ)

“Aquí en la frontera, los venezolanos vienen al ‘rebusque’, cargan maletas, hacen trabajo informal”, describió el colombiano Mauricio Jiménez, jefe migratorio de La Parada. “La crisis se agravará y habrá más venezolanos aguantando hambre y saliendo a Colombia. Aquí les respetamos sus derechos humanos, se permite que entren y permanezcan en el país, pero el flujo aumenta”, previó, en entrevista con EL UNIVERSAL.

“La crisis puede durar uno o dos años o… cinco años”, pronosticó, por su parte, el colombiano César Rojas Ayala, alcalde de San José de Cúcuta.

La situación se agravó en agosto de 2015, con el cierre de la frontera por una crisis diplomática, humanitaria y económica entre los dos gobiernos luego de que Caracas denunció la incursión a Venezuela de paramilitares de Colombia y expulsó a unos 22 mil colombianos.

“La frontera está restringida al paso vehicular y comercial, pero antes era libre, con pocos protocolos arancelarios para sacar mercancía de Colombia a Venezuela o al contrario. Se movían muchísimos recursos en ambas vías. Todo cayó a 0% o a 1%”, relató a EL UNIVERSAL.

El doble. Con estadísticas estatales, un informe de septiembre anterior de la Universidad del Rosario, centro privado de educación superior de Bogotá, reveló que la migración venezolana se duplicó en los últimos dos años, que ocho de cada 10 tienen educación secundaria, que uno de cada cinco es menor de 11 años y que al menos 350 mil se instalaron en Colombia desde 2011.

Los venezolanos entran a Colombia a laborar por una o dos semanas —“al rebusque” o “en lo que sea”— a sabiendas de que tendrán ingresos superiores a los que obtienen en su país.

El salario mínimo mensual en Venezuela era de 136 mil 544 bolívares con 18 céntimos —unos cinco dólares en mercado negro— al primero de septiembre pasado, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (CENDAS-FVM).

El precio de la canasta básica familiar hasta agosto de 2017 era de 2 millones 938 mil 277 bolívares con 19 céntimos, lo que significó un aumento de 895 mil 185 bolívares con 80 céntimos que equivalió a 9.2 salarios mínimos sobre julio de 2017, aseguró el centro. En agosto anterior se necesitaron 97 mil 942 bolívares con 57 céntimos al día o un salario mínimo diario para cubrir el costo de la canasta, calculó.

Así, la opción colombiana es atractiva para los venezolanos. Por cada 10 mil pesos colombianos —cerca de tres dólares y 50 céntimos— que ganen en sólo un día en un trabajo informal en Colombia, en las múltiples casas colombianas de cambio les pagan unos 45 mil bolívares.

Con este escenario, los venezolanos pueden ganarse unos 225 mil bolívares en cinco días de trabajo informal en Colombia, pero también apertrecharse de artículos de consumo básico que escasean en Venezuela. Por eso, muchos venezolanos pasan a suelo colombiano a vender productos variados por los que reciben más de lo que ganan en Venezuela, cuya crisis recrudece en 2014 con la caída del precio internacional del crudo como fuente de 96% de sus divisas.

Un informe que el Fondo Monetario Internacional difundió el 10 de octubre pasado pronosticó que la inflación en Venezuela, de 254.4% en 2016, será de 652.7% en 2017 y de 2 mil 349.3% en 2018.

“El sueldo aumenta, pero la inflación crece al triple”, lamentó la venezolana Milady Rivas, de 31 años, soltera, de Caracas y profesora de historia y geografía. En un rincón de la frontera, ya del lado colombiano y a la espera un autobús para viajar a Bogotá, Rivas declaró a este diario que “la comida se consigue, pero está muy cara. La inseguridad es horrible. Me voy de mi país por bastante tiempo. Es triste y por eso preferí casi ni despedirme de mi familia. No llevo pasaje de regreso”.

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