Las relaciones de vecinos siempre son especiales, con esa interdependencia escrita y no escrita, esa proximidad inquebrantable, ese intercambio permanente. Vecinos como Estados Unidos y México no pueden evitar esa situación, a la vez unidos y separados por más de dos mil kilómetros. Cada cambio puede afectar al otro y viceversa, no solo en tangibles sino también en percepciones, ideas y creencias.

Ambos países han vivido en los últimos años giros bruscos en sus liderazgos. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca fue totalmente inesperada; el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México quiere cambiar la cara al país.

La visión (y opinión) de México desde Estados Unidos está más condicionada por Trump que por AMLO; si hay un factor clave para determinar los matices de percepción de los estadounidenses hacia los mexicanos solo hay que mirar hacia Washington.

''El cambio vino con la presidencia de Trump”, explica a EL UNIVERSAL la doctora Pamela Starr, directora de la red US-Mexico de la Universidad de California del Sur (USC). El presidente de EU puso la relación con México en el centro de su plataforma política, con su infame discurso de presentación insultando a los mexicanos de ser criminales.

Sus acciones han continuado vilipendiando a México, tanto por su idea de construir un muro en la frontera, la urgencia de revisar el tratado de libre comercio o las exigencias de actuar contra los migrantes. Las palabras de Trump modifican el pensamiento de la opinión pública; si bien en su conjunto los estadounidenses tiene una visión “más positiva que hace algunos años”, señala Starr, su opinión se ha vuelto “más polarizada o partidista” por culpa de Trump.

“Sorprendentemente, las pocas encuestas que sondean la opinión de los norteamericanos hacia México encuentran que hay mejor apreciación de México desde que fue electo Donald Trump como presidente de los Estados Unidos”, dice Andrew Selee, presidente del Migration Policy Institute, columnista de EL UNIVERSAL y autor del libro “Vanishing Frontiers” sobre las profundas relaciones entre ambos países.

Una encuesta del Chicago Council on Global Affairs publicada en marzo de este año valoraba en un 58 sobre 100 la visión “cálida” de los estadounidenses sobre México, cifra que ha ido aumentando en los últimos años. Reviraba al alza después del fin de la negociación del T-MEC y la retórica benévola y amigable de Trump hacia AMLO: medio año antes, Gallup presentaba un sondeo con las peores cifras de sensación de alianza y amistad entre EU y México, en el 72%, marcada por las crítica de Trump en comercio e inmigración, el porcentaje más bajo en los últimos 20 años.

Estos factores se explican por varios puntos. El primero, la radicalización de las posturas en función del espectro ideológico, división aupada por la Casa Blanca. “Trump ha usado a México y a los migrantes como símbolos de problemas que él quiere enfrentar, sus seguidores también ven a México y a los migrantes como problemas, mientras los que se oponen a él, o le tienen menos simpatía, responden con mayor aprecio para los objetos de sus ataques”, explica Selee.

“Los demócratas tienen una visión mayoritariamente positiva de México gracias en parte a que su archienemigo, Trump, está aporreando a México. La mayoría de republicanos tiene una visión negativa de México. Los independientes tienen una visión positiva de México”, añade por su parte Starr.

Selee destaca también la existencia de una “brecha generacional”, donde los jóvenes tienen una opinión “mucho más positiva”. “No es de sorprenderse que los jóvenes quienes hayan crecido con NAFTA, con películas mexicanas, comida y cultura mexicana como parte de la sociedad norteamericana, sean los más abiertos al país vecino”, relata.
Los mismos jóvenes que tiemblan cuando suben los precios o escasean los aguacates, que toman salsa y totopos como si fueran kétchup y papas fritas, y que han adoptado el Cinco de Mayo como una fiesta propia, bajo la creencia que es la gran fiesta de la patria mexicana.

El cambio de gobierno en México y la influencia de López Obrador en la creación de una nueva imagen para con México es muy limitada. Su poca visibilidad internacional no ayuda a que se conozca el nuevo gobierno, sus nuevas ideas y sus nuevas políticas.

“No creo que la mayoría de norteamericanos tengan mucho conocimiento del AMLO, ni del cambio de gobierno en México, así que la política en México influye mucho menos (o casi nada) en la opinión pública en los Estados Unidos”, resume Selee.

Para este analista, sólo los que siguen de cerca la realidad mexicana han podido variar sus impresiones. “La reacción es mixta”, explica a este diario, detallando varios grupos y sus sensaciones: “preocupación” entre inversionistas, “apoyo” entre los migrantes mexicanos y “una apreciación generalmente positiva, pero cambiante”, entre la clase política de EU.

La nueva relación entre presidentes y entre ambos países, en una etapa de conciliación impulsada por México, puede favorecer el aumento de la visión positiva de los mexicanos, aunque sea por ausencia de vituperios del presidente estadounidense.

Al menos hasta que se entre de pleno en campaña electoral. Jesús Velasco, del Baker Institute Center for the United States and Mexico, está convencido que Trump “va a pegar” a México porque es “uno de los temas que más vende en la campaña electoral del presidente de  Estados Unidos es el hecho de la migración, y México es un objeto muy fácil de pegarle”.

Ahí se podrá ver de nuevo cómo la retórica del presidente modifica la percepción de EU sobre el vecino del sur, y también calcular hasta donde aguanta el “cuatismo” del gobierno mexicano, en palabras de Velasco.

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