Beirut.— Después de la confusión y el miedo, llegó la indignación. En medio de la destrucción, los libaneses que viven en la capital tienen un reclamo común: que los responsables paguen.

Los investigadores inciaron la remoción de escombros en el puerto, un día después de que dos explosiones en un almacén con 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio dejara al menos 135 fallecidos —entre ellos un estadounidense, un australiano y dos filipinos—, más de 5 mil heridos y cientos de desaparecidos.

La pesquisa busca determinar por qué se almacenaron 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio, que si bien no es flamable por sí mismo, sí acelera la combustión en caso de incendio. Fue la explosión más destructiva en un país con una larga historia de devastación, una Guerra Civil de 1975 a 1990, conflictos con Israel y ataques terroristas periódicos.

Las conjeturas sobre la negligencia como causa del accidente se reforzaron tras la publicación en línea de una carta oficial del titular de la aduana quien advirtió durante años que la enorme acumulación de nitrato de amonio en un hangar en el puerto era peligrosa y pedía a las autoridades judiciales una resolución para retirar el material. No se pudo confirmar de inmediato la carta del jefe de la aduana a un juez, fechada en 2017. El procurador Ghassan Oueidat ordenó a las agencias de seguridad investigar la correspondencia relacionada con material almacenado en el puerto y hacer listas de personas a cargo del mantenimiento, almacenamiento y protección del hangar.

El autor de la carta afirma que se enviaron misivas similares en 2014, 2015 y 2016 y propone que se exporte el material o se venda a una empresa libanesa de explosivos. El nitrato habría sido confiscado a una embarcación rusa.

El presidente Michael Aoun prometió ayer, en una reunión de gabinete, una investigación transparente y castigar a los responsables. “No hay palabras para describir la catástrofe que asoló a Beirut anoche [martes]”, dijo.

Después de la reunión, el gabinete ordenó el arresto domiciliario de un número no especificado de funcionarios del puerto y declaró el estado de emergencia durante dos semanas con plenos poderes para las fuerzas armadas.

Pero la indignación se acrecenta. “Todo lo que pido a este sistema es que al menos haga pagar al responsable de todo esto”, reclamó Nabin Emboz, mientras limpiaba lo que queda de su pequeña librería. Su negocio, como tantos otros, fue fulminado por la onda expansiva de la deflagración.

De acuerdo con el gobernador de Beirut, Marwan Abboud, 300 mil personas se quedaron sin ho- gar. La cifra representa la población del centro de la capital, de 2 millones de habitantes.

La reconstrucción, estimó, costará entre 3 mil y 5 mil millones de dólares, puesto que los daños se extienden a media ciudad. En los alrededores del puerto, patrullas militares bloqueaban el acceso a los atracaderos. Nadie, incluidos los periodistas, podían acercarse al punto de origen del desastre. “Todavía no sabemos la razón de la segunda explosión y no queremos ninguna información errónea en los medios”, dijo a la agencia EFE un militar que no se identificó.

La explosión dejó un cráter de más de 123 metros, a decir por imágenes satelitales difundidas por la compañía privada estadounidense de satélites de observación Planet Labs.

Rescatistas buscaban sobrevivientes entre los escombros.

Solidaridad

La población se volcó ayer a las calles, a ver en qué podía ayudar. Algunos llevaban alimentos a los refugios que se habilitaron en escuelas públicas y hoteles para quienes perdieron sus hogares. El gobierno prometió compensar a las víctimas, sin dar cifras.

Otros libaneses se pusieron a limpiar las calles. “Si no limpiamos nosotros, ¿quién lo va a hacer? Se lo decimos a los políticos: no importa lo que hagan, nos mantendremos y limpiaremos nuestra hermosa ciudad y la reconstruiremos desde cero”, dijo Dida, una mujer de 40 años, mientras quitaba escombros y vidrios de la vía pública.

“Después de la explosión no nuclear más fuerte de la historia, ahora se llama Beiroutshima. Vidas perdidas, edificios colapsados y vidrio destrozado en un radio de cientos de kilómetros. Pero... de nuestras cenizas volveremos a levantarnos”, afirmó en Facebook Catherine Chalfoun, residente de la capital.

A manera de homenaje, las luces de la Torre Eiffel, en París, se apagaron a la medianoche —entre los heridos hay franceses—; en Egipto, las pirámides de Giza se iluminaron con los colores de la bandera libanesa.

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