Washington.— El establishment del Partido Demócrata decidió definitivamente que quiere que el proceso de primarias sea un referéndum: o su candidato, el exvicepresidente Joe Biden, o la “revolución” progresista del senador Bernie Sanders.

En dos días, justo en vísperas del previsiblemente clave Supermartes, el panorama de la elección del candidato presidencial ha dado un giro brutal, con abandonos sorpresa de candidatos y la demostración explícita de que la única intención de la maquinaria del partido es frenar de la forma que sea el avance hasta ahora imparable del senador proclamado “socialista”.

Biden, con la experiencia de varias décadas de política activa, supo jugar perfectamente los tiempos de las primarias y, tras apostarlo todo a una contundente victoria en Carolina del Sur el pasado sábado, consiguió de la noche a la mañana ser el único candidato posible para el centrismo y la moderación.

Su victoria fue el golpe sobre la mesa para que el resto de candidatos moderados vieran cómo sus opciones de victoria ante la enorme figura del exvicepresidente eran mínimas y, ante la posibilidad de que seguir en la carrera favoreciera a Sanders, decidieron abandonar de forma prematura la carrera. Lo hizo el domingo el joven exalcalde Pete Buttigieg y ayer lunes, también por sorpresa, fue el turno de la senadora Amy Klobuchar.

Ambos decidieron que sería más útil unificar el frente anti-Sanders y, de forma fugaz, dar su apoyo al mejor candidato en el centrismo y el tradicionalismo demócrata: Biden. “Estoy buscando un líder, estoy buscando un presidente que va a sacar lo mejor de nosotros”, dijo Buttigieg en el anuncio formal del apoyo al exvicepresidente, quien se deshizo en elogios ante su nuevo aliado: “Me recuerda a mi hijo Beau”, dijo emocionado. “Es el mayor elogio que le puedo dar a nadie” añadió, recordando a su hijo fallecido y razón por la que no participó en las presidenciales de 2016.

Buttigieg viajó a Dallas (Texas), como lo hizo Klobuchar, para dar una imagen de músculo y unidad de los demócratas de toda la vida ante la irrupción de Sanders.

Biden, en las últimas horas, ha acumulado apoyos de gama extra, amasando una cantidad de nombres importantes del partido a un ritmo frenético. Además de Buttigieg y Klobuchar, se le sumaron el excongresista por Texas y exaspirante presidencial Beto O’Rourke, el venerado exlegislador Harry Reid y o Susan Rice, la exasesora de Seguridad Nacional del expresidente Barack Obama.

Además se filtró que Obama llamó a Biden para felicitarlo por su victoria en Carolina del Sur. Las encuestas muestran el apoyo de Biden en ascenso: sus números en California han aumentado siete puntos porcentuales y lo hacen extremadamente competitivo en el resto de 13 estados que votan hoy.

Las primarias demócratas se han convertido de facto en una dicotomía de las almas del partido. Centrismo y continuismo contra progresismo y disrupción. Biden contra Bernie: dos septuagenarios cara a cara para liderar unos demócratas ávidos de recuperar la Casa Blanca, pero en lucha fratricida.

El presidente Donald Trump metió el dedo en la llaga, asegurando en un tuit que “están orquestando un golpe contra Bernie”, refiriéndose de forma implícita a la lucha feroz que ya vivieron los demócratas en 2016, y que se empeñan en repetir cuatro años más tarde.

Michael Bloomberg, el millonario exalcalde de Nueva York, sigue en la batalla, igual que la senadora Elizabeth Warren, quien ha prometido aguantar hasta la convención de julio. Tulsi Gabbard, la congresista por Hawaii, va vía libre.

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