Cuando supo que estaba embarazada, Rana Mineimni empezó a comprar ropa para el bebé, pero tras la explosión del 4 de agosto en , su entusiasmo se transformó en una angustia que no desaparece.

"Pienso todo el tiempo que va a haber otra explosión. Cuando oigo un coche o cualquier otro ruido, tengo mucho miedo", cuenta la mujer de 25 años, que tiene que dar a luz en octubre.

Han pasado dos meses desde la explosión en el puerto, pero el trauma entre las futuras madres sigue intacto.

"Antes de la explosión, preparaba el nacimiento de mi primer hijo con entusiasmo. Pero paré", admite Mineimni, en un centro médico de Bachoura, en el centro de Beirut.

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Esta futura madre ya no compra nada más y se limita a recuperar la ropa usada que le dan sus amigos y familiares. En un Líbano hundido por la crisis económica, lastrado por el desempleo y una inflación récord, esta mujer sólo piensa en "ahorrar".

"Me digo que quizás necesitaremos ese dinero para marcharnos. O que la niña necesitará alguna cosa urgente y no podremos comprarlo", explica.

El día de la explosión consiguió ayudar a una mujer de su familia que había resultado herida y luego, ella misma se desvaneció "por la impresión".

Como ocurre en muchos casos, esta mujer no tiene dinero para ir a una clínica privada para los controles periódicos del embarazo.

Por ello comenzó a acudir a un consultorio del Fondo de Población de la ONU (UNFPA), cuya existencia es crucial ahora porque tres hospitales y varias clínicas de Beirut se vieron prácticamente destruidas por la explosión.

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En una clínica móvil gestionada por la ONG Al Maqassid y por la UNFPA, Heba Khoudary recibe diariamente a mujeres en la misma situación de precariedad. En los días que siguieron a la explosión, esta comadrona registró varios casos graves como "partos prematuros, hemorragias o agotamiento psicológico".

Desde entonces, entre 600 y 700 embarazadas recibieron servicios en tres clínicas móviles de la ONU. En ellas se distribuye material para la higiene femenina, una ayuda preciosa para las mujeres debido al aumento de los precios por la depreciación de la libra libanesa.

"Los productos de higiene femenina, como compresas, ya no son una prioridad para las familias", lamenta Khoudary.

Hoy, la organización quiere consolidar el apoyo médico a las mujeres, explica la responsable de esta agencia de la ONU en Beirut, Asma Kordahi.

La UNFPA quiere "contratar a más comadronas para responder a las necesidades de las mujeres en las zonas devastadas por la explosión", dice

Según ella, de los 300 mil habitantes de Beirut que perdieron su casa en la explosión, "4.600 mujeres embarazadas necesitan servicios especializados para el seguimiento de su embarazo y el parto" y también en el periodo del puerperio, que sigue al nacimiento del bebé.

Gracias a estos servicios, Rima Jassem, refugiada siria que vive en Líbano, dio a luz a mediados de septiembre a una niña, a la que llamó Hala.

La pequeña duerme tranquila en una pequeña hamaca que hace las veces de cuna, en una pequeña habitación en la que viven Rima, su esposo y sus cuatro hijos.

Justo después de la explosión, esta mujer acudió rápidamente a un consultorio porque pensaba que iba a perder a bebé "por el miedo sufrido".

"Desde entonces, no duermo. Aún veo el humo y tengo miedo de que haya otra explosión", dice esta mujer, que huyó de la guerra en Siria para encontrar un poco de paz en Líbano.

ed

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