Bulgaria asumirá este 1 de enero el timón de la Unión Europea y, por primera vez en muchos años, la nueva presidencia semestral arrancará sin que la expresión “crisis” circule por los pasillos de las instituciones comunitarias.

Cinco años después de la introducción del mecanismo europeo de estabilidad financiera, las naciones beneficiarias —Grecia, Portugal, Irlanda, Chipre y España— han dejado atrás la recesión mostrando indicadores de crecimiento.

Por cuarto año consecutivo Dublín fue el socio de la eurozona que más creció, 5% en 2017, recuperando así el título del “Tigre de Europa”, mientras que Portugal, que vio migrar a 485 mil de sus 10 millones de habitantes entre 2011 y 2014, ha experimentado tal metamorfosis que hoy es considerado por los prestamistas internacionales como el “mejor alumno de la clase”.

La migración, otro fenómeno responsable de paralizar la Unión, se ha ido en picada, esencialmente por el pacto con Turquía, que desempeña la función de guardacostas comunitario. De acuerdo con la Organización Internacional de las Migraciones hasta noviembre pasado habían llegado a Europa 150 mil migrantes y refugiados por la ruta del Mediterráneo, menos de la mitad de las llegadas registradas en 2016 durante dicho periodo, 335 mil.

Pero sin duda, la mayor de todas las crisis que aquejaba a la UE era una de confianza. El bloque vive un nuevo momentum tras la llegada al Elíseo del europeísta Emmanuel Macron, quien tiene ambiciosos planes para reformar la eurozona y acelerar la integración del bloque.

Con el viento a su favor, Bulgaria, una nación de 7.2 millones de habitantes y que forma parte del club comunitario desde el 1 de enero de 2007, tratará de consolidar las prioridades que se ha marcado para los próximos seis meses, comenzando por recuperar la atención de Bruselas sobre los Balcanes, una región cuyas aspiraciones a formar parte de la familia comunitaria se encuentran más lejanas que nunca.

El objetivo de Sofía es avanzar significativamente en los procesos de integración con Serbia, Montenegro, Albania, Bosnia-Herzegovina, Kosovo y Macedonia, que tienen lugar por separado. La cumbre de Sofía del 17 de mayo será el foro indicado para alcanzar logros palpables.

Bulgaria, bajo el mando del primer ministro Boyko Borisov, también se ha fijado metas en el ámbito de la seguridad y la estabilidad, la economía digital y el proceso del Brexit, que iniciará las negociaciones para definir el futuro de las relaciones entre la UE y Gran Bretaña en marzo.

Igualmente tiene planes para posicionar a Bulgaria en el tablero energético, aprovechando su posición geoestratégica en los envíos de gas ruso a la Europa rica.

Sin embargo, muchos de estos objetivos podrían verse afectados por problemas domésticos.

La nación más pobre del bloque sufre de altos índices de corrupción. Es la peor clasificada entre los socios de la UE, aparece en el escalafón 75 de la lista sobre corrupción de Transparencia Internacional, compuesta por un total de 176 países.

El país también se ve afectado por una delincuencia organizada que es protagonista en rubros como la falsificación de divisas, la piratería, el robo de vehículos, el tráfico de drogas y la trata de personas. Europol clasifica a los grupos delictivos búlgaros como una de las mayores amenazas para la seguridad de la UE.

Otro factor que podría incomodar en el desarrollo de la presidencia búlgara es la cercanía con Rusia y Turquía.

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