Leópolis.— Pese a la promesa de tregua de Rusia, la esperanza de lograr corredores humanitarios seguros era débil en Ucrania, donde la población civil ve sus ciudades devastadas mientras el liderazgo político asegura que no cederá ante la invasión de las fuerzas rusas.

Los alimentos, el agua y la calefacción escasean cada vez más, y el presidente Volodimir Zelensky acusó a su par ruso, Vladimir Putin, de imponer un “asedio al estilo medieval” para someter a los ucranianos.

La célula del Ministerio de Defensa ruso encargada de las operaciones humanitarias en Ucrania anunció en un comunicado “un alto el fuego a partir de las 10:00 horas de Moscú del 8 de marzo” para la evacuació n de civiles en Kiev, así como en las ciudades de Sumy, Kharkiv, Chernigov y Mariupol.

Moscú ya había anunciado ayer por la mañana varios alto el fuego locales y corredores humanitarios, que Ucrania y la comunidad internacional rechazaron debido a que cuatro de seis se dirigían a Rusia o a Bielorrusia. “No es una opción aceptable”, dijo la viceprimera ministra ucraniana, Iryna Vereschuk.

Zelensky acusó a las fuerzas rusas de hacer fracasar la evacuación. “Hubo un acuerdo sobre los corredores humanitarios. ¿Funcionó? En su lugar hubo tanques rusos, Grads [lanzacohetes] rusos, minas rusas”, denunció en un video publicado en la red social Telegram. La Cruz Roja denunció que en una de las rutas marcadas en Mariupol, el terreno estaba minado.

Zelensky mantuvo el desafío: “No le tengo miedo a nadie. Aquí me quedo. Me quedo en Kiev. Sin esconderme”. Por primera vez desde la invasión del 24 de febrero, se mostró en su oficina de Kiev. Hasta ahora había grabado videos en la calle, o en el búnker donde se resguarda de los bombardeos. Afirmó que se quedará “tanto como sea necesario para ganar esta guerra”.

Rusia, por su parte, acusó a “radicales ucranianos y neonazis” de atacar a los civiles ucranianos e impedir la evacuación. Así lo aseguró en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el embajador Vasili Nebenya.

Mientras las acusaciones de un lado y otro seguían, la situación de los ucranianos se volvía cada vez más desesperada.

Justo en Mariupol, cerca de 200 mil personas (casi la mitad de la población) esperaba escapar de la intensa ofensiva. La urbe padece escasez de agua, alimentos y electricidad, y las redes de telefonía celular no funcionan. Las tiendas han sido saqueadas en un intento desesperado de los residentes por obtener productos esenciales.

En Kharkiv, la segunda ciudad más grande del país, con 1.4 millones de habitantes, se registraron impactos de artillería en edificios residenciales.

La situación es igualmente complicada en suburbios de Kiev como Irpin, Bucha, Hostomel y Vorzel. Sólo Irpin lleva tres días sin servicios de electricidad, agua y calefacción. Los vecinos acusan que soldados rusos incautaron residencias y vehículos.

Tras una tercera jornada de negociaciones ruso-ucranianas, el asesor de la oficina presidencial de Ucrania, Mykhailo Podolyak, habló de “pequeños avances en la mejora de la logística de los corredores humanitarios”, pero para los ucranianos no basta. La cifra de refugiados se ubica ya en más de 1.7 millones.

“Ayuda humanitaria no es rehén”

El sentido de urgencia se hizo presente en la reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (ONU), donde el embajador de México, Juan Ramón de la Fuente, subrayó que “la ayuda humanitaria “no puede ni debe ser rehén de consideraciones políticas o de ataques militares”.

El diplomático hizo un llamado de urgencia a establecer “una pausa sostenida de las hostilidades”. Calificó de “urgente que el Consejo retome su papel como principal órgano encargado de la paz y la seguridad internacionales”.

También dijo que junto a Francia “han iniciado conversaciones con los miembros del Consejo de Seguridad sobre un proyecto de resolución relativo a la situación humanitaria de Ucrania” que permita garantizar el acceso seguro e irrestricto de los trabajadores de ayuda humanitaria a ese país.

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