San José.— México, que nunca reconoció a Jeanine Áñez como presidenta boliviana y jamás se despojó de su lealtad a Evo Morales tras catalogarlo como víctima de un golpe de Estado, deberá reconstruir sus relaciones diplomáticas con Bolivia con el regreso de la izquierda al poder en ese país y tras una cadena de incidentes a finales de 2019 y principios de 2020 en torno a la embajada mexicana en La Paz.

Los vínculos diplomáticos tampoco se suspendieron ni se llegó a la ruptura, pero la reactivación se concertará a partir de que el izquierdista Luis Arce, heredero de Morales, asuma la presidencia de Bolivia, precisaron fuentes de alto rango del gobierno boliviano que hablaron desde La Paz con EL UNIVERSAL en anonimato.

“Mientras tanto, no se hará nada. Todo lo hará el próximo gobierno boliviano”, aclaró una fuente, al negar que los lazos estuvieran “congelados”.

Arce ganó las elecciones del domingo y, según un plan inicial, asumiría su quinquenio entre los últimos días de octubre y antes de mediados de noviembre.

Ante otra consulta de este diario, el embajador de Bolivia en la Organización de Estados Americanos, Jaime Aparicio, explicó que “cualquier tema de acercamiento con México se hará con el nuevo gobierno”.

“Tenemos relaciones diplomáticas (...) no embajadores. México sigue la doctrina de que reconoce Estados y no gobiernos (...) seguimos con relaciones”, dijo, en alusión a que hay embajadas en cada país. “La afinidad ideológica” del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el próximo gobierno de Bolivia “es evidente y eso seguramente llevará, apenas se posesione el nuevo gobierno, a un restablecimiento pleno de relaciones diplomáticas e intercambio de embajadores”.

La tensión surgió porque, al dimitir el 10 de noviembre en la revuelta por los comicios del 20 de octubre de ese año, Morales obtuvo apoyo incondicional de México y desmintió haber cometido fraude en su afán de reelegirse para un cuarto periodo consecutivo desde 2006.

Bolivia acusó que al arribar el 12 de ese mes a la capital mexicana, el exgobernante persistió en su proselitismo y agitación a los bolivianos y violó sus límites como asilado. México rechazó ese cargo. El 12 de diciembre se refugió en Argentina, donde continuó con su activismo político.

El escenario se complicó cuando siete exministros y socios políticos del exgobernante se asilaron el 10 de noviembre en la embajada mexicana. México denunció, en diciembre, que policías y militares bolivianos rodearon su embajada para penetrar a la fuerza y sacarlos.

Bolivia desmintió esa posibilidad y culpó a López Obrador de tergiversar la verdad del despliegue de seguridad para “lavar la imagen autoritaria y antidemocrática” de Morales. México eludió reconocer a Áñez como sustituta de Morales y alegó que surgió de un golpe de Estado.

Áñez rechazó darles salvoconducto y exigió a México que los entregara a la justicia de Bolivia por tener órdenes de captura por sedición, terrorismo, tortura, vejaciones, delitos electorales y corrupción, entre otros cargos; los siete adujeron sufrir persecución política. La canciller de Bolivia, Karen Longaric, dijo el lunes que Arce decidirá “si respeta los mandamientos de apremio que se extendieron contra estas personas o los libera de responsabilidad”.

Arce anunció en campaña que les daría salvoconducto para salir del país. El gobierno mexicano felicitó a Arce y lo describió como “entrañable compañero y amigo” de México.

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