Bamako.— El presidente maliense Ibrahim Boubacar Keita, en el poder desde 2013, presentó su dimisión y la de todo el gobierno en una declaración transmitida por la televisión nacional, tras haber sido depuesto por un golpe militar horas antes.

“No deseo que se derrame más sangre por mantenerme en el poder”, dijo Keita, que fue presentado en la ORTM1 (televisión oficial) como “presidente saliente”. IBK, como se le conoce popularmente, dio a entender que presentaba su renuncia forzado por los militares participantes en el golpe de estado: “¿Tengo acaso otra opción?”, se preguntó, tras recordar que “ciertos elementos de las fuerzas armadas han concluido que esto debía terminar mediante su intervención”.

Por el momento, los golpistas no han emitido ninguna declaración de intenciones ni comunicado alguno para explicar cuáles son sus objetivos. Tampoco han designado hasta el momento a un líder que asuma la jefatura del Estado en este momento crítico, aunque se espera que lo hagan en las próximas horas.

Los principales países y organizaciones internacionales condenaron ayer unánimemente el golpe de Estado.

Los soldados amotinados detuvieron al mandatario y al premier después de rodear una residencia y disparar al aire en un aparente intento de golpe de Estado tras meses de manifestaciones. Los soldados se desplazaban libremente por las calles de Bamako, dejando cada vez más claro que tenían el control de la capital. Los militares procedían del mismo cuartel militar de Kati donde se originó otro golpe hace más de ocho años.

La espectacular escalada coronó un día de caos político en Mali, donde la ONU y Francia han pasado más de siete años tratando de estabilizar el país desde que el golpe de 2012 permitió que una insurgencia islámica se afianzara en el norte de la nación.

La convulsión comenzó en la ciudad de Kati, donde los soldados amotinados tomaron armas de los cuarteles y detuvieron a altos oficiales militares. Los manifestantes antigubernamentales aplaudieron las acciones de los soldados, y algunos incluso incendiaron un edificio en la capital que pertenece al ministro de justicia de Mali.

El premier Boubou Cisse había instado a los soldados a deponer las armas. “No hay ningún problema cuya solución no se pueda encontrar a través del diálogo”, dijo en un comunicado. Horas antes, trabajadores del gobierno huyeron de sus oficinas cuando hombres armados comenzaron a detener a funcionarios.

Se trata de una preocupante repetición de los acontecimientos que condujeron al golpe de 2012, que en última instancia desató años de caos en Mali cuando el consiguiente vacío de poder permitió a extremistas islámicos hacerse del control de las ciudades del norte. En última instancia, una operación militar dirigida por Francia derrocó a los yihadistas, pero éstos se reagruparon y ampliaron su alcance al centro del país. Además del jefe de Estado y del primer ministro, se cree que los golpistas han detenido a la mayor parte del gobierno.

Países cierran fronteras

África occidental cerró las fronteras con Mali y pidió sanciones para los golpistas. El secretario general de la ONU, António Guterres, condenó el “motín militar” y exigió la liberación inmediata y sin condiciones del mandatario y otros miembros del gobierno.

El jefe de Naciones Unidas llamó a una “solución negociada y pacífica” de la crisis y trasladó su pleno apoyo a los esfuerzos diplomáticos de la Unión Africana y la Comunidad Económica de Estados del África del Oeste (CEDEAO). El Consejo de Seguridad de la ONU tendrá hoy una reunión de emergencia.

El presidente de la Comisión de la Unión Africana, Moussa Faki Mahamat, exigió a los golpistas que renuncien al uso de la violencia y llamó a respetar la institucionalidad en Mali. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, advirtió que un golpe de Estado “nunca es la solución”.

Los golpistas parecen contar con el apoyo popular, a juzgar por las muestras de alegría expresadas por la multitud que invadió avenidas de Mali.

La situación del presidente Keita, en el poder desde 2013 y reelecto en 2018, era complicada desde abril, tras las legislativas de abril donde ganó el partido gobernante, entre denuncias de fraude.

Durante mayo y junio se extendieron las protestas, que también iban contra la corrupción del presidente y su familia, la creciente inseguridad en el país, la ausencia del Estado en amplias zonas dominadas por milicias y por los ataques de la filial de Al-Qaeda y el Estado Islámico.

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