mantuvo una comunicación privilegiada con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como secretario mexicano de Gobernación de 1963 a 1969 en las administraciones de los presidentes de México, Adolfo López Mateos, de 1958 a 1964, y Gustavo Díaz Ordaz, de 1964 a 1970.

Echeverría, quien murió este 8 de julio en la noche, preservó fuertes lazos con la CIA como secretario de Gobernación, pero el vínculo se debilitó ya como mandatario.

El nexo tuvo un antecedente: Díaz Ordaz estableció un nexo fluido con Estados Unidos como secretario de Gobernación de 1958 a 1963 de López Mateos, y despachó directamente con el oficial Winston Scott, jefe de la estación de la CIA en México. Por esa vía, Díaz Ordaz bloqueó a los investigadores estadounidenses “toda la verdad” para que “nadie supiera” los detalles secretos de la matanza de Tlatelolco en 1968 .

Lo que cuenta un ex agente de la CIA de Echeverría

Las revelaciones fueron hechas en dos entrevistas concedidas en febrero de 2002 en Cuba a este corresponsal por un ex agente de la CIA: el estadounidense Philip Agee, destacado en México de julio de 1966 hasta que renunció a la agencia a finales de 1968.

Con el rango de “oficial de caso junior y de nivel medio”, Agee arribó a México con dos misiones: “penetrar” la organización de los Juegos Olímpicos, que se iniciaron en la capital mexicana sólo 10 días después de la matanza estudiantil del 2 de octubre en Tlatelolco, y reclutar a mexicanos y extranjeros como fuentes de la inteligencia de EU .

“La CIA tenía la tarea de recolectar la información exacta sobre lo que había pasado (en Tlatelolco), pero no me acuerdo que pudiera, con agilidad o con prontitud, recoger la información, porque tengo la impresión, ahora, después de tantos años, de que hubo un esfuerzo de que nadie supiera la verdad, o sea, toda la verdad”, aseveró.

“De manera que la CIA tenía una tarea muy difícil en cuanto a conocer toda la verdad (de Tlatelolco) y sus relaciones con los oficiales mexicanos, desde Díaz Ordaz hacia abajo, fue una relación de respeto y no pudieron hacer más que preguntar, que pedir la información y los mexicanos tenían su decisión de dárselo o no”, admitió.

Como mandatario de 1964 a 1970, Díaz Ordaz preservó la costumbre que forjó en el sexenio de su predecesor de mantener contactos con Scott y la heredó a Echeverría como su secretario de Gobernación, para que coordinara operaciones conjuntas de la CIA con la ahora desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS) , detalló Agee.

Aprovechando ese mecanismo de contacto al más alto rango en México, la CIA supo que, en los días previos a la masacre en Tlatelolco, Díaz Ordaz creó un trío de toma de decisiones sobre la situación interna mexicana con Echeverría, como secretario de Gobernación, y con el general Marcelino García Barragán, entonces secretario de Defensa.

“Hubo actividades de distintos niveles, en el nivel más alto, con el presidente, con el secretario de Gobernación, fue el contacto que llevaba Winston Scott mismo, pero por niveles más bajos, vamos a decir en el nivel de trabajo, hubo un equipo de la CIA fuera de la embajada que no estaba en México como empleados del gobierno norteamericano sino bajo otra cobertura, que desconozco, que trabajaba con los servicios de seguridad mexicanos”, declaró.

Aunque la práctica en cualquier país es que los nexos con un Jefe de Estado son conducidos por el embajador, la situación varió en México con Díaz Ordaz y el enlace prioritario con el presidente lo tuvo el jerarca de la estación de la CIA, recordó, sin dar detalles del tipo de operaciones conjuntas de la agencia con la DFS en ese tiempo.

El nexo con la CIA permitió a Díaz Ordaz enviar mensajes directos de la más diversa índole a Washington, subrayó.

La estrecha relación de Scott con el presidente generó un conflicto entre el Departamento de Estado, responsable de los asuntos diplomáticos estadounidenses, y la CIA que llegó al escritorio del entonces presidente de EU, Lyndon B. Johnson (1963-1969), afirmó.

Johnson decidió que fuera la CIA, con Scott, la que alimentara el vínculo con el gobernante y la embajada cumpliera tareas ceremoniales o protocolarias, añadió.

Nacido el 19 de julio de 1935 en Tacoma, Florida, y fallecido el 7 de enero de 2008 en Cuba, Philip Burnett Franklin Agee ingresó a la CIA en 1957, con apenas 22 años, impulsado por su idealismo y por sus profundas creencias católicas para tratar de luchar por la paz mundial.

De 1957 a 1960 laboró en Washington, mientras que de 1960 a 193 en Ecuador y de 1964 a 1966 en Uruguay. De regreso en el primer semestre de 1966 a la capital estadounidense, postuló para pasar a México y se le cambió de sede.

Agee concedió ambas entrevistas en La Habana a este corresponsal en la oficina de una agencia de turismo que instaló en 2000 en Cuba.

Su incursión empresarial en la isla se convirtió en un acto con el que el ex espía volvió a desafiar a Washington y a los términos del embargo económico total que EU impuso en 1962 a la revolución comunista cubana, ya que su renuncia a la CIA le convirtió en un perseguido de variados estratos del poder político estadounidense.

Origen. Siendo secretario de Gobernación de 1958 a 1963, Díaz Ordaz abrió el acceso directo de Scott con López Mateos. Al salir de Gobernación en noviembre de 1963 para involucrarse en la campaña como candidato presidencial por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), Díaz Ordaz preservó el ligamen, narró Agee.

Ya como Jefe del Ejecutivo Federal, continuó con el nexo y lo compartió con Echeverría, para que lo utilizara como secretario de Gobernación y después como presidente de México, de 1970 a 1976, insistió el ex espía.

Sin embargo, Agee explicó en una aclaración que publicó en México a propósito de su libro “Dentro de la Compañía: Diario de la CIA”, de 1974, que, tras asumir la presidencia en diciembre de 1970, Echeverría se distanció de la agencia.

De manera sorpresiva, y en lo que Agee interpretó como una ruptura del presidente mexicano con la CIA, el jefe de la estación en México, James Noland, salió repentinamente de ese país cuando Echeverría tomó el poder, “cosa muy rara cuando solo había estado un año” en el puesto en reemplazo en 1969 de Scott.

“Siendo secretario de Gobernación, (Echeverría) seguía la política” de Díaz Ordaz “de mantener relaciones con la CIA en varios niveles dentro de las fuerzas de seguridad de México”, ratificó en la aclaración.

“Interpreto” la salida de Noland “entre otras indicaciones, como evidencia de rompimiento” de Echeverría “con la agencia al comienzo de su administración”, precisó.

Marca personal. La temporada en México al servicio del espionaje de su país marcó a Agee. “Con la CIA llegué a México en julio de 1966 y salí de la CIA a finales de 1968, pero me quedé en México, fuera de la CIA desde finales de 1968 o principios de 1969 hasta que me mudé a Francia en 1971”, rememoró.

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“Era una misión de la CIA, de penetrar la organización de los Juegos Olímpicos de 1968. La manera sería que yo fuera, y así fue la cosa, como el ayudante especial del embajador para los Juegos Olímpicos, con el título de Agregado Olímpico”, contó.

La CIA estaba convencida de que por las Olimpiadas llegarían México individuos de países de lo que en ese entonces fue el campo socialista de Europa del Este, controlado por la ahora desaparecida Unión Soviética, y de otras zonas, en el fragor de los líos de la Guerra Fría entre capitalismo, con Washington, por un lado, y comunismo, con Moscú, por el otro, en la intensa disputa Este—Oeste.

Agee tenía la tarea de contactarlos, pero principalmente de reclutar agentes en diferentes ámbitos de la sociedad mexicana, para que sirvieran a la CIA tras el final de la competencia deportiva . Pero el desencanto de Agee, en aquel tiempo con 33 años, con su labor en la agencia le impidió cumplir las órdenes, describió.

En vísperas de los Olímpicos, inaugurados el 12 de octubre por Díaz Ordaz, Agee se trasladó al Valle de Morelos a descansar unos días con su familia.

Pero ocurrió lo inesperado: el 2 de octubre estalló Tlatelolco y emergió como uno de los momentos más graves ocurridos en México en la segunda mitad del siglo XX por la represión militar y policial que se saldó con unos 500 muertos , según grupos de derechos humanos, y de una cifra imprecisa de víctimas, de acuerdo con el alegato oficial.

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Estos sucesos golpearon al joven agente. “Estuve en el Valle de Morelos pasando unos días con mis hijos, que eran niños en aquel tiempo, y creo que supe del evento (en Tlatelolco) cuando volví el día siguiente, o quizás algunos días después a la Ciudad de México”, aclaró.

Al comentar que por estar de paseo y aislado “supe un poco” de lo ocurrido en la Plaza, luego reconstruyó el panorama que se abrió para la CIA por los hechos sangrientos .

“Que yo me acuerde, la CIA no tenía ninguna información de antemano de lo que iba a suceder el 2 de octubre. Eso no quiere decir que no tuvieran (información), pero según mi memoria, después de tantos años, no me acuerdo de que supieron, ni siquiera de una decisión tomada horas o días antes del evento mismo”, reveló.

“Posteriormente al 2 de octubre, o comenzando con el mismo evento, por supuesto la CIA tenía la tarea de descubrir la verdad de cómo ocurrió y por qué, quienes hicieron las decisiones y cuál fue el saldo del evento en cuanto a muertos y heridos, porque hubo una serie de acontecimientos a través de varias horas”, refirió.

“Yo intenté seguir un poco los informes de inteligencia que salían de la estación de la CIA hacia Washington después del evento (Tlatelolco) como lo hacía antes, pero con la Olimpiada tan cerca y tantas cosas que hacer, y una vez que comenzaron los juegos, el hecho es que no tuve tiempo realmente de hacer un estudio digamos minucioso o leer todos los informes. Además, no me interesaba tanto en aquel tiempo, porque yo estaba saliendo de la CIA”, reconoció.

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Ruptura. Agee dimitió de la agencia a finales de 1968 con casi 12 años de servicio y luego empezó a destapar entretelones y secretos del espionaje estadounidense y a publicarlos en cinco libros, así como en artículos y entrevistas como fuerte crítico de la agencia y de la política exterior de su país.

Con sus otros cuatro libros, como “Trabajo Sucio: La CIA en Europa Occidental”, “Trabajo Sucio 2: La CIA en África”, “La CIA en El Salvador” y “Acoso y fuga: con la CIA en los talones”, se consolidó como fuente privilegiada sobre las operaciones mundiales del poderoso aparato de inteligencia de EU.

Convertido desde la década de 1970 en una especie de fugitivo por Europa y América y con su pasaporte desactivado, sufrió la persecución durante más de 25 años de las más altas estructuras de poder de Washington. “Dentro de la Compañía: Diario de la CIA” descubrió la identidad de empleados, agentes, colaboradores y organizaciones de la agencia en América Latina y el Caribe.

Por esos y otros factores similares, la agencia le catalogó en 1996 como “primer desertor real” de la CIA.

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vare/acmr

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