Evo Morales Ayma llegó al poder en Bolivia con un objetivo: cambiarlo todo. Primer líder indígena del país, fanático del futbol, fue parte de la ola de dirigentes de izquierda que arrasaron y se adhirió al socialismo del siglo XXI que impulsó en Venezuela Hugo Chávez.

Convertido en uno de los líderes de América Latina más longevos, logró mejorar la situación económica y social del que era uno de los países más pobres de la región.

Nacido en Oruro en 1959, Evo pasó de ser pastor de llamas y entrenador de futbol a líder sindicalista, lo que lo impulsó en la vida política del país. No tuvo educación universitaria, pero él siempre adujo que se formó en la “universidad de la vida” .

Dirigente de las federaciones cocaleras de Cochabamba, su lucha le granjeó la popularidad entre los cocaleros y los indígenas. Así llegó a ser diputado en 1997. Pero Evo quería más. Alguna vez contó que siendo niño, soñó que volaba por encima de las tierras en las que nació. Su padre le dijo que ese era un buen augurio: “Evito… te va a ir bien en el futuro”.

Su ascenso parecía imparable. En 2005 se impuso en las presidenciales con 54% de los votos y asumió en 2006. No sólo era el presidente de Bolivia, sino “presidente de los pueblos originarios de América Latina”.

Durante su gobierno, impulsó la economía del país y el PIB aumentó más de 4%.

Pero tras ganar para un tercer periodo (2015-2020), su imagen se desgastó.

“Vamos bien”, insistió Evo. Pero su derrota en un referéndum en 2016 y las denuncias de fraude en los comicios del 20 de octubre demostraron lo contrario y, ya sin apoyos, renunció.

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