Miami.— Los archivos relacionados con el caso del pederasta Jeffrey Epstein, quien murió en prisión el 10 de agosto de 2019, se han convertido en la piedra en el zapato del mandatario estadounidense Donald Trump.
El manejo de la liberación de los archivos ha dividido a su base política: mientras recientemente él ha intentado desviar la acusación a los demócratas, las víctimas no ven que se haga justicia.
En los últimos documentos difundidos, Trump aparece repetidamente. El Departamento de Justicia ha advertido que algunos de esos archivos contienen “acusaciones falsas” sobre el republicano, vertidas justo antes de las presidenciales de 2020. En los archivos se menciona una acusación contra Trump por violación, además de que el ahora presidente voló “muchas más veces” de lo que inicialmente se creía a bordo del avión privado del pederasta, según un fiscal federal.
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También se menciona una aparente carta firmada por Epstein donde parece hacer referencia al presidente de Estados Unidos, aunque el FBI dijo que esa misiva es falsa. “Estimado L.N. Como ya sabes he tomado el ‘camino corto’ a casa. ¡Buena suerte! Compartimos una cosa... nuestro amor y cuidado por las jóvenes y la esperanza de que alcancen su máximo potencial. Nuestro presidente también comparte nuestro amor por las chicas jóvenes y atractivas”, detalla el documento escrito a mano.
Antes de la divulgación de los archivos por parte del Departamento de Justicia, realizada con base en una ley aprobada en el Congreso en noviembre, demócratas de la Comisión de Supervisión de la Cámara Baja difundieron 19 fotografías extraídas del patrimonio del pederasta. En tres de ellas aparece el presidente de Estados Unidos, “y aunque son imágenes borrosas en blanco y negro, están cargadas de simbolismo político”, dice el politólogo Pablo Salas a EL UNIVERSAL.
En una se le ve sonriendo, rodeado de mujeres cuyos rostros han sido cuidadosamente censurados; en otra, posa junto a Epstein; en otra más, está sentado con la corbata ligeramente aflojada, junto a una mujer cuya identidad se protege. En el mismo lote figuran Bill Clinton, Steve Bannon, Bill Gates y Larry Summers, junto a juguetes sexuales y un preservativo de recuerdo con el rostro de Trump y el lema “¡Soy enorme”, una estética grotesca que “refuerza la sensación de un mundo de poder masculino impune”, comenta Salas.
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Durante los años 90 y los primeros de 2000, Trump y Epstein compartían círculos sociales en Nueva York y Palm Beach; solían aparecer juntos en fiestas y en Mar-a-Lago, Florida, mansión del actual mandatario. En 2019, cuando el caso Epstein explotó, Trump aseguró que sólo lo conocía “como todos en Palm Beach” y que había roto con él hacía mucho tiempo.
“Todo el mundo estaba relacionado de alguna manera”, dijo el actual mandatario hace poco.
“Esa balanza entre la familiaridad pasada y el distanciamiento presente es el telón de fondo de cada nueva fotografía que hoy entra al debate público”, subraya Salas.
El mandatario también ha puesto a los demócratas en el centro. Tras las imágenes que salieron de Clinton, dijo: “A mí me gusta Bill Clinton. Siempre me he llevado bien con él, he sido amable con él y él conmigo. Siempre nos hemos llevado bien y lo respeto. Odio ver que salgan fotos suyas, pero esto es lo que están pidiendo los demócratas y un par de malos republicanos”.
Incluso en la Navidad, Trump felicitó a “los sinvergüenzas que adoraban a Jeffrey Epstein”, que luego lo “abandonaron como un perro”, y alegó que él fue el único que cortó con el pederasta antes “de que se pusiera de moda”, y que el resto eran “todos demócratas”.
“Cuando sus nombres salgan a la luz en la actual cacería de brujas de la izquierda radical (...) y se revele que todos son demócratas, habrá que dar muchas explicaciones”, alegó, lanzando una advertencia: “¡Disfruten de la que podría ser su última feliz Navidad!”.
El Departamento de Justicia anunció hace unos días que ha recibido de parte del FBI y de una fiscalía de Nueva York cerca de un millón de nuevos documentos presuntamente relacionados con el caso Epstein que ya están revisando para ser publicados, para lo que tardará unas semanas más.
El viernes, Trump calificó el caso del pedófilo fallecido como una “caza de brujas”, y criticó que el Departamento de Justicia esté dedicando su tiempo a este tema.
“Los demócratas son los que trabajaron con Epstein, no los republicanos. ¡Publiquen todos sus nombres, avergüéncenlos y vuelvan a ayudar a nuestro país! (...) otra cacería de brujas”, agregó.
Fractura entre trumpistas
Artículos y sondeos muestran que muchos votantes trumpistas consideraban la resolución del caso Epstein como una de las promesas más importantes de su agenda de “limpieza” institucional. Ante las críticas por el manejo gubernamental de los documentos, Trump empezó a referirse al tema como el “Hoax [engaño] Jeffrey Epstein” y atacó en público a quienes antes lo apoyaban, llamando “debiluchos” a algunos antiguos seguidores que cuestionaban la versión oficial.

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Un sondeo reciente de Reuters/Ipsos, citado por la propia agencia, encontró que sólo la mitad de los republicanos aprueba la forma en que Trump ha manejado el caso Epstein, muy por debajo de 85% de aprobación que conserva en su partido por su gestión general.
Parte del ecosistema MAGA ha optado por minimizar las revelaciones cuando rozan a Trump. Como señaló un análisis de Wired, después de años exigiendo “los archivos Epstein”, varias personalidades de la derecha han preferido encogerse de hombros cuando la nueva remesa de documentos y mensajes, incluidos correos donde el propio Epstein presumía de saber “lo sucio” que era Trump, apuntaba hacia el presidente.
Otros declaran que toda la investigación es una maniobra fabricada y desvían la furia hacia figuras como la fiscal general Pam Bondi, a la que acusan de haberles gaslighteado (manipulado sicológicamente) con promesas de transparencia que nunca se hicieron realidad.
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“El resultado es una comunidad que va del sentimiento de traición y el instinto de defensa frente a cualquier cosa que pueda debilitar al líder”, asegura el politólogo.
El sitio FrameLab, especializado en lenguaje político, sostiene que Trump ha empezado a transformar su propia narrativa. “El marco del héroe se está derrumbando en lo que podríamos llamar un marco de traidor”, dice.
El articulista Thom Hartmann escribió en Newsweek que “el rasgo más llamativo de este drama es la conmoción de los seguidores MAGA al enterarse de que Donald Trump fue durante mucho tiempo un asociado de Epstein”.
En una de las últimas rupturas en el movimiento trumpista, Marjorie Taylor Greene dijo el 21 de noviembre que dejará el Congreso tras haber roto su alianza con el mandatario por discrepancias sobre la gestión del caso Epstein y la política exterior del país. Trump la ha atacado verbalmente desde entonces.
Las víctimas
A principios de septiembre, un grupo de supervivientes de Epstein y su cómplice Ghislaine Maxwell se plantó frente al Capitolio para respaldar la ley de transparencia. Maxwell cumple una condena de 20 años de prisión por tráfico sexual.
“Esto no tiene que ver con la política. Esto tiene que ver con transparencia y justicia”, dijo Courtney Wild, abusada a los 14 años, al relatar una década de batalla legal contra un gobierno que —asegura— protegió a Epstein mediante un acuerdo de no enjuiciamiento secreto.
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En la misma línea, Haley Robson, otra víctima, subrayó que “esto no es político, somos seres humanos reales; este es un trauma real”.
“Las víctimas están mirando todo con una mezcla de esperanza, agotamiento y rabia al ver cómo su historia se convierte una vez más en herramienta política de otros”, explica Salas. “Para muchas, ver las nuevas fotos circular en redes junto a memes y teorías conspirativas, seguramente reabre un dolor que busca respuestas, no burlas”.
Supervivientes advierten que un “volcado” indiscriminado de materiales, como fotos, interrogatorios y detalles íntimos, podría convertirse en un espectáculo de morbo, más que en un proceso de justicia y reparación. En este contexto, las fotos del 12 de diciembre funcionan como un nudo donde se trenzan tres relatos. Uno, “el de una base MAGA que se siente engañada por un líder que prometió revelar la verdad sobre Epstein, y ahora parece más interesado en proteger su propia imagen que en satisfacer la sed de justicia que él mismo alimentó”, menciona el politólogo.
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Otro, el de un establishment político, republicano y demócrata, “que oscila entre gestos sinceros de rendición de cuentas y un instinto casi reflejo de autopreservación”.
Y un tercero, “el de las víctimas, que siguen recordando que esto no va de fotos comprometedoras, sino de niñas y adolescentes convertidas en mercancía sexual con la complicidad de las instituciones”, concluye Salas.
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