La casa huele a pan y pastel día y noche. Es el humilde hogar de la familia Benítez Pérez, en el barrio conocido como Las Empacadoras, en Chicago, Illinois. Sumido en una guerra de pandillas, es el octavo barrio más peligroso de la ciudad, de acuerdo con el Departamento de Policía local; y ahí, en las calles, don Pablo, originario de Guerrero, y doña María del Carmen, de Guanajuato, venden sus productos diariamente para mantener a sus cuatro hijos, quienes tienen entre 15 y 21 años.

Nadie pensaría que en un barrio tan bravo y desprestigiado pudiera construirse un sueño, de esos que son en grande, para llegar a una de las universidades más prestigiadas del mundo. Pero sucedió.

“Cuando recibí la carta quise abrirla delante de mi papá, quería que fuera el primero en recibir la noticia, igual que yo”, dice María de los Ángeles Benítez Pérez, la tercera de los hijos, de 17 años. “No sabía si me habían aceptado, ése era el momento más emocionante y de nerviosismo”, describe aún emocionada.

“Mi papá tenía una cara que hubiera querido sacarle una fotografía”, dice sonriente. “La abrí [la carta] y no pude contener mi alegría, —la Universidad de Georgetown— me había aceptado”, recuerda.

Don Pablo, de 55 años, asegura: “Estuve a punto de llorar o ya no me acuerdo si lloré, la verdad, las lágrimas se me salían de ver a mi hija tan contenta”. Comenta que “sabía que era algo que tenía muy nerviosa a mi hija y vivir ese momento, no pues, qué le digo, fue hermoso, inolvidable”.

Doña María del Carmen, de 39 años, afirma: “Siempre supe que mis hijos podían llegar lejos a pesar de lo difícil que es vivir en este barrio —las Empacadoras— tan peligroso y lleno de malas tentaciones y malas compañías para los chamacos”.

Recuerda lo que le sucedió a su hijo mayor, Juan, hace tres años, cuando él tenía 18. “Lo molestaban mucho en la escuela porque varios de sus compañeros querían que se uniera a su pandilla”, relata. “Me decía que por favor lo sacara de ahí, que no podía más, que se lo llevaban al baño y lo golpeaban y a veces lo orinaban”, dice más seria, “pero no podía hacer nada, a nosotros nadie nos escuchaba y necesitaba que siguiera estudiando. Pero mi hijo se hartó y se regresó a México, ni conocía, porque llego aquí —a Estados Unidos— cuando tenía tres años, pero prefirió irse y pues ahora está mejor allá”.

Lo que le pasó a su hermano Juan hizo que María de los Ángeles escogiera la carrera de Ciencias Políticas. “Quiero ayudar a la gente, especialmente a quienes se sienten abusados, para tratar de hacer justicia”, asegura esta mexicano-estadounidense, nacida en EU y recién egresada de la escuela Horizon Science Academy, donde aprendió, entre otras cosas, a tocar el saxofón.

Sin embargo, la pregunta era, después de ser aceptada en una universidad tan prestigiosa: ¿Cómo iba a enfrentar el costo?. “Pues resulta que mi hija también consiguió una serie de becas que hoy le cubren 100% de sus estudios”, cuenta don Pablo con un tono muy orgulloso.

Las becas que María de los Ángeles consiguió suman 74 mil 60 dólares para su primer año y cada ciclo universitario estará postulando para que, a partir de su desempeño, pueda seguir recibiendo los apoyos correspondientes. “Mi hija luchó mucho para ser aceptada en esa universidad, que me dice es de las mejores, y también estudió mucho para poder ganarse sus becas con sus calificaciones”, comenta el señor Benítez.

De acuerdo con la Liga de Ciudadanos Americanos Latinos Unidos (LULAC), una de las organizaciones hispanas mas prestigiadas, es erróneo pensar que la falta de recursos económicos es una razón suficiente para no ir a la universidad. Ray de los Santos, de LULAC, asegura que “hay mucha ayuda económica a través de becas y sistemas financieros para apoyar a cualquier estudiante que lo desee”.

En relación a los jóvenes hispanos, afirma que “hay cientos de millones de dólares esperando para los estudiantes latinos; lo único es aplicar y tener paciencia”.

De los Santos puso como ejemplo el esfuerzo de un estudiante “que invirtió 150 horas en varias semanas para aplicar 36 solicitudes de becas de distintas corporaciones y grupos, siguiendo cada una de ellas y el resultado de su esfuerzo fue recibir cerca de un millón de dólares en becas para que estudiara lo que quisiera, donde lo aceptaran”.

“Todos los que vivimos aquí —Estados Unidos— tenemos la oportunidad de llegar lejos si nos lo proponemos”, destaca María de los Ángeles. “No importa de dónde venimos o dónde estamos; lo importante es no dejarse caer, no debes dejar de luchar y luchar por tus sueños, por tus ilusiones, por lo que tú quieres ser y lo que aspiras”, destaca esta joven, hija de padres indocumentados.

Precisamente un estudio de 2013, de la Universidad Georgetown señala que una persona que obtiene un título universitario es más susceptible a ganar en el transcurso de su vida profesional, alrededor de un millón de dólares más que quienes no tienen estudios superiores.

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