Washington.— New Hampshire sale hoy a las urnas como segundo estado que tiene en sus manos mostrar al país qué candidato demócrata debería enfrentar a Donald Trump en las presidenciales de noviembre. Normalmente, los resultados en Iowa y New Hamp-shire definen el devenir de cualquier proceso de primarias. Pero con el primero sin resultados definitivos —se espera que se consoliden en las próximas horas—, el segundo agolpa entonces el peso de ser el que tendrá la responsabilidad de mandar el primer mensaje claro sobre la figura más en forma en esta carrera electoral.

Los últimos días, la campaña demócrata entró al barro con ataques personales e intentos de desacreditación: todos saben que Iowa y New Hampshire es, para muchos, todo o nada, lugar donde las inercias se disparan en ambas direcciones, tanto hacia la victoria como hacia la derrota.

Y quizá el que más se la juega es Joe Biden. Tras su decepcionante cuatro puesto en Iowa, el exvicepresidente se enfrenta a una durísima primaria en New Hampshire, en la que podría quedar en cuarta o incluso quinta posición. Si otro candidato en otra elección pero con las mismas credenciales obtuviera estos resultados tan pobres su abandono sería inexcusable, pero Biden sigue apostando a que, pase lo que pase hoy, seguirá adelante, confiando en remontar en estados más favorables como Carolina del Sur o los del Supermartes, especialmente por su atracción entre el votante afroamericano.

Pero sus problemas no cesan ahí. Tras sus malas actuaciones y desatino en los debates, está perdiendo incluso a nivel nacional: por primera vez, dos encuestas lo colocan por debajo del senador Bernie Sanders en todo el país, dejando hecha trizas su aura de figura con más opciones de ser elegida presidente de Estados Unidos contra Donald Trump.

En dinámica opuesta están los vencedores en Iowa, Sanders y el joven Pete Buttigieg, enfrascados todavía en peleas sobre quién ganó realmente en el primer estado que salió a votar y que también se disputarán el triunfo en New Hampshire, aunque no se prevé una pelea ni tan ajustada ni tan reñida.

El septuagenario senador parece que no tendrá problema para ganar un estado en el que ya venció en 2016 por más de 22 puntos de diferencia a la que por entonces se veía imbatible, Hillary Clinton.

Los otros puntos de interés están en el sufrimiento que podría vivir la progresista Elizabeth Warren, avasallada por el empuje de otra senadora, Amy Klobuchar, aupada por buenas actuaciones en debates electorales; y en la purga de candidatos menores que seguramente habrá en los próximos días.

Mientras todo parece que sigue adelante, realmente nada avanza, al menos en Iowa. Una semana después de los caucus, de la que debería haber sido primera parada de las primarias, las campañas de Sanders y Buttigieg solicitaron el recuento en varias mesas electorales.

A pesar de que el domingo el partido ya hizo su reparto de delegados, el propio partido confesó haber recibido “aparentes errores” en 92 mesas electorales; un reportaje del diario The New York Times hacía hincapié en eso, y las campañas y voluntarios de ambos candidatos aseguraban que los resultados oficiales no encajaban con lo anunciado.

“Una vez se haga el recuento, estamos seguros que nos darán el delegado nacional extra que nuestros voluntarios ganaron”, dijo Jeff Weaver, asesor principal de una campaña de Sanders que ha solicitado la revisión de 66 mesas. La campaña de Buttigieg, por su parte, ha pedido que se analicen de nuevo 143 mesas electorales. Se espera que se tengan resultados en las próximas 48 horas.

Como ya pasó hace una semana en Iowa, ayer, en la víspera de las primarias en New Hampshire, el presidente Trump hizo acto de presencia en el estado con un acto de campaña multitudinario, para mostrar músculo y unidad ante unos demócratas todavía perdidos.

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