San José.- Una honda discrepancia en el combate a la pandemia del coronavirus desató una puja de poder en el gobierno de Brasil —entre el presidente Jair Bolsonaro y Luiz Mandetta, destituido como ministro de Salud— y en el aparato federal —entre Brasilia, como metrópoli, y los gobiernos estatales, como periferias— y exhibió la indecisión de la joven democracia en el ataque a la enfermedad.

Bolsonaro parece estar desconectado de una realidad que quedó al desnudo con la propagación del Covid-19: una crisis humanitaria mundial sin precedentes en los siglos XX y XXI. “Bolsonaro se ha mostrado [como] un tonto en la presidencia, sin capacidad para administrar el país en este momento”, afirmó el brasileño George Marques, experto en comunicación política y pública y estudioso de las controversias del poder en Brasil.

“Bolsonaro gasta mucho tiempo y energía en lo que no debería (...) En lugar de ayudar, sólo obstaculiza al gobierno. Despidió a su ministro de Salud por vanidad y celos; critica diariamente las medidas de aislamiento social, sin presentar datos científicos; promueve las aglomeraciones cuando la recomendación de su ministro de Salud y la OMS dicen lo contrario”, dijo Marques a EL UNIVERSAL.

Con el gobernante decidido a erigirse como dueño de la verdad y faro anticorrupción, Brasil afronta un cóctel de riesgo para su democracia, con fanatismo político, intolerancia partidista, militarismo ultraderechista y emergencia sanitaria.

Fiel defensor de las fuerzas que, en 1964, dirigieron un golpe de Estado, derrocaron al presidente Joao Goulart (1918-1976) e instauraron una dictadura que gobernó hasta 1985, Bolsonaro, de 65 años y capitán del ejército, repite que los militares, más que romper el orden constitucional hace 56 años, instalaron una revolución para el progreso de Brasil.

Bolsonaro minimizó la pandemia, es una “gripecita”, afirmó, y rechazó pedir aislamiento social, restricción vehicular y cierre comercial para evitar su propagación al aducir que sería negativo para la economía. También convocó a aglomeraciones, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) pidió suspenderlas y prevenir el brote.

En desafío al mandatario, Mandetta y los gobiernos de estados como Río de Janeiro y Sao Paulo instaron a la población a aislarse. En represalia, el presidente destituyó a Mandetta el pasado 16 de abril y aceleró la pugna desde la metrópoli con las periferias. En un multitudinario acto el domingo anterior frente a una base militar en Brasilia, Bolsonaro agitó a sus seguidores para demandar el cierre del Congreso Nacional en su acoso a gobernadores y alcaldes que claman por severas medidas sanitarias. “No queremos negociar nada”, advirtió.

“Bolsonaro está aislado políticamente”, aseguró el brasileño Edson Sardinha, editor en jefe de Congresso em Foco, influyente medio digital de comunicación y análisis político de Brasilia. “Ha perdido apoyo de grupos políticos”, añadió, al explicar que los gobernadores de 20 de los 27 estados acusaron al presidente, en una carta conjunta, de “atacar los principios democráticos”.

“Ha perdido un poco de apoyo en las Fuerzas Armadas. Eso tampoco es algo muy explícito (...) Una parte muy grande [de las Fuerzas Armadas] está contra un eventual golpe de Estado”, narró. Carlos, hijo del gobernante, lanzó en Twitter una campaña de repudio a Rodrigo Maia, presidente de la Cámara de Diputados, luego de que su padre acusó al jerarca legislativo de conspirar en su contra. “No hay camino fuera de la democracia” ni tiempo “a perder con retóricas golpistas”, tuiteó Maia. En una constante hostilidad, según Sardinha, Bolsonaro crea polémicas “día tras día”, estimula a sus seguidores a atacar al Congreso y a los políticos “en general”.

Google News

Más Información

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses