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Texto y foto actual: Xochitl Salazar Bueno
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
El origen de Xochimilco data de la época prehispánica, que al igual que otros pueblos de la cuenca se caracterizó por sus chinampas: pequeñas islas flotantes creadas para ganar terreno al lago. El corazón de este barrio es el convento de San Bernardino de Siena, que se estableció en el siglo XVI y fue un punto clave en la historia del rumbo. Por eso, pasear en trajinera es una tradición popular que se mantiene desde tiempos remotos, cuando también nació la costumbre de bautizar a cada una con letreros hechos de flores y nombres femeninos.
Este colorido panorama se conserva en las postales y en las fotos familiares de todas las décadas; el recorrido se ha adaptado al paso del tiempo, añadiendo nuevas costumbres, públicos de diversas edades y gustos variados, pero siguen sonando las canciones de las bandas y mariachis, además de los vendedores de flores, antojitos y recuerdos que ofrecen productos en sus chalupas. Hoy haremos un viaje por este emblemático sitio del sur de la ciudad.
En un recorrido que realizó EL UNIVERSAL por los canales de Xochimilco, al pasear en las trajineras resultó hermoso observar la naturaleza alrededor; pero también atemorizante la sensación de movimiento que hace la embarcación al deslizarse por el agua; ver a un solo hombre encausar la canoa con un remo o palo, sorteando la maleza —y la basura— para empujar el peso de 10, o más, personas. La fortaleza del lanchero se convirtió en otra de las cosas que se admiraron del recorrido.
Guillermo Sánchez, quien tiene a su cargo cuatro trajineras y pertenece a la tercera generación de su familia de lancheros que se encarga de este trabajo desde que tenía 12 años, narró que su abuelo Anastasio Sánchez Barrera inició con este negocio en 1958, cuando tenía 33 años; compró dos trajineras que usó durante más de tres años y heredó a su hijo y después a su nieto.
Guillermo actualmente es el representante de su papá y tiene dos trajineras. Su padre lo trajo de Ecatepec, Estado de México, donde vivía, para que comenzara a ayudar a la familia en el negocio en Xochimilco y desde entonces no se ha ido; por eso, a su mando tiene cuatro lancheros.
En la trajinera en la que nos pasea Guillermo se llama Lorena Victoria, en honor a su hija menor. “Cada trajinera es nombrada conforme sus dueños quieren”, dijo. Este lanchero invierte cada tres meses 2 mil pesos para mantenerla en buenas condiciones, pues una trajinera puede llegar a costar 60 mil pesos. También nos cuenta que el turismo que pasea por los canales no es constante: “Hay días buenos y malos, por lo regular en sábados, domingos y vacaciones son los más productivos”.
Guillermo ha conocido en los recorridos a deportistas como el luchador “Cibernético”, a la actriz Ivonne Montero y al actor Mauricio Islas. Pero supo que el 21 de mayo de 1997. Pavarotti recorrió los canales en una trajinera. En el trayecto el tenor dijo: “Ojalá mi voz tuviera este colorido que observo en este fantástico sitio…”. Entre otros que visitaron también estos canales estuvo Caruso en octubre de 1919.
Sin embargo, el hombre de 32 años remató sus comentarios con una imagen contundente: “Los canales están deteriorados. El gobierno debe regular y concientizar a las personas para que no tiren basura”.
Xochimilco epopeya de recuerdos
En la actualidad, al visitar este lugar es inevitable observar las condiciones de contaminación de los canales. Muchos de lugareños rememoran el pasado colorido y fresco de la región, como justo lo decía don Prócoro, un campesino y lanchero que tenía un terrenito de seis metros de ancho por 15 de largo y que fue entrevistado por EL UNIVERSAL ILUSTRADO en mayo de 1917.
Así con la entrevista titulada “¡Xochimilco: primavera!” y realizada por Hipólito Seijas, con fotografías de Carlos Muñana, se engalanó el primer número de este semanario cultural, que se dedicó al colorido de las chinampas que hacían que los canales se volvieran un paraíso; al encanto de las flores por la primavera, que con sus colores embriagaban la pupila y deleitaban con sus fragancias los sentidos; a la imagen de las orillas del canal donde se podían ver lavanderas; como también la amapola —o flor de primavera— la cual se vendía como cualquier otra flor.
En el texto publicado en EL UNIVERSAL ILUSTRADO, don Prócoro narró que podía vivir en esa época con un peso diario. Su terreno era tan grande que podía tener cultivos de maíz, chicharos, legumbre, flores; también cuidaba un cochinito, un burro y unas cuantas gallinas.
El hombre tenía una trajinera, la cual usaba los domingos para pasear a muchas familias. “Las aguas del canal eran profundas en el olvido y la quietud, era tan clara que lo comparaban con un espejo, es decir, como un diáfano”, mencionaba Hipólito Seijas.
En el paseo que Hipólito dio se percató que aparte de la venta de flores, chalupas transportaban cargamento de leña, legumbres y pescado como “juiles”.
De acuerdo con don Prócoro, existía un señor llamado Zarco que poseía 100 trajineras, pero aun así cada chinampero ponía a trabar su propia trajinera para ganar y poder llevar algo a casa.
Fue en 1352 cuando una de las siete tribus nahuatlacas, que salieron de la mítica Chicomostoc, fundó Xochimilco, vocablo náhuatl que significa “en la tierra sembrada de flores”. Por eso, la chinampa (porciones de tierra colocadas sobre raíces de ahuejotes, empleadas para la siembra de legumbres y flores) guio la traza urbana ortogonal de Xochimilco, similar a la de Tenochtitlan, pues entre ellas se dejaron canales de agua para transportar los alimentos en canoas. Así, con la Conquista los españoles respetaron el sistema chinampero de Xochimilco, pues de él se alimentó la capital de la Nueva España durante el virreinato.
Hacia 1891 uno de los hacendados del rumbo, Íñigo Noriega, estableció una línea de pequeños barcos de vapor que iban de Xochimilco a Iztacalco. Y entre 1910 y 1920, Xochimilco descubrió su potencial turístico e inició la construcción de sus embarcaderos; se reforestó el bosque de Nativitas y se fundó el vivero de árboles.
Conforme pasaron los años estos canales no han perdido su atractivo para ir con la familia, amigos, en pareja o solo. No obstante, con más de 2 mil trajineras en los ocho embarcaderos de Xochimilco, los vecinos buscan una solución para volver a revivir estos canales, pues estos de se encuentran llenos de basura y con mal olor por la falta de fluidez pluvial. Y aunque el lago de Xochimilco fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1987 y ha sido escenario de películas como la de María Candelaria, no se encontrado la forma de mejorar o mantener los canales como en los ayeres de don Prócoro.
Un hobby muy peculiar
José M. desde los nueve años trabaja en las trajineras de Xochimilco, pues tenía fuerza para usar el remo de tres metros, sin ningún problema. Ahora, con 62 años de edad, relató a EL UNIVERSAL que un señor fue quien le dio empleo y le confió una de sus trajineras para trabajarla; no le pagaban en un principio, pero eso no le importaba, ya que el pasear y conocer estos canales era suficiente.
En su tiempo libre, en un terreno de su abuela se dedicaba al germinado de plantas de limón, naranja, manzana, pera y algunas flores. Por eso siempre veía las chinampas llenas de flores de amapola, maíz o trigo y, de vez en cuando, hasta algunos borregos o cerditos. Las aguas en las que remaba eran tan limpias que los peces se veían pasar entre su remo, o podía echar una moneda y ver cómo ésta llegaba al fondo del canal.
Don José también no contó que antes estos canales tenían una conexión con un manantial, por lo que en el agua había diversidad de peces. “Las riquezas con las que contaban estas aguas eran los charales, el acocil, caracoles, la rana, el tejolote”, describió don José. Así, si tenía hambre nada más ponía una peña trampa y en un rato ya tenía para él y sus compañeros un rico pescado que comer con limoncito y tortillas.
“Todo esto es mi pasatiempo”, aseguró don José. “Pasear a turistas, conocer gente, contar la historia, me motiva mucho a seguir haciendo mi trabajo”.
No obstante, don José ha sido testigo de cómo se fueron modernizando los canales, cómo las chinampas se llenaron de casas, los sembradíos desaparecieron, los canales se cerraron, se construyeron invernaderos con base de concreto.
Don José cree que unos 10 años los canales se van a secar, y si él tuviera en sus manos apoyar propondría la colaboración de cada habitante de Xochimilco para el cuidado de las aguas. “Si los dueños de las chinampas ven basura, tratar de pescarla, uno como turista tirarla al bote de basura, no hacerse del baño al aire libre, no tirar botellas”, pidió don José.
Y aunque se han tratado de limpiar los 180 kilómetros de canales, no se ha podido mantener los tres metros de profundad con chacatule y tule, los cuales impiden también rompen la diversidad natural.
Así como José M, José Aguilar, de 19 años, vive en una chinampa. Todos los días se despierta a las seis de la mañana para poder asear su trajinera. Siempre procura mantenerla lista antes de las 10 de la mañana, ya que si no, una agrupación que el nuevo embarcadero Nativitas tiene (se encarga de revisar que todo esté limpio y en orden), castigan a los lancheros. El castigo consiste en que no pueden trabajar en la trajinera de un día a siete o quince días.
Así, después de asear su trajinera regresa a casa y vuelve a descansar. A las 11 o 12 de la mañana, con una sonrisa se dispone a trabajar. José Aguilar narró que cuando tenía 10 años, remeros con experiencia lo capacitaron para que pudiera manejar una trajinera.
"La técnica para remar es más maña que fuerza; para mantener el control, medir el tiempo, tener buen equilibrio”, describió Aguilar. Aunque, dijo, lo indispensable para saber remar es nadar. “En ocasiones se juntan muchas trajineras y con el choque te puedes caer, o por si pasa algún incidente”.
Al día puede tener recorridos de una o tres horas. Y según el tiempo que demore es la oportunidad que tiene para comer: en ocasiones un vaso de ceviche o una quesadilla. “Hay veces que ni al baño podemos ir. Si es a veces un trabajo duro”.
Cuando es temporada de lluvia carga impermeable para no mojarse, incluso por si hay granizo. José Aguilar ha llegado a trabajar hasta las cuatro de la mañana; sobre todo los fines de semana cuando los jóvenes hacen fiestas en las trajineras.
“Esos días me ganó al día dos mil pesos con todo y propina. Entre semana que no hay tanta gente unos 800 pesos”.
Sobre estos eventos, narró José, les advierte a los pasajeros que por “protocolo si se lanzan al canal tiene la obligación de suspender el viaje y si reembolso”, ya que ponen su trabajo en peligro. Él supo que en 2014 un joven de 24 años cayó de la trajinera y se ahogó; desde entonces los patrones de los lancheros tomaron esas medidas para evitar otras tragedias.
El comercio
Todos los trajineros y vendedores se conocen, les recomiendan a los turistas comer elotes hervidos o asados, esquites o algo de su preferencia. En nuestro recorrido se acercaron chalupas en las que vendían chicharrones, manzanas con caramelo, refrescos, papitas, guitarritas de madera, recuerdos pequeños, plantas; incluso trajineras con ocho mariachis, los cuales pueden deleitar el recorrido con una melodía popular, fotógrafos con sombreros de charros para que te lleves un recuerdito, diademas de flores simbolizando al concurso de La Flor más bella del ejido.
Casi la mayoría que vive en las chinampas sale con sus chalupas a vender. Así lo hace Luis y su esposa Carmen, quienes venden desde hace 30 años elotes, esquites y chayotes. Como buenos chinamperos se apoyan del turismo cotidiano para la venta de sus productos en los canales.
Eduardo pasa de trajinera a trajinera con una canasta de duces típicos. Desde los cinco años vendía obleas de harina y de amaranto. Hoy, con 19 años de edad, vende dulces típicos y obleas de sabor fresa con chocolate y amaranto. Estos dulces se los proporcionan sus abuelitos de Santa Cruz Acapixtla, localidad donde se produce fruta y verdura en almíbar como el nopal, naranja, limón, piña, calabaza. Invierte en su canasta 500 pesos y gana entre 700 y mil pesos libres.
Al finalizar el recorrido por los canales, en los que esta casa editorial entrevistó a varios lancheros y comerciantes de la zona, una idea quedó clara: Desde sus orígenes Xochimilco fue un sitio dedicado al comercio y la producción de alimento y fuente de trabajo. Quizá hay quienes sólo relacionan a la zona con las trajineras y los mariachis; pero también parte de su hermosura son las chinampas llenas de hortalizas o plantas de ornato: la naturaleza en su máxima expresión. Por eso una idea también se queda: debemos salvar y conservar este patrimonio para que las próximas generaciones puedan conocer un pedacito de lo que nos dejaron nuestros antepasados.
Nuestra imagen principal es una vista de Xochimilco en 1966.
Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL y Colección Villasana-Torres.
Fuentes: Entrevista con José M y José Aguilar, lancheros en Nativitas; Guillermo Sánchez, dueño de trajineras; Luis y Eduardo vendedores en los canales. Página oficial de la Delegación de Xochimilco http://www.xochimilco.cdmx.gob.mx/patrimonio.html y página de la SEP.