Ahora con la actividad del -apenas anoche emitió bombas de lava- es imposible no pensar en , el artista que se dedicó a pintarlo en diversas ocasiones. El interés de, como realmente se llamaba, por el volcán proviene de su trabajo en paisajismo, así como su estudio en vulcanología.

Hace 100 años, el artista conversó con un reportero de , un semanario que se publicaba en la época. En esta plática, el autor del texto deja ver mucho del comportamiento y movimientos del Dr. Atl, quien sobre su amor por Nahui Ollin, su desprecio por Maples Arce y su opinión política sobre China y Rusia.

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¿Imposible? ¿Por qué había de ser imposible? Tenemos cosas superiores a las que tienen los españoles, artísticamente hablando. El arte popular es inmejorable, y acaso curioso, es producto de la tiranía. China no ha tenido sino arte popular…

El Dr. Atl casi no acciona. Su hablar es un poco lento y muy claro. Medita cada una de sus palabras. Sus ojos vivaces no asoman.

Llaman por teléfono y hay razón para imaginarse que mil timbres risueños están jugando bajo las bóvedas. Mientras el Dr. Atl —Gerardo Murillo— responde, veo los títulos de sus libros: Vibert. Ciencia de la pintura; Atl, Sinfonías del Popocatépetl, El Arte Popular en México. Y nada más.

Se alza sobre las puntas de los pies para alcanzar el audífono, como otros se levantan para llegar a una estrella.

Al final:

— Yo había leído varias cosas estridentistas, pero cuando recibí “Ultra”, ese periódico de Madrid que se hace en tres pedazos, encontré lo de Maples Arce superficial, poco meditado; en ocasiones, casi dijérase que copia a los otros…

¿Genaro Estrada? ¿Es Oficial Mayor de la Secretaría de Relaciones Exteriores, no?... Entonces, es un globo inflado que si se le pica no tiene nada…

En una, en dos frases, da su visión de las personas, de las obras, de los lienzos. Sospechamos que es injusto y agresivo, al hablar de Genaro Estrada. Lo que dijera de los políticos mexicanos es de imposible reproducción. Nos hace sonreir con sus elogios a Nahui OIin.

— Va a publicar unas páginas formidables, en francés. Entonces no dirán que yo lo he escrito por ella, que la he influenciado.

— Es el amor. Por ahí dicen que usted y ella se iban a matar.

— ¿El amor? ¿Quién de nosotros es el que ha hecho la pregunta?

El Dr. Atl no se sorprende. Apenas si enrojece un poco, como los colegiales primerizos.

— Sí, es cierto. Pero que ella me mate a mí, sí lo creo. ¡Es capaz de todo! A los ocho años, en un colegio de monjas, le dieron a leer a Voltaire. ¡Escribió sobre esa lectura un comentario extraordinario! Yo, a los once años, publicaba en Aguascalientes un diario de a centavos, “El Horizonte”, en colaboración con Alberto Pani. Y como el de los clericales nos gastaba, un día amanecimos con una cabeza sensacional en la primera plana:

“LA MUERTE DEL PRESIDENTE”

Se agotaron los ejemplares en un momento. Relatábamos la imaginaria muerte, detallada y todo, de un imaginario presidente de Guatemala.  Fué nuestro gran golpe periodístico, por el que estuvimos a punto de ir a la cárcel. Después, llegamos a reunir en las cajas de “Acción Mundial” 40,000 dólares, que existían en oro cuando Carranza mandó asaltar las oficinas. Y esa inquietud nunca lo deja, hará que pronto yo lance la tercera época de “Acción Mundial”.

Este que así habla es el que escribió en uno de sus libros: “... comprendí que el Arte era sólo un accidente y me armé para el combate por el triunfo de otros más grandes ideales”. Inicia ahora una explicación de lo que él espera todavía de la vida:

— Jamás he conseguido algo de lo que deseo. ¿Y qué es eso? Una organización social distinta de todas las demás.

— ¿Cómo en Rusia?

— No, no soy un comunista. Rusia es el más grande fracaso histórico, que cuesta el sacrificio de 12 millones de hombres. Alejandro III es el único que hizo algo verdaderamente loable: repartir tierras de la Corona a los campesinos. En la actualidad es un cementerio gobernado por judíos enemigos del pueblo. Yo conocí a Trotzky en Nueva York. Me dió la impresión de un individuo que renegaba de los capitalistas porque él no lo era. En cuanto llegó al poder, formó el más grande ejército del militarismo.

Atl iniciando un "fresco", sostenido por la inspiración de Nahui Olin. Foto: Hemeroteca El Universal.
Atl iniciando un "fresco", sostenido por la inspiración de Nahui Olin. Foto: Hemeroteca El Universal.

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En París principiamos nuestras labores en pro de la “Evolcayana”. Recibimos inmediatamente donativos numerosos y sugestiones muy interesantes. El gobierno argentino nos cedía un trozo de terreno en las afueras de Buenos Aires… Eso es por lo que yo lucharé pronto: una ciudad ideal, en la que todos los que tengan algo que inventar en bien de la humanidad se dediquen a hacerlo.

El Dr. Atl enciende otro puro. Da dos largas y profundas “fumadas”. Calla. Espera.

— Sí, el progreso mecánico dará mayor suma de felicidad a los hombres. Les pondré dos ejemplos, uno moderno y otro antiguo: Estados Unidos y Toscana.

La verba incandescente relata sus visitas a los dos países. Los compara. Los estudia. Una palabra justa abre para nosotros nuevos horizontes. O injusta.

El banco se mece rítmicamente. Uno. Dos. Tres. El Dr. Atl apoya los codos en las rodillas. De Juan Ramón Jiménez, que niega la existencia del arte popular. De pintura. De escultura. De historia. Pasa de un tema a otro simple, sencillamente.

— Prefiero escribir a pintar. La literatura da una impresión total de vida, palpita. La pintura no lo consigue. En este sentido, yo admiro la Capilla Sixtina… Pero, de todos modos, eso no es sino un comentario a algo ya hecho…

El año pasado gané 75,000 pesos y no tengo dos camisas… Me preguntarán ustedes en qué los he gastado y no sabré decirlo…

Revuelve cartillas. Libros. Nos ofrece esperarnos en el Convento de la Merced.

— Ahí todo lo que está de la azotea para arriba es mío…

Sí, todo eso es suyo. Y esta su tranquilidad y esta su melancolía son aparentes, como las de “la luna que en silencio recorre los cielos”. El Dr. Atl se prepara para el combate. El Popocatépetl, su mejor y más fiel amigo, parece haberle comunicado su tenacidad.

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