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El periodista y escritor Jorge Zepeda Patterson asegura que en México existe un clima de libertad de expresión y como prueba todos los días el presidente Andrés Manuel López Obrador es acribillado implacablemente por las ocho columnas de los periódicos del país.
“Ese hecho da cuenta que sí hay una libertad de expresión y que se está ejerciendo”, dice; sin embargo, detalla que los riesgos están en esta inconciencia del Mandatario federal al cuestionar a periodistas o medios de comunicación en concreto.
“Al señalarlos los convierte en potenciales blancos de la cólera de los seguidores de posiciones políticas favorables al Presidente… Es decir, convierte a un colega en su enemigo y así lo difunde por la plaza pública, desde luego que pone en riesgo a esa persona o medio, porque no está en condiciones de controlar la respuesta de todos los actores involucrados”, subraya en entrevista con EL UNIVERSAL el ganador del premio Planeta de Novela 2014.
¿Con los señalamientos del Presidente a la prensa está en riesgo la liberad de expresión?
—No sería categórico en señalar que los medios de comunicación están amenazados o en riesgo por la actitud presidencial, ciertamente hay una tensión, tendríamos que hacer un balance de claroscuros en la relación entre el poder y la prensa en lo que va del sexenio. En algunos aspectos diría que hay francos avances y progresos, mientras que en otros sí hay nuevas modalidades que son muy preocupantes.
¿Dónde ve esos avances?
—Lo abordaría en varios ejes. En el lado de la transparencia hay un avance sustancial en la posibilidad de ventilar los temas de la conversación pública. López Obrador, con virtudes y defectos, ha tenido la característica de no rehusarse a hablar de ningún tema y abordarlo. Las mañaneras son un ejercicio de apertura. Nadie impide a cualquier reportero que haga la pregunta que salga de su pecho. Eso es un precedente inédito, no existía. Creo que Enrique Peña Nieto en sus seis años, después del desastre de la FIL de Guadalajara como candidato, nunca volvió a hacer una conferencia.
¿En qué otro terreno ve esos claroscuros?
—Un terreno más controvertido es la política de publicidad oficial. Es un acierto la disminución del volumen que se derramaban en los medios, la actual administración gastará una tercera parte de lo que invirtió Peña Nieto en su último año de gobierno. La moderación es un avance, pero también la manera de distribuirla; estaba concentrado en medios y columnistas muy afamados que tenían un blog que parecía chayote disfrazado, que recibían ingentes cantidades de publicidad, con lo cual parecía un ajuste de cuentas favorables a cambio de las columnas que escribían. Eso se terminó y desde luego hay mucha gente enojada por ese motivo, pero hay aspectos que habría que cuestionar. Ahora la distribución se hace de acuerdo con la circulación y la audiencia, pero combinando con un criterio de función social del medio, ahí entramos en un terreno muy pantanoso, ¿quién califica la función de social que hace o cumple un medio? Se corre el riesgo que la asignación sea de acuerdo a una apreciación absolutamente subjetiva, pero además, confirma la sospecha que un medio como el periódico La Jornada, que merece todo el respeto, recibe una cantidad desproporcionada con respecto a medios de similar tamaño.
¿Cuál su opinión frente a la respuesta del Presidente a la crítica de los medios?
—Esta es la parte en donde más resabios y suspicacias podría haber con relación a la tolerancia del poder frente a la crítica, lo cual nos vincula con el tema de la libertad de expresión. Aquí también hay claroscuros. Le creo al Presidente que él no habla con los directivos o propietarios de los medios de la incomodidad que le representa un columnista o periodistas para que lo corran, lo sancionen o los editen, lo cual ya es una ventaja, porque en el pasado sí se hacía.
Sin embargo, nadie puede minimizar el impacto que tienen los señalamientos por nombre y apellidos que el Presidente hace en las mañaneras en contra de profesionales de la comunicación, porque se trata de señalamientos que terminan desencadenando secuelas que el Ejecutivo no está en condiciones de controlar.
¿A qué tipo de circunstancias se refiere?
—Al señalarlos los convierte en potenciales blancos de la cólera de los seguidores de posiciones políticas favorables al Presidente… Es decir, convierte a un colega en su enemigo y así lo difunde por la plaza pública, desde luego que pone el riesgo a esta persona o medio, porque no está en condiciones de controlar la respuesta de todos los actores involucrados y eso es delicado.
¿Qué consecuencias podría haber por ello?
—El Presidente está convencido de que es su derecho de réplica, de lo que no parece estar consciente es de la desproporción del poder entre un Presidente y un medio en particular, ya no digamos una persona, son poderes tan desiguales que lo que puede provocar son consecuencias dañinas que podríamos lamentar todos. Esa parte es en la que sale más afectado el Presidente de la República.
¿Pero el Presidente dice que es el más atacado en la historia?
—Sí, coincidiría con López Obrador, nunca había sido tan abierta, y el hecho mismo, como él dice que todos los días es acribillado implacablemente por las ocho columnas de los periódicos, ese hecho da cuenta que sí hay una libertad de expresión que se está ejerciendo. Yo pondría la mancha en esta inconciencia del Presidente al cuestionar a periodistas en concreto”.
¿Cuál es su opinión sobre el caso Nexos?
—Me parece que en el affaire de Nexos hay un desliz que por fortuna no veo como una práctica generalizada y mucho menos por parte de Comunicación Social de Presidencia y de Gobernación, pero sí lo siento como una mala excepción que ojalá no siente precedente… y por desgracia coincide con la temporada de dimes y diretes de López Obrador y Héctor Aguilar Camín, cabeza de la revista, con lo cual deja un muy mal sabor en el sentido de que esto tenga una implicación política. Me parece que ha sido un desliz incorrecto de parte de la SFP.
En ese contexto, ¿hay una élite que quiere descarrilar el proyecto de la 4T y que incide en los medios?
—Hay un poco de todo… por supuesto que hay sectores muy poderosos contrarios a la 4T y harían lo posible por desgastarla y mostrar que esa no es una opción política para México, pero también hay una prensa más identificada con sectores conservadores que ha caído con este juego de la visión maniquea. Es preocupante que haya diarios o medios más preocupados por abollar la imagen de la 4T que por informar lo que sucedió el día anterior.
¿Y las “benditas redes sociales”, qué están provocando en este debate?
—Las redes sociales son un factor nuevo por la naturaleza perversa que tiene el comentario negativo desde el anonimato para imponerse en viralidad. El nuevo fenómeno que vemos, que no es exclusivo de México, es como las redes han polarizado la conversación pública… Ni tan benditas redes sociales, esa frase cada vez le cuesta más trabajo al Presidente, porque cada vez se va encontrando tuits que lo incomodan, las redes están bastante viscerales.
¿Cuál es el papel de los medios y los periodistas en este ambiente de polarización de liberales y conservadores, chairos y fifís?
—Mal haríamos los periodistas en aceptar este encasillamiento en estas dos trincheras encontradas, los periodistas somos curadores profesionales de la realidad, deberíamos ser capaces de encontrar el contexto, el matiz, los puntos de encuentro entre las distintas partes para comunicarse, porque si acabamos repitiendo el tono de las redes no tenemos razón de ser. No se trata de darle la razón a López Obrador o la prensa que se ha convertido en un militante político, con eso acabamos perdiendo todos: los periodistas porque perdemos legitimidad y el público porque no está en condiciones de entender realidades más complejas del blanco y negro.
¿Qué se siente que el Presidente lo identifique como un apoyo a su movimiento?
—Un poco incómodo, porque un periodista debe rehuir la militancia y la defensa de actores políticos… Cuando el Presidente te señala como un periodista que le gusta, acaba siendo, por un lado, obviamente, un halago, pero por otro lado sí es un enorme riesgo.