A toda máquina y durante 24 horas, Alejandro Castillo supervisa la producción de miles de libros en braille que serán utilizados por niños y niñas de primaria, secundaria y telesecundaria en todo el país. En un rincón de la planta de producción de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), en Querétaro, el hombre tiene a su cargo un equipo de 18 personas especializadas en distintas áreas: formación y revisión de textos, impresión y encuadernación.

En entrevista con EL UNIVERSAL, el trabajador relata cómo desde la planta se aporta un granito de arena para fomentar la inclusión educativa de los niños invidentes, quienes en más de una ocasión han sufrido discriminación y abusos en las aulas por su condición física.

Comparte que año con año las autoridades educativas solicitan que se impriman más volúmenes de estos libros. Actualmente, la Conaliteg produce alrededor de 70 mil ejemplares en braille correspondientes a 70 materias distintas, aunque no siempre fue así: “Antes te pedían un tiraje de 10 libros y [eso] ya era mucho, pero conforme pasaron los años la producción ha ido en aumento.

“El departamento de braille es el único que ha crecido año con año su tiraje y yo creo que va a seguir aumentando, porque esto se está conociendo más en las escuelas y las familias mandan a sus niños a estudiar”, comenta Alejandro.

Recuerda que hace 40 años, cuando la Conaliteg empezó a editar libros para invidentes, todo era muy rústico; sin embargo, con el paso del tiempo, los procesos se han adaptado a la tecnología.

Libros en braille, por la inclusión educativa
Libros en braille, por la inclusión educativa

Alejandro enfatiza en la relevancia de que se impriman más textos en braille: “Para quienes estamos en la parte de producción es satisfactorio ayudar con un poquito de nuestro trabajo a la sociedad, sobre todo a los niños y jóvenes que tienen ese problema de la vista”.

El esfuerzo de la Conaliteg ocurre en un contexto adverso para las personas invidentes. Según cifras de la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 (Enadis), elaborada por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), 48% de las personas con alguna discapacidad considera que no se respetan sus derechos humanos.

De la población consultada, 58% indicó que en los últimos cinco años experimentaron al menos una situación de discriminación relacionada con el rechazo o exclusión de actividades sociales, miradas incómodas, insultos o burlas, amenazas, empujones y jaloneos, también que se obligó a la víctima a salir de una comunidad. Por otro lado, 71% estuvo de acuerdo con que las personas con discapacidad son rechazadas por la mayoría de la gente.

El paso a paso

Un libro en braille puede tardar un día en estar listo, pues a diferencia del resto de los textos, se debe supervisar con más precisión que no haya faltas ortográficas en las ediciones en español que envía la Secretaría de Educación Pública (SEP), de lo contrario, al realizar la traducción, cualquier oración puede cambiar de sentido para un invidente.

Por otra parte, el encuadernado de estos ejemplares se realiza manualmente, procedimiento que implica varios minutos de esfuerzo. Específicamente se debe prestar atención a las pastas que se colocan en cada libro, las cuales también poseen el título en braille.

En esta sección de la planta de producción, todos conocen el abecedario en braille y son capaces de identificar este lenguaje con la vista. Incluso, dentro del personal, hay personas con más de 10 años de experiencia que comparten cómo es trabajar con estos ejemplares.

Uno de ellos es Antonio García, operador de computadora, quien explica cómo los textos de la SEP son ingresados a un programa para que sean traducidos: “Conforme vas metiendo el texto en la computadora, todo se va traduciendo. En este caso, la SEP envía los archivos de los ejemplares en español y, después de revisar que no tenga errores, lo introducimos al programa y lo enviamos a imprimir a las máquinas”.

Comenta cuáles deben ser los principales cuidados que se deben tener durante esta fase del trabajo: “Debe prestarse atención a las cursivas, mayúsculas, minúsculas, acentos, comas, paréntesis y corchetes. Hay que ser muy minucioso con el alfabeto braille, que vaya perfecto, porque si a una letra no le pones un punto a una a, [ésta] se puede convertir en una z”.

Un archivo enviado por la SEP puede tardar hasta una semana en ser revisado por los trabajadores de la planta de la Conaliteg para que esté en las condiciones óptimas y sea traducido.

Luego de haber imprimido las hojas del ejemplar, toca el turno de los encargados de encuadernar, quienes serán los que den forma a los libros.

“Primero las hojas se separan por volumen, se perforan y se pasan al encuadernado. Se coloca la portada y una mica en braille para que el invidente sepa de qué materia es, posteriormente se empaca y se sube al almacén para que sea enviado”, explica Mario García, otro operador de computadora.

Menciona que los cuidados que se deben tener al momento de encuadernar implican corroborar que cada página corresponda al volúmen que dice el título, el perforado no debe estar chueco ni se pueden meter muchos libros en una misma caja de envío, esto es para que no se maltraten las hojas o el texto.

Mario García explica que un libro normal de la SEP se puede convertir en dos volúmenes o hasta en 14 cuando éste es traducido al braille, debido a que las hojas son más gruesas y para cuidar los puntos del texto no se pueden meter muchas páginas en un mismo ejemplar.

Nuevos retos

Ezequiel Eduardo Martínez Pacheco es el director de producción de la planta. Narra la relación que esta institución ha entablado con escuelas públicas donde hay niños invidentes, a pesar de que en la mayor parte de los casos la Conaliteg sólo produce los textos y no se encarga de distribuirlos.

“Hemos visto que cada vez se le presta más atención a los invidentes, en todos los estados hay un incremento. Puedo calcular que en cada entidad tenemos una participación de cuatro o cinco escuelas especiales para niños que tienen problemas con su visión”, detalla.

De igual manera, comparte que Yucatán, Chiapas, Sonora y Guanajuato son los estados que más libros en braille piden para sus estudiantes.

Este mismo repunte en la demanda de libros ha traído un nuevo reto para los trabajadores de la Conaliteg, aunque esperan cumplir con su cuota de producción para impulsar la educación de las personas invidentes.

“Nuestra preocupación es atender a toda la población que requiere nuestros libros para que puedan tener su educación como cualquier otro niño. Otro reto es que observamos la necesidad de hacer otros textos que sean complementarios a los que ya imprimimos, por ejemplo, cuentos o novelas en braille”, expresa Ezequiel Martínez.

Por último, informa que la planta de producción cubre 25% de los 200 millones de libros que son impresos cada ciclo escolar para las escuelas y menores de edad en general.

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