San José.— Infierno, dolor, terror, miedo, horror, caos, amenaza, manoseos… son las palabras de los testimonios que, en medio de llantos, tensión y silencio obligado y nudo por el recuerdo, cinco mexicanas compartieron en la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica.
Fueron los relatos entre lágrimas sobre los sufrimientos que las 11 enfrentaron los días 3 y 4 de mayo de 2006 en un ataque de fuerzas policiales mexicanas en los municipios de Texcoco y San Salvador Atenco, durante los conflictos y protestas de floricultores y otros grupos de ciudadanos.
Algunas acudieron a esos sitios como universitarias y otras por vivir o laborar en la zona. Todas expusieron su miedo, que prevalece.
“¡Qué terrible recordar esto!”, narró la mexicana Bárbara Italia Méndez Moreno, una de las 11, al describir el “olor a sangre” que captó cuando los policías que la golpearon luego la lanzaron “sobre una pila de personas” y “comenzó lo que para mí representaba el infierno. Mi vida no pudo continuar como yo hubiera querido”, contó.
Ángela Patricia Torres Linares relató que luego de soportar puñetazos y puntapiés, fue introducida por policías a un autobús y uno “metió su mano en mi vagina”. Y un tiempo después “fue verme en el espejo y no reconocerme. Todas las mujeres son guapas, bonitas, menos yo”, dijo la joven.
Norma Aidé Jiménez rememoró: los policías “me manosearon” y metieron “sus manos en mi blusa”.
“La tortura sexual destruye vidas, familias y comunidades enteras, y a las sobrevivientes nos ha costado reconstruirnos solas”, acusó. “Estamos diciendo la verdad”, argumentó al pedir “justicia” y que “estos hechos no vuelvan a ser repetidos”.
Relataron que a pesar de ser víctimas, todas estuvieron detenidas por meses y años acusadas de atacar las vías de comunicación.
“No puedo dormir”, lamentó al advertir que por las agresiones sexuales “me cuesta trabajo” mantener relaciones con hombres.
Después del ataque, “mi cuerpo era morado y rojo”, destacó.
Tras el relato, todas aseguraron ante los integrantes de la Corte que buscan justicia ante esos sucesos con los que aún viven y deben contar en medio del dolor.