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A partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC), México experimentó una transformación en la estructura alimentaria, aseguró el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, Agustín Rojas Martínez, quien agregó que el crecimiento exponencial en la oferta y consumo de alimentos ultra procesados y de comida rápida ha provoca un serio deterioro en la salud, ya que cada vez se tienen menos opciones de acceder a una comida saludable.
"Pasamos de tener una situación de enfermedades asociadas con la desnutrición, a otra de padecimientos vinculados con su deglución, lo que a su vez está asociado con alteraciones crónico-degenerativas, caracterizadas por altos grados de contenidos de kilocalorías, azúcares y sodios que repercuten directamente en el organismo", refirió.
Al dictar la conferencia sobre productos ultra-procesados y vulnerabilidad alimentaria, en ocasión del Seminario de los Avances de investigación del IIEC, el especialista comentó que han ido desapareciendo los mercados públicos, con una caída de 34% en los últimos años en la Ciudad de México, lugares que se identifican como centros de abastecimiento de insumos más sanos.
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Ante ello, Rojas Martínez señaló que se debe revisar el actual modelo de producción y oferta de alimentos, explorando estructuras regionales con circulación y conexión directa entre productores y compradores. Indicó que en este proceso han ganado terreno los comestibles altamente industrializados, los cuales tienen un efecto significativo en la modificación de la dieta habitual de la población.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, nuestro país ocupa el primer lugar en venta y consumo de ultra procesados, con serias repercusiones en la salud. El académico universitario explicó que los alimentos ultra procesado responden a una nueva lógica socioeconómica y de producción. Se caracterizan por ser transformados totalmente, es decir, no se parecen a su forma original y, por tanto, se ubican en una lógica de rentabilidad empresarial, en donde el objetivo es reducir costos y aumentar las ganancias.
La incorporación de factores tecnológicos se suma a la producción de novedosas mercancías y alimentos prototípicos que tiene más tiempo de vida, su manejo y traslado hacia los supermercados se realiza de forma fácil, no hay tantas pérdidas y, por ende, se vuelven más rentables. Son de sencilla preparación, de rápido consumo y responden a necesidades de los nuevos compradores, sobre todo urbanos, añadió.
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En esta dinámica socioeconómica, enfatizó, el problema de salud radica en que las personas tienen cada vez menos opciones de acceder a las comidas naturales y nutritivas; la oferta se limita a lo que las empresas colocan en el mercado y se modifica el patrón de consumo. En las ciencias médicas y la economía se estima que cada quien es responsable de lo que adquiere y, bajo esa premisa, se argumenta que su condición de salud está bajo su cuidado, sobre todo los padecimientos crónicos degenerativos como obesidad y diabetes, considerados emergencias sanitarias.
En esas estimaciones, afirmó, no se toma en cuenta que las opciones de una alimentación adecuada son cada vez más limitadas para el grueso de la población y aún enfermos o diagnosticados se ven obligados a ingerir ultra procesados, porque es lo que más se ofrece en tiendas y supermercados.
La industria de alimentos es quien produce y decide qué poner en el mercado, pero además controla los canales de distribución y prueba de ello es que los supermercados, las cadenas de comida rápida y las tiendas de conveniencia son manejadas por grupos de este sector.
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Además, provocan en el mercado una sobreoferta de alimentos y de alguna manera condicionan lo que la gente debe consumir: hoy tenemos que 85 por ciento de productos que entran a los supermercados son altamente industrializados. En su análisis, el investigador universitario explicó que actualmente en nuestro país la estructura de la oferta es acaparada por este tipo de mercancías, cubriendo más del 60% del mercado.
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