La partida de Ariadna Fernanda López Díaz no sólo deja un vacío insoportable para su familia y amigos, sino también incertidumbres sobre qué pasó a su salida del Fisher’s de la colonia Condesa.
Ayer, luego de una segunda necropsia —de la que el Instituto de Ciencias Forenses (Incifo) no alertó a la familia que debían traer ropa y entregó así el cuerpo— y aún sin resultados de la misma, sus seres queridos la llevaron a su última parada.
El Panteón de San Nicolás Tolentino, ese pedazo de tierra olvidado en donde las tumbas se ocultan entre la maleza y basura, fue arropado por las personas cercanas a la joven de 27 años.
“Ari era una cabrona, cómo nos explicamos que ya no la vamos a ver”, fueron las palabras que sus amigas hicieron a un costado del féretro, despidiéndose y exigiendo justicia.
Valeria, su sobrina, se arrojó al féretro, lo abrazó desesperada entre sollozos que expresaban el momento de dolor desde que Ariadna Fernanda desapareció.
Las horas que siguieron aún son inexplicables para la familia: ¿qué y cómo sucedió?, ¿cómo llegó hasta inmediaciones de Tepoztlán, Morelos?, ¿dónde están los agresores?, porque para ellos, la versión de la fiscalía de dicha entidad, que refiere una muerte por congestión alcohólica, no concuerda con las marcas que fueron halladas en su cuerpo.
Cuando el féretro llegó al cementerio se escuchó El amigo que se fue de Intocable y cuando fue cubierto de tierra, su música favorita sonó desde una pequeña bocina en el piso.
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