Washington.— Tras varios meses de versiones en ese sentido, Anthony Kennedy decidió jubilarse de su puesto de juez en el Tribunal Supremo de Estados Unidos y entregó al presidente Donald Trump la posibilidad de diseñar el sesgo ideológico del Alto Tribunal para las próximas décadas.

Justo el día que terminaba el periodo de sesiones de la corte, Kennedy entregó a Trump su carta de renuncia. A sus 81 años —en breve cumplirá 82—, y presionado por diversos flancos para que se retirara, agradeció haber cumplido el “más alto de los honores” en el estamento judicial durante tres décadas, desde que lo eligiera Ronald Reagan en los 80.

La figura de Kennedy es central para entender algunas de las mayores decisiones judiciales de los últimos tiempos. Considerado el más centrista de los integrantes del Supremo, su decisión de alinearse con el bando conservador o progresista determinaba en la mayoría de ocasiones el triunfo de uno u otro bando. Sus votos fueron clave para la legalización del matrimonio homosexual o el mantenimiento de la reforma sanitaria conocida como Obamacare. No en vano, la revista Time lo describió como “El Definidor” en su portada de junio de 2012.

Sin Kennedy, Trump puede inclinar el Supremo hacia el conservadurismo, un desequilibrio que podría durar décadas. La búsqueda de un reemplazo empezará “de forma inmediata”, anunció el presidente, quien ya tiene una lista de 25 candidatos de tendencia claramente conservadora. Si logra situar a alguien en la corte, los conservadores ganarían cinco sobre cuatro miembros.

Se espera una gran batalla en el Senado, el órgano que deberá aprobar al nominado de Trump. El líder republicano en la Cámara Alta, Mitch McConnell, expresó su confianza de que “vamos a votar para confirmar al sucesor del juez Kennedy este otoño”. A día de hoy, los republicanos y su mayoría de mínimos podría confirmar sin necesidad de los demócratas.

Pero éstos todavía tienen ánimo de venganza, después de que McConnell no permitiera ni siquiera considerar en 2016 un juez para el Supremo propuesto por Barack Obama, alegando que era año electoral. Este 2018 también es año electoral —en noviembre se celebran legislativas—, y los demócratas están preparados para dar guerra e intentar devolver la jugada.

“Es la vacante de la Corte Suprema más importante para este país en al menos una generación. Nada menos que el destino de nuestro sistema de salud, los derechos reproductivos de las mujeres e incontables protecciones para la clase media están en juego”, aseguró el demócrata Chuck Schumer, quien pidió realizar la elección hasta después de los comicios.

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