Puente Francisco de Paula Santander, Colombia.— “Nuestras balas son piedras, palos, botellas de vidrio, pero nuestro escudo es el corazón”. Ederwi Barrero, venezolano de 29 años, está decidido a no ceder en la lucha contra el régimen de Nicolás Maduro. Por eso, ayer, él y decenas de jóvenes se reunieron en este punto limítrofe y se enfrentaron a policías, militares y paramilitares del oficialismo que impiden el paso a territorio de Venezuela.

Atrapados en la localidad colombiana de El Escobal, fronteriza con Venezuela y adyacente al puente Francisco de Paula Santander, que une a los dos países, los jóvenes hostigaron desde ayer en la mañana, con armas rudimentarias y artesanales, a las fuerzas leales a Maduro estacionadas en el vecino estado de Táchira.

A balazos, con gases lacrimógenos y perdigones, las tropas oficiales fuertemente armadas y equipadas repelieron los ataques, en un escenario signado por la incertidumbre política, tras el fracaso, el sábado, del operativo terrestre para enviar ayuda humanitaria a Venezuela desde Colombia y Brasil.

“El dictador Maduro no sale del poder con diálogo”, dijo Barrero, casado y con dos hijos, estudiante de Higiene y Seguridad Industrial, y residente con su familia desde hace un año en Colombia, a EL UNIVERSAL.

Sentado en la parte inferior del puente, en una trocha de piedras, arena y maleza junto al fronterizo río Táchira, Barrero lamentó que dos camiones con medicinas, equipos e insumos médicos y alimentos fueran quemados el sábado en el sector venezolano del puente por tropas oficialistas. Alertó de que “estamos en una incertidumbre de lo que pueda pasar hoy, mañana y a futuro. Maduro ordenó masacrarnos. Nosotros sólo queremos libertad”. Y por eso, concluyó, “sólo hay una palabra: resistencia”.

Los escombros humeantes de los dos camiones permanecían ayer en el extremo oriental del puente, como símbolo del fracaso del operativo internacional para enviar ayuda humanitaria a Venezuela.

A sangre y fuego, Maduro bloqueó el ingreso de la asistencia en ataques en varios puntos fronterizos con Brasil y Colombia, y cumplió su promesa de impedir la entrada de una ayuda a la que calificó de envenenada y podrida, al asegurar que es un pretexto para una agresión armada de Estados Unidos a Venezuela.

“La solución tampoco es la ayuda humanitaria”, alertó el opositor venezolano Joan Gómez, director de la Red Hospitalaria y Ambulatoria del occidental estado de Mérida, cuya gubernatura es controlada por la oposición: “Con la ayuda podemos comer varios días y punto, pero la verdadera solución es la salida de Maduro del poder”, alegó en una entrevista con este diario en una callejuela de El Espinal.

Al igual que Gómez, centenares de venezolanos que ingresaron el pasado viernes a Colombia por este puesto quedaron atrapados por la orden del gobierno de Colombia de cerrar la frontera ayer y hoy, para evaluar el saldo de los enfrentamientos que se registraron el sábado en este puente y en otro cruce fronterizo clave: el puente internacional Simón Bolívar.

Los dos puentes, adjuntos a la ciudad de San José de Cúcuta y del nororiental departamento colombiano de Norte de Santander, sufrieron daños de diversa consideración. El presidente de Colombia, Iván Duque, visitó ayer en la mañana ambos sectores, para reafirmar la soberanía colombiana y evaluar los destrozos.

Los disturbios dejaron entre dos y cuatro muertos, de acuerdo con diversas fuentes, y centenares de heridos. El gobierno colombiano contabilizó 156 militares venezolanos que desertaron entre sábado y domingo a Colombia.

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