Madrid.— Los resultados de las elecciones generales presagian tiempos difíciles para España, con un Parlamento fragmentado y dividido ideológicamente, lo que impedirá a los socialistas formar gobierno en solitario, ya que, a pesar de su victoria, siguen alejados de la mayoría absoluta.

El mayor éxito lo cosechó la extrema derecha de Vox que duplicó con creces su presencia en la Cámara Baja para convertirse en la tercera fuerza del país ibérico, favorecida por la desconfianza hacia la clase política, la explotación del sentimiento patriótico,y el agravamiento del conflicto independentista en Cataluña, para el que reclama mano dura.

Aun cuando el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) volvió a ganar en las urnas con 28% de los votos (120 escaños), su candidato Pedro Sánchez no podrá renovar el cargo presidencial con el apoyo de su grupo, por lo que estará obligado a pactar con otras fuerzas en un Parlamento integrado por 350 diputados.

Evitando cualquier autocrítica, nada más conocerse los resultados Sánchez hizo un llamado a todos los partidos políticos, salvo a los que se autoexcluyen de la convivencia y siembran el odio y la desconfianza — aseveró en referencia a la extrema derecha—, para que actúen con responsabilidad y generosidad a fin de superar la paralización política en España.

“Esta vez sí o sí vamos a conseguir un gobierno progresista y vamos a desbloquear la situación política en este país”, dijo ante cientos de seguidores congregados en la sede madrileña del partido; algunos de ellos portaban pancartas pidiendo una coalición de izquierdas.

El derechista Partido Popular (PP), con Pablo Casado al frente, remontó con fuerza en las elecciones para obtener casi 21% de los sufragios (87 bancas) y mantener la segunda plaza, mientras que el centroderechista Ciudadanos (Cs), de Albert Rivera, se derrumbó estrepitosamente para perder 47 diputados y cosechar apenas 6.8% de la cámara legislativa que se encargará de elegir al próximo Ejecutivo español.

El protagonismo de la jornada recayó, no obstante, en la extrema derecha de Vox, liderada por Santiago Abascal, que supo capitalizar el voto más radical del conservadurismo para voltear el tablero electoral, doblar sobradamente su presencia parlamentaria y obtener 15.1% (52 bancas), a pesar de sus proclamas xenófobas, sus ataques a la migración irregular y su declarado antifeminismo.

La izquierda alternativa de Unidas Podemos (UP), con Pablo Iglesias a la cabeza, se debilitó para quedarse con 12.8%de los votos y 35 escaños, lo que complica todavía más una hipotética alianza con el PSOE, que también perdió tres diputados en unos comicios que registraron una participación cercana a 70%.

Los principales partidos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco lograron retener su soporte electoral, lo que los sitúa en una situación óptima para hacer valer sus votos en un Parlamento fraccionado.

El escenario tras los comicios es similar al que hace apenas dos meses provocó el bloqueo y precipitó la celebración de las cuartas elecciones generales en menos de cuatro años. El conjunto de la izquierda no suma la mayoría absoluta necesaria (176 escaños) para garantizar la reelección presidencial de Sánchez, y las formaciones derechistas tampoco reúnen los votos suficientes para impulsar con éxito una candidatura propia.

Lo más lógico sería que el candidato socialista buscara un acuerdo de gobierno con sus socios de la izquierda para tratar de superar en primera ronda la investidura presidencial con el apoyo de otras fuerzas parlamentarias.

Si no lo consigue, Sánchez dispondría de una segunda oportunidad en la Cámara Baja, en la que sólo necesitaría recabar más votos a favor que en contra (mayoría simple) para acceder al poder, siempre y cuando los nacionalistas catalanes y vascos, junto a otros grupos minoritarios le allanen el camino con su respaldo o abstención.

Es necesario subrayar que tras las elecciones del pasado mes de abril ambas alternativas fracasaron antes de concretarse, debido a la falta de química entre Sánchez e Iglesias y la profunda desconfianza que se profesan los dos principales partidos de la izquierda española.

Con estos resultados electorales se abre una etapa de complicadas negociaciones a varias bandas.

Una situación enmarañada en la que los partidos implicados tendrán que afinar su instinto político y poner a prueba su capacidad negociadora, si quieren superar el cerco parlamentario y no decepcionar aún más a un electorado que en buena parte recela de la clase política y se muestra especialmente preocupado por el desafío independentista en Cataluña, el desempleo, la precariedad laboral, la corrupción y las secuelas de la crisis económica de 2008, que provocó severos reajustes presupuestarios y recortes en partidas sociales.

Son muchos los españoles que ofrecen claros síntomas de empacho electoral y que recurren a la película El día de la marmota para ejemplificar lo que está sucediendo en España, con la repetición de comicios cuyos resultados se parecen demasiado a los anteriores.

Si los candidatos no ceden posiciones y mantienen sus vetos recíprocos, habrá nuevas elecciones en el primer trimestre de 2020. Las quintas en poco más de cuatro años.

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