Madeleine Albright

tenía 59 años cuando se convirtió en la primera mujer en ser nombrada secretaria de Estado de Estados Unidos y sentaba el precedente para mujeres como Kamala Harris, quien más de 20 años después se convertiría en la primera mujer vicepresidenta, y de color, en la historia del país.

Su carácter implacable la llevó a ese puesto, al que llegó tras representar a ante Naciones Unidos. Pero no fue un camino fácil.

“Era casi ... inconcebible que alguien que no había tenido un trabajo en el gobierno hasta los treinta y nueve años y madre de tres se convirtiera en la mujer de más alto rango en la historia de Estados Unidos. En la edad adulta, nunca se suponía que fuera a ser lo que me convertí“, confesó en sus memorias publicadas en 2003,

“Albright: señora secretaria”

Albright, quien falleció por cáncer este miércoles, a los 84 años de edad, no tuvo una infancia fácil. Nacida en Praga el 15 de mayo de 1937 como Marie Jana, su padre trabajaba en la embajada de Checoslovaquia en Belgrado y la familia tuvo que salir huyendo de los nazis en 1939. Se establecieron en Londres y desde allí vivieron los años de la Segunda Guerra Mundial.

Conocida por su franqueza y decisión, Albright comenzó por su propio nombre. Su familia solía llamarle Madla, Madlen, entre otros apodos. Pero cuando comenzó a estudiar francés, decidió que le gustaba la versión francesa de su apodo: Madeleine. Y así comenzó a llamarse. A pesar de que nunca cambió legalmente su nombre, pocos conocen su nombre real.

La familia se estableció en Denver Colorado y Albright obtuvo la ciudadanía estadounidense en 1957. Dos años después, se graduó en Ciencia Política en el Wellesley College. En 1975 obtuvo el doctorado en Filosofía.

Su llegada a la política se dio de la mano de quien fuera un profesor de ella, Zbigniew Brzezinski, quien fue designado asesor de Seguridad Nacional tras la elección presidencial de Jimmy Carter. Brzezinski no dudó en reclutar a Albright en 1978 para trabajar con él.

Se convirtió en un gran apoyo en la campaña de Bill Clinton, quien la designó embajadora ante Naciones Unidas apenas asumir, en 1993.

En su momento, señaló como una de las cosas que más lamentaba de su servicio público “el fracaso de Estados Unidos y la comunidad internacional para detener los crímenes en Ruanda”.

De aquellos en la ONU se recuerda su participación activa y su enfrentamiento con el secretario General Boutros Boutros-Ghali, quien finalmente tuvo que renunciar a un segundo término en el organismo debido a la presión estadounidense.

Con ese currículum bajo la manga, el 23 de enero de 1997, se convirtió en la primera mujer secretaria de Estado en la historia de Estados Unidos y en la mujer con más poder, después de Clinton. Sabía que no podía aspirar a la presidencia, por no ser nacida en suelo estadounidense.

Madeleine, a la altura de Margaret

Desde esta cartera, se convirtió en un verdadero halcón de los demócratas y comenzó a ser equiparada con la primera ministra británica, Margaret Thatcher.

Presionó a la administración Clinton a implicarse militarmente en el conflicto de Kosovo, y también adoptó una línea dura respecto a Cuba.

Ella misma reconoció que se enfrentó con Colin Powell, quien era entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, por su renuencia a usar la fuerza militar. “¿Para qué guardas este magnifico ejército, Colin, si no podemos usarlo?”.

Aunque su franqueza solía causarle problemas, señalaba que era inevitable. “Me llevó bastante tiempo desarrollar una voz y ahora que la tengo, no voy a quedarme callada”, señaló en 2010.

Tras su paso por la administración Clinton, dirigió una empresa de estrategia global, Albright Stonebridge, y fue presidenta de una empresa de asesoría de inversiones centrada en los mercados emergentes.

También escribió varios libros. Albright se casó en 1959 con el periodista Joseph Albright, descendiente de la dinastía periodística Medill-Patterson de Chicago. Tuvieron tres hijas y se divorciaron en 1983.

Con información de Agencias.

agv

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