El diálogo reiniciado entre Corea del Norte y Corea del Sur con motivo de la participación de Norcorea en los Juegos Olímpicos de Invierno, que se desarrollarán en Seúl, representa la posibilidad de que se reabra un periodo de entendimiento, y colaboración incluso, que ha estado ausente desde 2008 cuando se interrumpieron las negociaciones multilaterales sobre el desarrollo nuclear de Corea del Norte, afirma en entrevista con EL UNIVERSAL el embajador emérito Jorge Eduardo Navarrete, quien fuera embajador de México en China (1989-1993) y Embajador en Corea del Norte (1990-1993), donde conoció a Kim Il-sung, fundador de Corea del Norte y de la dinastía que gobierna ese país.

El diálogo que se reinicia tiene lugar en una situación internacional que dificulta las conversaciones y no como en otras ocasiones que contribuía a alentarlas y estimularlas. Si bien el embajador Navarrete no deja de reconocer que a pesar de que los dos gobiernos dan la bienvenida al diálogo en marcha, existen posibles obstáculos o malentendidos y es difícil suponer que todo va a marchar sobre ruedas. Sin embargo, es de interés para ambos países que se trate de incidentes menores que puedan ser resueltos. En relación con el diálogo reabierto, el embajador Navarrete destaca que “suele pasarse por alto que ha habido periodos importantes de distensión, de tranquilidad, de intercambios de información, de relación razonablemente buena entre los dos gobiernos de la Península, con los vecinos y con la gran potencia del otro lado del Pacífico”, Estados Unidos.

A lo largo de la entrevista, el embajador Navarrete aborda el tema de la historia y el desarrollo de los dos países en la Península Coreana, de las aspiraciones de unificación que se dificultan y desvanecen, del desarrollo exitoso capitalista de Corea del Sur y del desarrollo militar de Corea del Norte. La tensión entre las dos Coreas ha llegado a niveles muy elevados, pero se han dado pasos importantes, primero con el restablecimiento del teléfono rojo para el contacto entre los gobiernos de Kim Jong-un en Pyongyang y y Moon Jae-in en Seúl.

Destaca el entrevistado que fueron pospuestos los ejercicios militares conjuntos de Corea del Sur y Estados Unidos que estaban programados para desarrollarse en los días en que tendrán lugar los Juegos Olímpicos. Seúl y Washington decidieron que se desarrollarán después del fin de los juegos, aún con fecha no definida. El embajador Navarrete se refiere a que Corea del Norte anunció un gran desfile militar la víspera o el día de inauguración de los juegos y que sería conveniente que no se llevara adelante, asunto que decidirá Kim Jong-un. Para el embajador Navarrete, el desfile militar representa un gesto amenazador con el despliegue de armas, equipos y contingentes militares. Pyongyang debería posponerlo, como lo hizo Seúl con los ejercicios militares.

Reconoce el embajador Navarrete que hay elementos que pueden incidir negativamente en la justa deportiva: en los últimos días ha habido expresiones de repudio de diversos sectores de la población de Seúl a la idea del desfile inicial con los deportistas de las dos Coreas unificado en un contingente conjunto, como lo han hecho en ocasiones anteriores utilizando una bandera blanca con la Península de Corea delineada al centro. También ha habido oposición a que, en ciertas competencias haya un solo equipo de las dos Coreas (hasta ahora sólo se hará en Hockey de hielo femenino). En las competencias individuales, los atletas representarán a su país. Las sensibilidades en Seúl y Pyongyang son distintas; en Corea del Sur hay crítica abierta y libertad de prensa, en Corea del Norte no las hay y las críticas pueden ser malinterpretadas como agresiones verbales.

La guerra de 1950-53 en la Península de Corea, fue la primera confrontación armada de la Guerra Fría después de la II Guerra Mundial. En 1945 se había dividido la Península de Corea, al norte del Paralelo 38 ocupaba el territorio coreano la Unión Soviética y al sur Estados Unidos, las dos potencias que se enfrentarían a lo largo de toda la Guerra Fría. Explica el embajador Navarrete: en 1950 Corea del Norte avanzó militarmente sobre Corea del Sur, hubo un enfrentamiento en el que los ejércitos del Norte estuvieron a punto de ocupar el conjunto de la Península, lo que desencadenó una intervención militar de Naciones Unidas. En realidad fue una operación comandada militarmente por Estados Unidos con la participación menor de algunos países, no fue una guerra de la ONU. Las fuerzas de Estados Unidos echaron atrás los avances militares en la Península moviéndose de sur a norte, donde combatieron con fuerzas coreanas apoyadas por la Unión Soviética y por la República Popular de China. Como resultado de aquella guerra -se calcula murieron tres millones de civiles-, la Península se dividió entre la República Democrática Popular de Corea, al norte del Paralelo 38, y La República de Corea, al sur del Paralelo 38, que divide a los dos países con una franja territorial de zona desmilitarizada a lo largo de toda la frontera.

Aquella guerra no terminó. En 1953 hubo un armisticio, pero nunca se firmó un Tratado de Paz, por lo que se considera que en cualquier momento podría reanudarse. Pero sí definió muchas cosas, incidió en un desarrollo peculiar de cada una de las dos Coreas. Para el embajador Navarrete, la guerra es un conflicto vivo, con un largo periodo de paz en el que ha habido confrontaciones y escaramuzas, conflictos políticos, pero también periodos de diálogo, de intercambio de información y de una cierta cooperación. Estados Unidos mantiene fuerzas militares en Corea del Sur, tiene una base militar cercana en el Pacífico en la isla de Guam y tiene bases militares en Japón y el Pacífico.

El tema de la unificación de las dos Coreas ha estado siempre presente a uno y otro lado del Paralelo 38. “Fue una idea apoyada por los dos gobiernos con motivos diferentes y con expresiones diferentes, pero la unificación nacional ha sido una bandera permanente tanto en el Norte como en el Sur, con un tono tal vez mas ideológico y exaltado en el Norte pero también muy compartida en el Sur”, afirma Navarrete. Una encuesta de The New York Times establece que la idea de la unificación, sobre todo entre la población joven, ahora tiene mucho menos fuerza de la que tenía en los años setenta u ochenta del siglo pasado. Es lógico que así ocurra, al conocerse los grandes costos que tuvo la unificación alemana o las experiencias frustradas de otros países como Chipre. Los jóvenes de menos de 40 años, en Corea del Sur, ven la unificación no sólo lejana sino sobre todo en términos de costo-beneficio, no les importa la idea político-patriótica de sus padres y abuelos, lo que les interesa es quién pagaría a los costos. Los que se oponen ahora a la unificación son los que piensan que va a beneficiar al Norte, que es la región menos desarrollada y que va a ser pagada fundamentalmente por los ciudadanos de Corea del Sur, concluye.

El desarrollo distinto y desigual de las dos Coreas tiene que ver también con aquella guerra y la división de la Península. En los años cincuenta y sesenta el mundo sabía que el Paralelo 38 era una de las fronteras más complicadas y más conflictivas del planeta, donde no había paz, sino simplemente un acuerdo de cese de hostilidades y donde los encuentros armados y los enfrentamientos eran casi cotidianos, recuerda.

Corea del Sur, como muchos otros países del litoral asiático del Pacífico, siguió un modelo de desarrollo capitalista, de mercado con fuertes elementos de participación y dirección estatal en el proceso de desarrollo, analiza el embajador Navarrete. La suya es una historia exitosa en el mundo capitalista. Por ejemplo, Seúl es importante competidor mundial en electrónica. En Corea del Sur se establece un modelo político de democracia occidental, hay elecciones libres, tres poderes políticos, libertad de expresión. En el Norte hay un modelo de planificación centralizada con menos recursos de inversión, es un país básicamente agrícola, productor de materias primas que depende en gran medida de la asistencia de sus dos grandes vecinos el soviético y el chino, y donde se establece un régimen político dinástico. El actual presidente es nieto del fundador de la República Popular de Corea, Kim Il-sung.

El desarrollo nuclear norcoreano “fue una respuesta defensiva a una situación en que ese régimen se sintió rodeado, aislado y decidió destinar todos sus recursos a una actividad muy poco productiva: el desarrollo de armas nucleares y de proyectiles balísticos”, continúa el entrevistado. Se concentraron los recursos en lo nuclear. Sin embargo, Kim Jong-un al plantear sus objetivos de 2018 estableció dar prioridad a los bienes de consumo para su población, reconociendo implícitamente que hay una demanda de alimentos y de otros bienes de consumo. En relación con las sanciones del Consejo de Seguridad contra Corea del Norte por las pruebas nucleares recientes, son una forma bastante burda de sancionar, porque se termina castigando a los no culpables que son las poblaciones en su conjunto, afirma.

Mientras Corea del Sur amparada en el paraguas de protección militar de Estados Unidos, dedicó sus recursos a un desarrollo impresionante de su industria civil y de la educación, porque confió en que en cualquier situación contaría con la defensa de Estados Unidos, que mantiene hasta ahora un contingente militar en ese país, que tiene una base militar cercana en Guam y otras en Japón y en el Pacífico. Por su parte, Corea del Norte está siempre en una situación de guerra con un armisticio desde 1953; nunca se sintió con la posibilidad de distraer recursos de lo militar, quizás porque no tuvo la confianza de poder ser protegida en el momento necesario por sus aliados Rusia y China.

A la pregunta de si Kim Il-sung pensó en el desarrollo del armamento nuclear en Corea del Norte, el embajador Navarrete responde: Yo entiendo que sí y debe haberlo hecho simultáneamente con China, su muerte supuso que se buscaran otras posibilidades para el desarrollo nuclear. No está claro qué vínculos tuvo para hacerlo, no está claro si fue con Paquistán, pero lo hizo. Y lo mantuvo hasta alcanzar su nieto en el poder, Kim Jong-un, un desarrollo nuclear muy importante, era un asunto de seguridad y de confianza en sus propias fuerzas.

Regresando al tema del diálogo entre las dos Coreas y los Juegos Olímpicos de invierno, el embajador Navarrete concluye que es necesario aplaudir y ver con esperanza que con el estímulo que ofrece la actividad olímpica, se encuentre la vía para regresar, primero a los años de contacto y de diálogo. Hay señales positivas. A principios del presente año se restableció el teléfono rojo, la línea de emergencia para que estén en contacto los funcionarios del Norte y del Sur y puedan resolver cuestiones que sin esa comunicación pudieran convertirse en causas de enfrentamiento militar incontrolado o incontrolable. Esto es muy necesario si recordamos que el año pasado fue el foco de conflicto mas peligroso a escala mundial, por el desarrollo nuclear de Corea del Norte, sus pruebas de misiles de largo alcance y la confrontación verbal-nuclear-amenazante entre EU y Corea del Norte, así como por los ejercicios militares de EU con Corea del Sur. Podría desatarse una guerra mundial con costos catastróficos para el conjunto de la especie humano. “Ojalá el diálogo avance hacia la cooperación constructiva,” concluye el embajador emérito Jorge Eduardo Navarrete.

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