Tres días después todavía no hay un motivo que explique por qué Stephen Paddock cometió el tiroteo más mortífero de la historia de Estados Unidos, pero la investigación sigue su curso: todas las miradas de ayer estaban centradas en la llegada a EU de Marilou Danley, la pareja sentimental del presunto autor de la masacre.

Danley llegó la madrugada del miércoles a Los Ángeles y fue interrogada por primera vez por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), que la considera una “persona de interés”, para tratar de descifrar el enigma de los hechos. No se supo nada de sus declaraciones, sólo el comunicado que leyó el abogado de ella, según el cual, Danley estaba fuera del país porque Paddock le compró un boleto de avión a su natal Filipinas y estando allí recibió un cheque de 100 mil dólares de él. Ella pensó que era su forma de terminar la relación. “Nunca se me ocurrió que estaba planeando violencia contra nadie”, aseguró.

“Nunca me dijo o hizo nada que me alertara que pudiera entender que de alguna forma era un aviso de que algo horrible como eso iba a suceder”, expuso en el comunicado en el que lo describió como “bondadoso, cariñoso y tranquilo”. Muchos dudan de que ella no supiera que su pareja estaba acumulando un arsenal en la casa que compartían.

Joseph Lombardo, sheriff del condado, reiteró ayer que no comprende qué llevó a Paddock, a quien definió como “perturbado y peligroso”, a actuar como lo hizo, y confirmó que quedan 119 personas hospitalizadas. La cifra de muertos se mantiene en 59. Paddock disparó desde una habitación en el piso 32 del hotel Mandalay Bay durante 10 minutos. Luego se suicidó antes de que la policía allanara el cuarto, donde había 23 armas.

Según Lombardo, hay evidencia de que tenía previsto sobrevivir y subrayó que no se ha encontrado nada parecido a una nota de suicidio. Para él, lo más “perturbador” es tratar de entender cómo movió solo tal cantidad de armamento y munición.

Fuentes anónimas contaron a The Associated Press que Paddock pidió de forma específica una habitación alta con vistas al festival de música. La del piso 32 desde donde disparó no estaba libre hasta el sábado: esperó hasta entonces para instalarse. La noche siguiente fue la masacre.

Visita presidencial. Las miradas estaban ayer puestas en la visita del presidente Donald Trump a Las Vegas. El mandatario había insinuado que su visita podría alargarse más de un día, pero al final estuvo poco más de tres horas, tiempo suficiente para visitar uno de los hospitales que atienden heridos y a los cuerpos de seguridad, en un viaje en que no dejó de alabar el trabajo de la policía y servicios de emergencias.

“Son todos una inspiración real. Es un momento duro, pero si no hubieran reaccionado tan pronto podría haber sido peor, mucho peor [la masacre]”, agradeció el presidente.

Entre los héroes del día destaca Jesus Campos, el guardia de seguridad del hotel Mandalay Bay que descubrió la ubicación de Paddock en el piso 32 y lo distrajo de seguir disparando a la multitud, recibiendo un tiro en la pierna.

A pesar de que Trump sigue insistiendo en que no es momento para el debate sobre las armas, en Wa-shington congresistas demócratas anunciaron un nuevo intento por regularlas. Esta vez con una ley que prohíba las herramientas que, por menos de 200 dólares, permiten convertir un rifle en una arma automática capaz de disparar centenares de balas con un solo tiro. Algunos republicanos se mostraron favorables a la propuesta.

El duelo en Las Vegas sigue su curso. La ciudad cada vez recupera más su actividad normal; incluso se ha abierto la principal vía de acceso al casino del Mandalay Bay, que sigue funcionando a pleno rendimiento.

Hoy la ciudad inaugurará su “Jardín Sanatorio”, construido en tres días en honor a las víctimas y los supervivientes del peor tiroteo de la historia de Estados Unidos. Las donaciones económicas para los afectados por la masacre ya superan los 8 millones de dólares.

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