París.— En la celebración del 50 aniversario del Mayo de 1968 hay un gran ausente: el gobierno francés. Decenas de exposiciones recorren París, se multiplican los libros, los documentales... Sin embargo, Emmanuel Macron no quiere oír hablar del año de las revueltas.

El presidente francés había expresado su voluntad de festejar un movimiento que representó el mayor cambio social y cultural de Francia en el siglo XX. Pero a medida que su gobierno se ha encontrado con cada vez más protestas ante sus primeras reformas liberales, a Macron se le ha hecho más antipática la efeméride.

Philippe Artières, director del Centro Nacional de Investigaciones Sociológicas (CNRS) y el hombre fuerte de las conmemoraciones del 68, explica a EL UNIVERSAL la llamativa ausencia de las actuales figuras de gobierno.

“Aquí no ha venido nadie. Ni la ministra ni el presidente”, dice: “Para la sociedad civil, el 68 forma parte de nuestra historia. Macron anunció que se festejaría, pero hay que tener en cuenta que estamos en el corazón de un conflicto social, especialmente con una reforma de la universidad que el gobierno quiere restringir y hacer más selectiva”.

Macron (1977) es el primer presidente nacido tras el 68. Al mandatario, un buen conocedor de la historia, no se le escapa que los paralelismos juegan contra él. La contundencia de su victoria electoral el año pasado, con un mensaje de regeneración nacional, fue la mayor desde las elecciones convocadas por De Gaulle tras las protestas de 1968, cuando logró 59% de los apoyos.

El Mayo francés fue un movimiento con reivindicaciones concretas (como aumento de salarios), pero también funciona como símbolo general de la revuelta contra el poder. La izquierda francesa lo sigue planteando como base de sus reivindicaciones, pero la derecha tiene un discurso crítico contra el 68 como momento destructor de la cultura del esfuerzo y las normas, que llevó a muchos de los problemas de la sociedad actual. El ex presidente Nicolas Sarkozy (2007-2012) se puso al frente de este descontento en 2008 con su declaración: “Quiero pasar página de Mayo del 68”.

Esa crispación en torno al evento parecía haberse rebajado y Macron deseaba incorporar el Estado a las celebraciones. El año pasado lo anunció así, aseguran-do que su llegada al poder representaba una nueva etapa para Francia en la que esos debates estaban zanjados, y su amistad con el líder sesenta y ochista Daniel Cohn-Bendit fortaleció esa idea; sin embargo, la amenaza de grandes movilizaciones en su contra aprovechando la ocasión (que tampoco llegaron al tamaño esperado por sus críticos) le animó a retirarse. Las más importantes fueron la Fiesta contra Macron, el 5 de mayo, y un acto el 26 de mayo con choques entre manifestantes radicales y policías.

Artières no cree que el problema sea exclusivo de Macron. “Para el poder es difícil conmemorar una huelga. Da igual que gobierne la derecha o la izquierda: celebrar una contestación del poder no es fácil para ellos”, explica.

Un estudiante de La Sorbona (donde no hubo homenajes) cree; sin embargo, que las precauciones de Macron son innecesarias porque en Francia hoy es improbable cualquier contestación. “Mira el Barrio Latino ahora. Es una cosa completamente artificial. Aquí sólo tienen casas los especuladores o grandes fortunas. Es muy difícil que así se dé una conversación entre estudiantes y obreros como la que permitió el Mayo”, dice.

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