Líbano tiene un nuevo primer ministro, Mustafá Adib, quien enfrenta el desafío de reconstruir al país y reformar su complejo laberinto de intereses sectarios bajo presión de la expotencia colonial Francia, que así logra extender su influencia en Levante otra vez.

Adib, de 48 años y afiliado al Movimiento Azm (persuasión, en árabe), un pequeño partido sunita fundado por el expremier Najib Mikati, recibió pasado el lunes el apoyo de las fracciones parlamentarias, incluyendo las del pro iraní Hezbolá y del Movimiento Futuro, aliado de Arabia Saudita y que encabeza otro antiguo jefe de gobierno, Saad Hariri.

“No hay tiempo para hablar, hacer promesas y expresar deseos, es tiempo de actuar”, recalcó Adib, embajador en Alemania desde 2013, horas antes de la nueva visita a Beirut del presidente francés, Emmanuel Macron. El mandatario del país galo había fijado el 1 de septiembre como plazo para comenzar los cambios estructurales en política, economía y finanzas que exigió a nombre de la “comunidad internacional” para canalizar ayuda por 5 mil millones de dólares.

Ya en la capital libanesa, escenario de la catastrófica explosión de 2 mil 750 toneladas de amonio de nitrato el 4 de agosto, Macron dijo que coordinará el esfuerzo para apoyar la reconstrucción en la conferencia internacional de donantes, que tendrá lugar en octubre en París, pero reiteró que “no daremos una carta o un cheque en blanco” sin que los líderes de las facciones se unan en torno a las reformas.

En la residencia del embajador galo en Beirut, al cumplirse el centésimo aniversario de la proclamación del Gran Líbano, entonces bajo control de París, Macron, quien ha advertido sobre el riesgo de otra guerra civil, dio un nuevo plazo hasta fines de octubre para iniciar las reformas. De lo contrario, no sólo se retendrá la ayuda financiera, sino que además se sancionará a dirigentes corruptos.

La amenaza de las sanciones fue lanzada por el mandatario francés, al reunirse en privado con los líderes sectarios (zuama), luego del desastre en el puerto.

Según fuentes diplomáticas citadas por la prensa regional, se congelarían sus activos en el exterior y se prohibiría la emisión de visas para varios de ellos, como el excanciller cristiano maronita Gebran Bassil, jefe del Movimiento Patriótico Libre, acusado de corrupción durante su paso por los ministerios de energía y telecomunicaciones, así como de nepotismo (es yerno del presidente Michel Aoun).

En la reunión del 6 de agosto, Macron también desafió al Hezbolá (Partido de Dios), enemigo acérrimo de los sauditas e Israel que logró el fin de la ocupación hebrea del norte libanés, en 1984, y es hoy la milicia más poderosa del país. “Todos sabemos que ustedes tienen una agenda iraní”, señaló a Mohamed Raad, coordinador de la mayoría parlamentaria del Hezbolá. “Conocemos muy bien su historia y su identidad particular, pero son libaneses, ¿sí o no? Quieren ayudar a Líbano, ¿sí o no?”.

Macron agregó: “Quiero trabajar con ustedes para cambiar Líbano, pero demuestren que son libaneses. No los aburriremos con preguntas sobre sus armas y dos o tres puntos que son importantes para ustedes, pero a cambio deben darle oxígeno al sistema. Acepten entrar al juego, porque no podemos seguir así”.

En la intrincada red de intereses y alianzas que ha caracterizado a la pequeña nación antes y después de la guerra civil de 1975-1990, el Hezbolá respalda actualmente a Bassil y a Aoun.

La milicia, que consolidó su popularidad sustituyendo al ineficiente Estado en el sur libanés y se presenta como salvaguarda de su soberanía, es considerada una organización terrorista por la Unión Europea y la Liga Árabe; no obstante, la invitación de Macron a trabajar por el bien colectivo ha sido vista en sus filas como “positiva” y “equivalente a su reconocimiento internacional”.

Ofrecer soluciones

“Si es una expotencia colonial la que está ofreciendo soluciones a Líbano y la mayoría lo acepta, no es mi papel juzgarlo”, afirmó a EL UNIVERSAL el periodista Elijah J. Magnier, cercano al “eje de la resistencia” en Medio Oriente compuesto por el Hezbolá, Irán y Siria.

“Entiendo que la gente cree que Macron suena como un presidente colonial secuestrando a Líbano. Así lo indica su conducta. Sin embargo, los políticos libaneses no están acostumbrados a resolver sus problemas sin presión del exterior y Macron lo comprendió; veamos de qué es capaz este gobierno de Líbano y de Macron”, añadió Magnier.

La pregunta que muchos se hacen es la posición futura que asumirán Francia y sus aliados occidentales y árabes respecto al Hezbolá, si tiene éxito el plan de rescate, sobre todo en cuanto al espinoso tema de su arsenal, con más de 100 mil cohetes y misiles capaces de alcanzar la mayor parte de Israel, a diferencia del conflicto de 2006.

De acuerdo con la cadena Al Jazeera, en la segunda visita de Macron la embajada gala en Beirut también distribuyó un “borrador de programa para el nuevo gobierno”, que entre sus puntos más relevantes exige facilitar la distribución de ayuda humanitaria, coordinada por Naciones Unidas “de manera expedita, transparente y efectiva”.

Detalla que la reconstrucción se efectuará con base en un análisis de la ONU, el Banco Mundial y la Unión Europea, que estimó en más de 4 mil 600 millones de dólares el daño provocado por la explosión, que será objeto de una “investigación imparcial e independiente” (el gobierno pasado de Hassan Diab empezó una después de los hechos).

Asimismo, como parte de la negociación con el Fondo Monetario Internacional —antes del estallido Líbano había solicitado 20 mil millones de dólares para paliar la crisis en la que ya estaba hundido— se crearán controles de capitales y se hará una “auditoría completa” al banco central.

Para enfrentar la escasez de electricidad se licitarán proyectos de gas natural y se “abandonará” en su forma actual la polémica iniciativa de la planta de Selaata, promovida por Aoun y Bassil.

En tres meses se dará a conocer un calendario para el aumento de tarifas, que arrancará con los consumidores más ricos. El borrador indica que el Parlamento aprobará una ley para garantizar la independencia del Poder Judicial y que se analizará la administración pública con un “organismo internacional independiente”, como el BM o la OCDE.

En tres meses se deberán imponer controles en los puertos de Beirut y Trípoli, el aeropuerto internacional de Beirut y otros puntos de entrada.

El reloj está corriendo para acometer estas reformas, pues la explosión no sólo dejó 191 muertos, cientos de desaparecidos, más de 6 mil heridos, 300 mil personas sin hogar y daños materiales que Aoun calculó en 15 mil millones de dólares.

El Consejo Noruego para los Refugiados, una de las agencias de ayuda que opera en Líbano, subrayó que ante la cercanía del invierno se requieren 84 millones de dólares para albergues en los próximos tres meses, pero apenas se han obtenido 1.9 millones.

Carlo Gherardi, director local del consejo, recalcó que 200 mil casas resultaron afectadas, incluyendo 3 mil seriamente dañadas o destruidas.

“Con la temporada de frío en la esquina, nos preocupa mucho que los damnificados enfrenten condiciones aún más duras que las presentes”, dijo.

Aún en “condiciones normales”, miles de libaneses y refugiados —palestinos y sirios suman 30% de la población— requerían ayuda para sobrevivir, ante una crisis que entre octubre y junio incrementó el precio de los alimentos en 109%, según la ONU.

¿Podrá Líbano levantarse otra vez como lo ha hecho tantas veces en su historia? El lunes, en un mensaje televisado, Nabih Berri, líder del Parlamento y jefe de otra facción chiíta, el Movimiento Amal (esperanza), demandó la “caída total de la estructura política y económica”.

Mientras, analistas en Beirut explicaban que el fracaso en las pláticas con el FMI, que se ha cobrado la cabeza de cuatro negociadores del gobierno, se debe al rechazo de la clase política a dejar un sistema clientelar y egoísta donde sólo los wasta (personas con palancas) sobreviven.

“Debe cambiar este sistema sectario”, enfatizó Berri. La antigua Fenicia, no obstante, todavía puede guardar muchas sorpresas, como las cuatro toneladas de amonio de nitrato descubiertas por el ejército el jueves cerca del puerto de Beirut, cuyo origen y propietario se desconocen de momento.

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