Washington

La lucha por los derechos civiles en Estados Unidos sufrió un vuelco a las 6:01 de la tarde del 4 de abril de 1968. En ese preciso instante, una bala atravesaba mortalmente al reverendo Martin Luther King Jr. mientras estaba en el balcón del segundo piso del motel Lorraine de Memphis, asesinando al icono indiscutible del movimiento activista por la justicia racial.

Hoy en día, el motel es un museo. La habitación 306 es la última estación del trayecto por la vida de MLK, con una recreación con todo detalle —cigarrillos a medio acabar, café todavía en las tazas— de la tarde que cambió para siempre la lucha contra la desigualdad.

“[El asesinato de Martin Luther King] terminó de forma virtual el movimiento de derechos civiles de las décadas de los cincuenta y los sesenta”, explica a EL UNIVERSAL Michael Wenger, profesor de Historia de la George Washington University y experto en desigualdad racial, racismo y liderazgo afroamericano.

King era, sin lugar a duda, el líder indiscutible de la lucha contra el sesgo racial en Estados Unidos, problema todavía muy presente a mediados del siglo XX. Era la figura unitaria de todas las organizaciones que protestaban por un cambio en la justicia social, en una sociedad que totalmente desfavorable a las minorías.

Su partida marcó un “punto de inflexión”, dice Earl Ofari Hutchinson, analista político y autor del libro 50 years later: why the murder of Dr. King still hurts (50 años después: por qué la muerte de Dr. King todavía duele). El movimiento activista viró totalmente, en una “caída en espiral” que pasó, por una sola bala, de las marchas pacíficas y la no violencia a la división, la fragmentación y las revueltas.

Hacía años que el activismo estaba perdiendo fuerza. Los éxitos legislativos de la segunda mitad de los sesenta (fin de la segregación, derecho a voto) cumplieron algunos de los objetivos, y la fuerza de la protesta se canalizó a un nuevo frente en los setenta: la oposición a la guerra de Vietnam.

Los seguidores de King creían que estaban en el impulso adecuado hacia una equidad racial. “Eso, obviamente, fue incorrecto, y hoy, el sesgo racial —tanto consciente e inconsciente— permanece como una barrera significativa hacia la igualdad racial”, remarca Wenger.

La desigualdad y problemas sociales no han aminorado en Estados Unidos. Los tiempos han cambiado, pero la sociedad estadounidense está en plena ebullición en una nueva era del activismo por defender derechos civiles.

Desde hace unos años, y con especial énfasis desde la elección de Donald Trump como presidente, se han multiplicado las plataformas que vuelven a poner sobre la mesa problemas sociales que necesitan atención y solución. Las desigualdades raciales del Black Lives Matter, la inequidad y el acoso a mujeres de Time’s Up y Me Too, el clamor por una reforma de la política migratoria de los dreamers, o el reciente movimiento Never Again contra la violencia armada son algunos movimientos actuales que, según explica a este diario Victoria Wolcott, profesora de Historia en la Universidad de Buffalo y experta en derechos civiles, podrían compararse “de alguna forma” con el movimiento de derechos civiles de los sesenta que lideró King.

“Todos difieren en estrategias organizativas —en particular por el uso de las redes sociales— y sus objetivos”, apunta. Sin embargo, hay algo que les une y que remite a la figura de King. “Su estrategia de no violencia continua moviendo la mayoría del activismo de hoy en día”, remarca Wenger.

La tesis de Wenger se demuestra con las masivas movilizaciones de los últimos meses. Millones de personas en las calles en la Marcha de las Mujeres o la más reciente Marcha por Nuestras Vidas, así como las múltiples protestas de dreamers con ocupaciones de oficinas de congresistas y sentadas pacíficas son ejemplo de que la resistencia a través de la no violencia es un aprendizaje de King que ha penetrado en el activista moderno de EU.

El movimiento más claro que es heredero de King es Black Lives Matter. “Ha tomados prestado mucho de las enseñanzas y la acción directa no violenta de MLK, que es su principal estrategia”, explica Wolcott. Sin embargo, y en un elemento común a todos los movimientos sociales de la actualidad, no hay un líder carismático que concentre la presión del movimiento.

“Eso puede ser una fortaleza, más que una debilidad, ya que depender de un único líder carismático es un problema para cualquier movimiento exitoso”, asegura la experta de la universidad de Buffalo. Los tiempos han cambiado. “La era de un único y dominante líder negro es cosa del pasado. Los tiempos, las condiciones, las circunstancias han cambiado”, coincide Hutchinson. Ahora hay más disgregación de ámbitos y problemáticas, a nivel más local y comunitario, que generan diferentes tipos de líderes.

Para el autor, el legado de King también impactó en los inicios de los movimientos de derechos civiles de la población latina. “King fue uno de los que más apoyó a los trabajadores agrícolas y a César Chávez”, recuerda, algo que permitió que el movimiento hispano se apropiara también de los “modelos y vehículos para protestar y pasar a la acción” de MLK.

Ahora, en su nueva versión tras la evolución del paso del tiempo, el movimiento chicano de finales de los 70 se concentra en la lucha de los jóvenes indocumentados por una voz en un país que les amenaza con la deportación.

¿Hace falta un Martin Luther King?
¿Hace falta un Martin Luther King?

Para Wenger, el “despertar de una conciencia pública de la persistencia de un sesgo racial” es lo único “rescatable” de que Trump sea presidente de Estados Unidos.

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