Madrid

Tracey Crouch fue nombrada esta semana la primera ministra de Soledad en el mundo. Los conservadores de Theresa May quieren encontrar solución a una epidemia que muchos en Reino Unido les acusan de haber extendido mediante sus recortes sociales.

Crouch añade la cartera de Soledad a sus otras tareas anteriores, Sociedad Civil y Deportes, en el remodelado gobierno de May. Su misión es coordinar la Oficina Nacional de Estadística en un estudio detallado del problema, desarrollar una estrategia para combatirlo y financiar a grupos comunitarios que asuman el trabajo de calle.

Los estudios más fiables sobre la soledad en Reino Unido pertenecen hasta ahora a la Cruz Roja y a la Comisión sobre la Soledad de Jo Cox. Cox fue la diputada laborista asesinada durante la campaña del Brexit en 2016 por un militante de extrema derecha. Muchos de sus esfuerzos en su comunidad se centraron en combatir un problema que ella misma aseguraba haber padecido durante su primera baja de maternidad.

Estos trabajos revelaron que nueve millones de británicos (una sexta parte de la población) se sienten solos. El 50% de mayores de 75 años viven sin compañía y los expertos recuerdan que el aislamiento es tan perjudicial para la salud como 15 cigarros diarios: eleva el riesgo de demencia, depresión y adicciones, dispara las enfermedades cardiovasculares y aumenta en 26% las posibilidades de una muerte prematura. Los principales afectados son los ancianos, pero también los divorciados, las madre primerizas o quienes se trasladan de ciudad por empleo.

Cuando se ha planteado este debate en ocasiones anteriores, muchos analistas británicos han situado la raíz del problema en el particular carácter nacional, con una cultura de la individualidad muy arraigada. Sin embargo, en los últimos años se ha vuelto indiscutible que los cambios sociales lo han agravado. La vida comunitaria se ha debilitado y los recortes sociales de los conservadores durante los últimos siete años, con cierres de centros de día, bibliotecas... aceleraron el aislamiento, principalmente de los más ancianos.

Se han multiplicado las iniciativas comunitarias para paliar la soledad, como grupos que acompañan a ancianos al bar a tomar una cerveza o a merendar pasteles. Sin embargo, la magnitud del problema ha invitado a una intervención gubernamental.

May ha asegurado que su compromiso con el proyecto es firme. “Quiero pasar a la acción contra la soledad de los mayores, de los que cuidan a enfermos, de los que han perdido a seres queridos, de los que no tienen con quién hablar o compartir sus pensamientos y sus experiencias”, declaró al presentar el ministerio.

La situación en otros países de Europa demuestra que el problema no es sólo británico. El envejecimiento de la población y la desaparición de espacios públicos han generado preocupación en sociedades tan distintas como la italiana o la alemana. En España llevan años registrándose muertes de personas solas en sus casas que no son descubiertas hasta mucho tiempo después. En 2016, un juez de Vigo (Galicia) expresó públicamente su preocupación al cursar en una sola semana 15 casos de este tipo.

Este verano María del Rosario Otero Vieites, de 56 años, fue encontrada momificada en su apartamento, también de Galicia, sin que en cinco años ninguno de sus 130 vecinos se preocupara por su paradero.

Según el Instituto Nacional de Estadística español, hay 4.63 millones de hogares unipersonales en el país, 10% de la población. El 42 % son mayores de 65 años, la mayoría viudas.

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