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Ciudad del Vaticano.— El papa Francisco dijo ayer que el coronavirus puso a todas las personas “en el mismo bote” e instó al mundo a “remar juntos”, durante un dramático y solitario servicio de oración en la plaza de San Pedro. También pidió ver la crisis como una prueba de solidaridad y un recordatorio de valores.
“Una espesa oscuridad se ha acumulado sobre nuestras calles y ciudades”, expresó, al hablar desde los escalones de la Basílica de San Pedro hacia una plaza sin ninguna persona y lluviosa antes de entregar una bendición Urbi et Orbi, a la ciudad y al mundo.
“Se ha apoderado de nuestras vidas, llenando todo con un silencio ensordecedor y un vacío angustiante que detiene todo a medida que pasa; lo percibimos en el aire... Nos sentimos asustados y perdidos”, remarcó.
El Vaticano calificó al servicio como “una oración extraordinaria en tiempos de pandemia”, un eco sombrío de un anuncio de funcionarios italianos minutos antes de que el número de muertos por coronavirus en el país había aumentado por encima de los 9 mil.
El Pontífice enfatizó: “Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos (...) Invito a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar”.

Elogió a los médicos, enfermeras, empleados de supermercados, limpiadores, cuidadores, trabajadores de transporte, policías y voluntarios, diciendo que ellos, no los ricos y famosos del mundo, “escriben los acontecimientos decisivos de nuestro tiempo”.
El jerarca católico caminó bajo la lluvia hasta un dosel blanco en los escalones de la Basílica y habló sentado en soledad ante una plaza donde normalmente se reúnen decenas de miles de personas. Rezó ante un crucifijo de madera que normalmente se guarda en una iglesia de Roma y se lleva al Vaticano para servicios especiales.
Según reza la tradición, una plaga que afectó a Roma en el año 1522 comenzó a disminuir después de que el crucifijo fuera llevado por las calles de la capital italiana durante 16 días.
La Santa Sede ha ordenado el cierre hasta el 3 de abril de la plaza y la Basílica de San Pedro, como medida de precaución ante la propagación de esta pandemia.
La de este viernes ha sido una cita de oración universal, que propuso Jorge Bergoglio el pasado domingo tras el rezo del Ángelus y que ha tenido otra característica particular: todos los católicos han tenido la oportunidad de obtener la indulgencia plenaria, tal y como estableció recientemente el papa Francisco en el decreto de la Penitenciaría Apostólica.
También se informó que las celebraciones litúrgicas, durante la Semana Santa, se desarrollarán por primera vez sin fieles y en lugares cerrados para evitar el avance del contagio.
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