Washington.— Han pasado 90 días desde la proclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Pese a que el régimen de Nicolás Maduro no muestra signos de dar su brazo a torcer, Estados Unidos sigue empeñado en que su salida es la única vía posible para la restauración de la democracia en ese país.

Elliott Abrams, representante especial del Departamento de Estado de Estados Unidos para la crisis, pronuncia hoy un discurso sobre la crisis venezolana en el Atlantic Council. Sostiene que su charla hará énfasis en el “día después” a lo que ve como el inevitable colapso del régimen y lo imperativo que resulta tener en cuenta un futuro para el chavismo y los militares venezolanos. Anticipa la imposición de nuevas sanciones, posiblemente para mañana.

Cuéntenos del discurso que piensa pronunciar en el Atlantic Council sobre Venezuela.

—La idea es hablar sobre cómo vemos a la Venezuela del mañana, una vez se vaya el régimen de Maduro y pueda iniciarse la reconciliación y la reconstrucción.

¿Cuáles son los principales retos que usted cree enfrentará Venezuela en ese “día después” del que tanto se habla?

—Mientras pensamos en el futuro de Venezuela hay que analizar el rol de los militares y del chavismo.

Son temas muy importantes, pero ¿qué le hace pensar que debemos hablar sobre eso cuando el gobierno de Nicolás Maduro no parece estar cerca de ser derrotado? Se acaban de cumplir 90 días desde que Juan Guaidó se proclamó presidente y no se vislumbra aún la salida del régimen.

—Hay una gran unidad en torno a Guaidó. La gente me decía que si esto seguía 30, 60 o 90 días se vería un colapso de esa unidad. Eso no ha pasado y Guaidó sigue siendo el líder. También decían que con el paso del tiempo la gente se enfocaría en conseguir un trabajo y algo de comer, y dejarían de salir a protestar. Eso también ha estado equivocado.

Las encuestas siguen mostrando que la popularidad de Maduro está por el piso, sólo 15% de apoyo, que la gente quiere que se vaya y que entre los que quieren que se vaya están los militares. No podemos dar un cronograma o una fecha, pero confiamos en que los deseos de los venezolanos se cumplirán y este régimen se desvanecerá.

Pero ante situaciones similares la historia ha demostrado que entre más tiempo pasa más se atornillan este tipo de regímenes, ¿no es así?

—No estoy de acuerdo. Lo que hemos visto en casos como el de [Zine El Abidine] Ben Ali, en Túnez, y en Egipto, con Hosni Mubarak, es que nadie puede predecir esto. Se ven sólidos hasta que se van. En el caso de Maduro ni siquiera se ve sólido. Pese al riesgo la gente se sigue sublevando.

La impresión inicial que se tuvo, y hasta se vendió, era que la salida de Maduro era inminente. ¿No cree usted que se vendieron falsas expectativas y de ahí la frustración que hoy existe?

—Quizá algunos pensaron de esa manera, pero esa nunca ha sido nuestra aproximación. Cuando el secretario de Estado, Mike Pompeo, me pidió que ayudara no me dijo: “Oye Elliot, te necesito unas cuatro semanas porque esto es cuestión de días”. Nunca dijo eso. Aquí no hay nadie que piense que no se ha progresado.

Hay voces en América Latina que piensan que quizá Estados Unidos gastó todo su arsenal contra Maduro muy rápidamente y que ahora se han quedado sin munición para seguir presionando. ¿Qué opina?

—Eso también lo escucho con frecuencia, pero no es cierto. Tenemos una lista de sanciones adicionales y es posible que anunciemos nuevas este mismo viernes. Tenemos de título personal y económicas. Hemos alcanzado victorias en la OEA [Organización de los Estados Americanos] y seguiremos buscando otras en otras instancias internacionales.

¿Pero no vuelve más difícil su trabajo el hecho de que Maduro, por un lado, haya aceptado el ingreso de ayuda humanitaria y, por otro, esté recibiendo un respiro dadas las labores del Grupo de Contacto que lideran algunos países europeos para buscar una salida diferente a la crisis?

—La ayuda humanitaria que ha ingresado la Cruz Roja, y que respaldamos, sólo ha servido para atender a 25 mil personas, pero hay más de 30 millones de venezolanos en el país. Lo mejor que se puede decir de la iniciativa de la Cruz Roja es que es un programa piloto, pero no es la solución.

En el caso del Grupo de Contacto, ¿no cree que su efecto ha sido el de ofrecerle un salvavidas a Maduro y su régimen?

—No creo que le haya ofrecido salida alguna. La gente quiere que esto se acabe independientemente de si existe o no un Grupo de Contacto. El problema del régimen es que no tiene capacidad para resolver los problemas (...) sólo ofrece más represión.

Existe la idea de que Maduro podría convocar elecciones anticipadas con veeduría internacional. ¿Es algo que ustedes apoyarían?

—Queremos elecciones libres, pero no veo cómo puedan darse con Maduro en el poder. Ya vimos cómo se robó unas, las de mayo de 2018. Pero aun si existiera veeduría internacional, Maduro sigue en control total, con todo el poder de intimidación y castigo. Existen 25 mil agentes cubanos infiltrando los sistemas de inteligencia, Maduro sigue controlando los medios de comunicación. Es imposible tenerlas con ese nivel de control.

Ustedes insisten en que todas las opciones están sobre la mesa, pero, ¿lo están realmente? He escuchado que el mismo Departamento de Defensa es reticente frente a la posibilidad de una intervención militar.

—Por supuesto que lo están. Todos deberíamos estarlo porque cualquier opción militar debe ser la última. Qué decisiones tome el presidente dependerán de lo que vaya pasando en las semanas y meses que vienen.

¿Cómo se imagina usted una intervención humanitaria en Venezuela por razones humanitarias?

—Esa es una pregunta que no puedo contestar.

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