Daca.— Bangladesh es uno de los países más expuestos del mundo a los impactos del cambio climático. El aumento del nivel del mar, agravado por varios ciclones tropicales intensos y marejadas ciclónicas, ya está desplazando de sus tierras y hogares a comunidades que habitan zonas costeras. En las regiones del interior, la erosión de las riberas de los ríos —provocada por las lluvias monzónicas— está incrementando el ya elevado riesgo de inundaciones, dejando sin tierra ni hogar a miles de personas al año.

Un estudio de 2010 concluyó que los efectos de las catástrofes provocadas por el cambio climático ya habían desplazado a 6 millones de personas en Bangladesh.

Detrás de las cifras están las historias de familias como las de Nasiruddin Nasiruddin y Rahmat Ullah, quienes vivían en Takurgaon, en el norte de Bangladesh, pero perdieron sus cultivos de arroz y de yute, junto con sus casas, por las inundaciones, por lo que no tuvieron otra opción que mudarse a Daca, la capital del país, con sus familias. Tratan de volver a ganarse la vida recorriendo las calles, incluso con lluvias intensas, llevando a los transeúntes en “rickshaws” (moto taxis), pero al ser recién llegados no saben moverse por la ciudad.

Nasiruddin teme que su hija mayor no pueda seguir estudiando, un miedo que comparte Rahmat Ullah con respecto a sus dos hijos.

Una situación que se repite. Kiribati es un Estado “oceánico” formado por 32 atolones y una isla de coral, con una extensión de más de un millón de millas cuadradas en el centro del océano Pacífico y una población de 110 mil personas. Prácticamente la totalidad de su superficie terrestre está a sólo tres metros por encima del nivel del mar, por lo que se le considera uno de los lugares del mundo más vulnerables a los impactos del cambio climático.

“El ayuntamiento intentó proteger la tierra. Construyeron un dique de protección, pero el mar es más fuerte y ha causado una gran destrucción. Todos cultivaban su taro [tubérculo] aquí, hasta que llegó el mar y se lo llevó por delante. Ahora nos tenemos que trasladar hacia el interior muchas veces. Estamos muy tristes porque sabemos que el mar seguirá tragándose nuestras tierras”, dice Uriano Kaitabwa, de 34 años, en la playa donde estaba su casa.

En África, las cosas son iguales. En Etiopía, Ibado, de 60 años, vive con sus hijos y nietos en el asentamiento temporal de Bodadere, en el sur del país. “En mi vida había visto algo así. Teníamos 700 cabras y ovejas y ahora sólo tenemos siete. Nunca había vivido en un asentamiento y me he visto obligada a ello por la sequía. Esta sequía está afectando a todo el mundo”, lamenta.

***Con información de Oxfam-Intermón

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