Washington.— La mayoría de personalidades políticas de Estados Unidos que han opinado de las protestas en Cuba de este fin de semana hacen hincapié en que parte de su motivación es la situación de pobreza en el país, con la población sin acceso a alimentos ni medicinas, y culpan al régimen cubano de esas penurias.

“Estados Unidos apela al régimen cubano que escuche a su pueblo y le atienda a sus necesidades en este momento crucial, en lugar de enriquecerse”, expresó el presidente Joe Biden, en un comunicado. “Todo indica que las protestas de ayer [domingo] fueron expresiones espontáneas de la gente que está exhausta de la represión y el mal manejo económico del gobierno cubano”, añadió la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en su conferencia de prensa diaria.

Una tras otra, gran parte de la plana mayor de los líderes políticos de Estados Unidos se pronunciaron en ese mismo sentido, una misma tónica que obviaba premeditadamente el elefante en la sala: el embargo de Estados Unidos a Cuba vigente desde hace seis décadas.

Los graves problemas de desabastecimiento y debilidad económica de la isla no son causa exclusiva del embargo estadounidense, pero los expertos consultados por EL UNIVERSAL coinciden en que sí son un factor a tener en cuenta, a pesar de que figuras tan relevantes como el senador cubano-estadounidense demócrata Robert Menéndez asegurara ayer que “el único embargo que existe es el embargo del régimen en contra del pueblo cubano y ya es hora de que termine”.

“Vergonzosamente, las declaraciones del presidente Biden de hoy [lunes] ignoran la contribución que los Estados Unidos han hecho para el sufrimiento de la población cubana”, comentó a este diario Philip Brenner, profesor de la American University y experto en las relaciones entre EU y Cuba.

“Las protestas en Cuba del fin de semana están impulsadas principalmente por las dificultades económicas, la frustración por las largas colas y la escasez, y la ira por los problemas del sistema médico cubano para abordar las enfermedades relacionadas con el Covid”, explicó a EL UNIVERSAL Geoff Thale, presidente de la Oficina en Washington para Latinoamérica (WOLA) y experto en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. “Si bien el embargo de Estados Unidos no causó estos problemas”, resolvió, “sí contribuye a ellos”.

Para Brenner, “el impacto del embargo de Estados Unidos es enorme” en la situación de escasez y decrepitud económica en Cuba. A grandes rasgos, el bloqueo estadounidense limita la importación de productos y, quizá uno de los factores más importantes, hace muy difícil la llegada de remesas e imposible los tratos con el sistema bancario de Estados Unidos, lo que supone de facto la expulsión de Cuba de los mercados.

Hace un par de meses, Oxfam Internacional publicó el informe “Derecho a vivir sin un bloqueo”, donde resumió que “estas políticas estadounidenses producen un daño real y violan los derechos de los ciudadanos cubanos y obstaculizan el desarrollo económico, social y ambiental local”, con especial afectación a mujeres y niños.

“A nivel humanitario que afecta a la vida diaria de los cubanos,”, detalló Brenner, “las sanciones de Estados Unidos hacen más difícil para los cubanos comparar medicinas e incluso utensilios simples como las jeringas para administrar la vacuna contra elCovid-19 que ha desarrollado Cuba”, por ejemplo. En su conferencia, Psaki trató de quitarse responsabilidades y vender una imagen de buena voluntad para quitarse presión diciendo que el embargo “permite que ayuda humanitaria llegue a Cuba”.

Para hacer frente a la crisis humanitaria en el país”, resolvió Thale, “EU debería relajar las restricciones, ayudar a las familias cubanas”. Y eso pasa por “hacer lo correcto” y revertir el endurecimiento de la era Trump, regresando a lo que inició la administración de Barack Obama: un inicio de deshielo que se preveía esperanzador y que fue rápidamente guillotinado por su sucesor, Donald Trump, quien incluso puso a la isla en la lista de Estados patrocinadores de terrorismo, apretando todavía más en la asfixia económica.

En octubre del año pasado, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, cuantificaba el efecto de todas las décadas del embargo estadounidense sobre la isla caribeña en más de 144 mil millones de dólares, un cálculo que para el experto de la American University estaría basado en suposiciones un poco al alza. “El reclamo de Rodríguez parece un poco alto”, estimó Brenner, “pero no muy lejos de la realidad”.

No todo es culpa del embargo. “Obviamente”, apuntó Thale, “a su vez el gobierno debería respetar el derecho a la protesta pacífica en el país, y debería acelerar algunas reformas internas en la economía que son necesarias. El comportamiento de Estados Unidos no debería se excusa para la inacción cubana”.

El asunto del embargo está por ahora totalmente inmóvil. La administración Biden parece no tener prisa para encontrar cuál es su política hacia Cuba, más allá de reiterar los lugares comunes de querer que se resguarden los derechos humanos y la democracia. Biden, hace unos meses, dijo que no era prioritario, y ayer Psaki descartó poner en qué orden de prioridades está en la administración.

De hecho, hace dos semanas Estados Unidos volvió a votar en contra del levantamiento de las sanciones en las Naciones Unidas, un posicionamiento que solo fue secundado por Israel y que mantuvo la línea dura de Donald Trump, en lugar de recuperar el aperturismo de los últimos compases de la administración de Barack Obama. Un Israel que, por cierto, “ha comerciado con Cuba y ha ayudado a Cuba a rejuvenecer su industria de cítricos”, apuntó Brenner.

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