En el Informe Semanal del 20 de noviembre de 2005 la Secretaría de Hacienda y Crédito Público iniciaba con un texto titulado ¿Por qué la deuda pública ya no es noticia?.

Aquel texto, con cierto aire de arrogancia pero con datos duros que validaban sus afirmaciones, decía a la letra: “En el pasado, la deuda pública en general, y en particular la deuda externa, fue un dolor de cabeza para los gobiernos de México debido a la irresponsabilidad fiscal. Ahora, y ya desde hace al menos una década, gracias a la tarea de funcionarios preocupados y ocupados por este tema, luchando por lograr finanzas públicas sanas, es que la deuda pública dejó de ser noticia angustiosa y atemorizante para los mexicanos. Pero esto no significa que la deuda pública haya dejado de ser importante; por el contrario, sigue siendo un elemento crucial, no solo para la estabilidad de las finanzas del país, sino para la economía personal de cada mexicano”.

El planteamiento general de aquel viejo texto gubernamental de hace ya más de una década era irrebatible: La deuda pública efectivamente ya no era un riesgo de corto y mediano plazos para la estabilidad macroeconómica y el gobierno de Vicente Fox lo gritaba a todo pulmón al final de su sexenio.

Las cifras eran contundentes, especialmente si se trataba del endeudamiento externo. Dos décadas atrás de esa fecha la deuda externa representaba 40% del producto interno bruto y 75% de la deuda total del país. A finales de 2005 la deuda externa representaba apenas el 10% de la producción nacional anual y menos del 40% de la deuda total. El cambio en la estructura de la deuda pública que se había dado en las dos últimas décadas era notable, como lo era también la disminución de su exposición al riesgo; y en aquel noviembre se esperaba que hacia el final de ese sexenio el riesgo implícito de la deuda se redujera aún más colocando, por primera vez, bonos a 30 años e incentivando a los inversionistas a convertir su tenencia de activos mexicanos denominados en dólares a pesos mexicanos. Se avanzaba en la reducción del riesgo país y se lanzaban mensajes a las agencias calificadoras a mejorar el perfil de la deuda mexicana. Eran los días de un sexenio en que los precios petroleros de exportación rozaban los 42 dólares desde los 30 dólares de inicio de sexenio y los ingresos fiscales petroleros se incrementaban consistentemente, aunque la producción de Cantarell, la joya de la corona petrolera del gobierno, ya comenzaba a declinar.

Pero aquel Informe Semanal de Hacienda, bajo la titularidad de Francisco Gil Díaz, ya en las postrimerías del gobierno foxista, tenía la intención de destacar lo que se consideraba uno de sus grandes logros: el manejo responsable y con una visión de largo plazo de la deuda pública. Con datos constantes de 2016, la deuda pública total había pasado de 2.8 billones de pesos a 3.0 billones en aquel 2005; con un cambio significativo en la estructura de la deuda pública: la deuda interna pasó a representar de 49% en 2000, a 64% de la deuda total a noviembre de 2005. Pero para finales de 2006, la deuda interna ya reprensentaba 74% del total de la deuda pública del país. El giro respecto de hace dos décadas y media en términos de la deuda pública, fue total.

Aquel texto del Informe Semanal de 2005 fue criticado por su arrogancia. Sin mencionarlos por nombre, se hacía alusión a aquellos funcionarios “irresponsables” del pasado que habían hecho de la deuda pública un dolor de cabeza y un riesgo para México. Eran, sin duda, los gobiernos de López Portillo y de Miguel de la Madrid los blancos de aquella feroz crítica cuando la deuda pública alcanzó niveles sin precedentes llegando a representar más del 90% del PIB, según lo ilustraba la gráfica que la misma dependencia adjuntaba en aquel Informe. Fue tal la gravedad de la deuda pública mexicana que se convirtió en un asunto delicada para la relación bilateral con Estados Unidos.

Pero la crítica a la arrogancia de aquel texto que ahora aludimos, también suponía ‘aplausos’ a los funcionarios “ocupados y preocupados por este tema” desde hace “al menos una década”. Era un reconocímiento explícito a secretarios de Hacienda como Guillermo Ortiz, José Ángel Gurría y, claro, Francisco Gil Díaz.

Lo cierto es que la deuda pública ha sido un dolor de cabeza cíclico para México. ¿Cómo olvidar aquellos años de 1994-95 cuando los mexicanos pensábamos que la deuda “ya no era noticia”? ¿Cómo olvidar que buena parte de la deuda interna contingente que hoy tiene el país es producto de la quiebra bancaria de 1995 y que ahora sigue significando una presión fiscal adicional para el futuro? ¿Cómo olvidar que el crecimiento de la deuda pública volvió a “ser noticia” en el sexenio de Calderón cuando pasó de 18.2% a 33.1% del PIB con ingresos petroleros extraordinariamente altos?

A la distancia, aquel Informe Semanal de noviembre de 2005 había pecado de arrogancia, pero tenía razón en destacar el manejo responsable de la deuda pública después de décadas de dolores de cabeza.

En 2017 la deuda pública “es noticia” por el manejo fiscal irresponsable de los últimos años que nos han hecho recordar que la estabilidad económica de la nación y la personal de cada mexicano, se encuentra bajo mayores riesgos.

Twitter:@SamuelGarciaCOM

E-mail:samuel@arenapublica.com

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