Gracias a una excompañera de la maestría que fue electa diputada en Arizona, tuve la rara y valiosa oportunidad de asistir a los eventos de toma de posesión del hoy presidente Donald J. Trump el pasado viernes en Washington D.C. y de participar el día siguiente en la Marcha de Mujeres en Washington.

Dos eventos contrastantes que dan una idea general de la división política actual en los Estados Unidos y de la manera en que la comprensión sobre las motivaciones de ambos grupos puede ayudarnos a comprender la era Trump.

La toma de protesta

Caminando hacia el Capitolio, donde se realizó el juramento presidencial, atravesé varias calles repletas de manifestantes anti-Trump hasta que pude pasar los estrictos controles de seguridad para entrar a la zona restringida en donde miles de seguidores del nuevo presidente festejaban el triunfo de su candidato. Para ellos llegaba el día que estaban esperando. Las palabras de su presidente hicieron eco de sus más profundas convicciones y motivaciones para votar por el candidato republicano el pasado ocho de noviembre: la importancia de la religiosidad en sus vidas y en la política, la protección de la frontera, la erradicación del terrorismo radical islámico, la defensa de los empleos existentes y la creación de nuevos -con la bandera del proteccionismo comercial y bajo la consigna de “compren estadounidense y contraten estadounidenses”.

De lo que atestigüé en Washington el viernes, pude identificar entre los seguidores de Trump dos elementos que será necesario tomar en cuenta para comprender sus motivaciones:

El primero de ellos es una dimensión religiosa –no sólo en los protocolos de la ceremonia sino sobretodo en el discurso de Trump- y cuya resonancia tiene entre sus seguidores: como reacción a las alusiones religiosas sobrevenía la emoción colectiva, las lágrimas de felicidad. El segundo elemento es el peso del discurso en contra de los políticos tradicionales de Washington. Las críticas a la clase política tradicional y los anuncios de que ahora el poder pasaría “de los políticos al pueblo”, fueron sin duda los mensajes que más celebraron los seguidores de Trump. En efecto, esos ciudadanos con voto pero sin una voz en medios liberales, que no se sentían representados por Washington y que no veían sus intereses reflejados en las prioridades de los políticos tradicionales fueron los que eligieron a Trump.

Son ciudadanos que quieren recuperar la promesa del sueño americano de que es posible salir de la pobreza y darle a la siguiente generación de su familia una plataforma de desarrollo económico mejor que la propia; ciudadanos que no necesariamente odian a México, pero que prefieren conservar su empleo a verlo moverse al sur de la frontera; ciudadanos que desconfían de los inmigrantes en un ambiente de miedo a los actos de terrorismo; ciudadanos profundamente religiosos que no se vieron representados en la agenda demócrata a favor de los matrimonios igualitarios, la legalización del aborto y la llamada “agenda liberal”.

La Marcha de las Mujeres en Washington

En la mañana del sábado, un día después de la toma de protesta, todos los medios de transporte, aeropuertos, metro, trenes se encontraban completamente abarrotados. Durante más de cuatro horas fue imposible marchar, pues estaban tan llenas las calles que era imposible caminar.

Las mujeres salieron a las calles a manifestar su enojo y frustración, pero sobretodo su determinación a no dejar que este nuevo gobierno aplaste sus derechos y el de todos aquellos que sienten que sus libertades serán vulneradas a su llegada.

En esa marcha hablaron mujeres de todas las causas y todas las voces que se sintieron –o estuvieron- excluidas de la campaña de Trump: inmigrantes, musulmanas, afroamericanas, de la comunidad LGTB y mujeres que como Gloria Steinem señalaban que llevaban 40 años o más defendiendo las causas feministas.

En la marcha me encontré de manera totalmente espontánea a una mujer cuya pancarta decía –en español– Gracias México por todos los trabajadores indocumentados que sostienen este país. Muchos me dijeron: no están solos. Pero estaremos solos si no somos capaces de hacerles transmitir el sentido de urgencia a esos ciudadanos que hoy están dispuestos y quieren apoyarnos. Una lección que dio el famoso Michael Moore en esa marcha fue cuando les dijo a los asistentes que hablaran a cada uno de sus representantes para hacer valer su voz. Así como en días recientes se habían organizado para no permitir que se eliminara el Comité de Ética del Congreso, así les llamaba a que cada derecho, cada tema, cada lucha se convierta desde hoy en una acción cotidiana. Por la vía que funciona, que es la democrática.

Estamos tan obsesionados con la figura de Donald Trump –por obvias y entendibles razones– que poco nos fijamos en la gente que lo ama o lo odia. Este fin de semana pude estar cerca de ambos polos. Qué piensan, en qué sueñan, por qué lo aman y por qué lo odian. Forman parte de los dos Estados Unidos que hoy están más divididos que nunca, pero que vale la pena hacer el esfuerzo en la parte que como ciudadanos nos corresponde hacer: en plena era digital, usar las redes sociales para comunicarnos de manera efectiva con nuestros vecinos del Norte.

Especialista en comunicación, gestión de gobierno, campañas políticas y opinión pública

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