Las grandes garras se asoman por debajo de las gruesas pieles que cubren todo su cuerpo. Su cabeza a veces es peluda, en otras está rapada. Pero siempre lucirá ese rostro de ojos irascibles, orejas puntiagudas y boca manchada de sangre. Con campanas, cadenas o palos que arrastra a su paso, produce un ruido estruendoso.

Se acerca la Navidad y, en la oscuridad del invierno, aparece por toda Austria el temido Krampus , una figura mitológica y demoníaca que desde el medievo ha causado pánico.

Es aterrador, a tal grado de que muchas guarderías han decidido no celebrar la temporada decembrina tomando en cuenta a este tradicional personaje.

En su origen se reunían grupos pequeños de personas disfrazadas de Krampus , que iban de puerta en puerta y entrando a cada casa para preguntar a los niños todo lo que habían hecho bien y mal, cuenta Hans Strobl, encargado por el Gobierno de Salzburgo para organizar los desfiles en los que participan estos monstruos. “Cada grupo tiene un Nikolaus (o San Nicolás , que algunos identifican como Santa Claus) , un portador de una canasta, un ángel y, entre dos a cuatro Krampus ”.

La leyenda cuenta que San Nicolás decide si el niño merece regalos —como manzanas o nueces— o si necesita una reprimenda del maligno personaje.

En los últimos años, en los grandes eventos que retoman esta costumbre suele haber incidentes violentos. Son desfiles no ordenados, donde los Krampus molestan a las personas, sobre todo mujeres.

La prensa local ha informado en los últimos años de varios casos con heridos en los que tuvo que intervenir la policía. “La posibilidad de que se produzcan delitos, amparados por el anonimato de los atacantes que llevan máscaras, ha llevado a las autoridades a imponer la obligatoriedad de que los participantes se inscriban en una lista oficial y lleven un número para identificarse”, explica Strobl.

Hay quienes opinan que la tradición está inmersa en un creciente proceso de comercialización que envuelve la leyenda original. Otros dicen que Krampus está amenazado con desaparecer porque cada vez hay más padres y maestros que no quieren que esa figura aparezca en la vida de los niños.

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