“Para la fue un golpe terrible porque la danza es social. Lo primero que se canceló fue la posibilidad de estar con más personas. No podíamos ensayar, no podíamos tomar clase. Lo que comenzamos a hacer, en realidad, fue entrar en los universos digitales de la videodanza e hicimos producciones por Zoom, que fueron muy interesantes y aprendimos muchísimo en esto que nos implicaba estar cada quien en su casa”, dice la bailarina y coreógrafa al referirse a lo que el confinamiento por la dejó en la danza mexicana. Particularmente, desde su proyecto Delfos Danza Contemporánea, del cual es codirectora con Víctor Manuel Ruíz.

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Otro de los grandes problemas fue que, al salir de la pandemia y regresar a la convivencia, aún se necesitaba convencer al público de regresar a loculytcs teatros, a los espacios públicos, a las clases de danza. Aún ha costado trabajo volver a la dinámica de salir a la calle e ir a los teatros, dice Lavista:

“Digamos que, primero las compañías volvieron a los ensayos; luego volvimos a ofrecer espectáculos para los teatros, pero ahora faltaba el trabajo de que los teatros lograran hacer venir a los públicos. Se perdieron apoyos también porque se cancelaron becas, se bajaron los presupuestos y es normal porque el presupuesto mayor del país se tenía que ir a la salud para atender un problema mayor, que afectaba a toda la comunidad. Eso redujo presupuestos que antes estaban destinados para el arte y la cultura. Fue una de las mayores tragedias; para nosotros como compañía, por lo menos, no se me ocurre otra tragedia de tal magnitud, de pérdida de trabajo, de pérdida de convivencia”.

El proyecto de Delfos, que ahora se encuentra inactivo por decisión de Lavista y Ruíz, alcanzó un punto límite en esos años, con un déficit económico terrible al no poder generar recursos extras y sin apoyos gubernamentales. Sin embargo, el caso de Delfos parece ser un denominador común: la crisis y la imposibilidad de cuantificar el daño en la danza mexicana, más allá de que una de sus pocas ventajas fue el auge de la videodanza.

Para Laura Rocha, bailarina, coreógrafa, maestra y directora de la compañía Barro Rojo Arte Escénico, la pandemia marcó un antes y un después en el mundo, un antes y un después con énfasis en las artes y el gremio de la danza.

“Pero no fue la excepción porque realmente veníamos padeciendo varias crisis, sobre todo en lo que corresponde al ámbito de los públicos; de alguna manera, la pandemia evidenció esto. Nos obligó a repensar la forma que teníamos para crear y, sobre todo, cómo teníamos que vivir la danza”, señala.

Una reflexión que sucedía mientras los teatros cerraban sus puertas, las salas de ensayo se encontraban vacías y la incertidumbre dominaba el ambiente. "En Barro Rojo nos dimos cuenta de esa resistencia y ese tesón por continuar. Nos enfrentamos al traslado de éste, nuestro quehacer artístico a los espacios virtuales. Obviamente era impresionante cómo se iban desdibujando las fronteras entre el cuerpo y la técnica, pero, sobre todo, la tecnología hizo que fuera abrumador porque lo escénico es presencial y en ese momento estábamos a través de una pantalla".

Otros colegas, cuenta perdieron sus ingresos, por completo, y fue necesario replantearse vías de trabajo solidaria entre el gremio dancístico: desde colectas hasta rifas para apoyar a quienes más lo necesitaban. Antes, los proyectos permitían tener una solidez económica momentánea. "Después de la pandemia fue aterrador encontrarse con que había que volver a tocar puertas ante nuevas circunstancias. Hubo compañías que desaparecieron y la danza, como comunidad, tuvo que reagruparse". Sin embargo, también considera que a cinco años de la pandemia, el gremio de la danza en México ha demostrado grandes signos de recuperación, aunque sigue enfrentando desafíos significativos: "Estamos ahí, saliendo avante".

Cecilia Lugo, fundadora de Contempodanza, explica que la pandemia les arrebató foros y les quitó la posibilidad de trabajar en conjunto la energía escénica: "La verdad es que nuestra escuela padeció mucho. La terminamos cerrando porque la quisimos soportar, becando a los alumnos que no tenían dinero para pagar. Le hicimos de mil maneras para que nuestra escuela continuara a través de clases por Zoom, donde todos, tanto alumnos como maestros y directivos hicimos un gran esfuerzo porque no cayera este trabajo tan grande. Hicimos muchas concesiones porque no había dinero y tuvimos que dar becas, pero nosotros no dejamos de pagar a los maestros. Entonces, al final, cuando un poco se fue restableciendo todo, después de la pandemia, la escuela ya no pudo soportarse y la terminamos cerrando. Fue algo que me dio mucha tristeza porque la escuela iba muy bien y era una opción independiente".

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Detalla que fue abierta en 2006, con un programa académico de cinco años y en un espacio en el que convergían tanto la propia escuela como la compañía Contempodanza. Aunque la escuela cerró en 2023, tras el confinamiento fue que no pudo reponerse. Un ejemplo de la solidaridad que hubo entre el gremio lo dio el Colegio de Coreógrafos de México. Su presidente desde 2016, Jesús Laredo, cuenta que en la pandemia se organizó una caja de préstamos para los artistas que no estaban percibiendo dinero. A través de una convocatoria, quienes tenían acceso a recursos podían aportar a esta caja de préstamos; mientras, quienes tenían dificultades económicas podían acceder a un préstamo o, en su caso, un donativo. El Colegio de Coreógrafos tenía alrededor de 50 mil pesos en su caja de préstamos, cifra a la que se le sumaron las aportaciones que hicieron 40 coreógrafos (fueron de los mil a los tres mil pesos). El colegio juntó 120 mil pesos con los que se apoyó a 32 personas que recibieron, en su mayoría, préstamos de cinco mil pesos.

Miguel Mancillas, de Antares, recuerda cómo se hicieron muchas sesiones de Zoom en vivo. Sostener al elenco de nueve bailarines descapitalizó a la compañía. En la actualidad, son cinco sus integrantes. A finales del año pasado, estima, se me empezó a marcar un acercamiento en los niveles de trabajo que había antes de la pandemia. Hubo un cambio, pero aún no se alcanzan los niveles del pasado, señala. En el confinamiento y los años inmediatos a su levantamiento, Mancillas estima que el porcentaje de públicos fue del 20 al 40 %. La asistencia alcanza hoy, quizá, el 60 %. Sin el apoyo de México en Escena hubiera sido difícil sobrevivir.

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