El presidente de Brasil, Michel Temer, se aferró ayer a su cargo en medio de crecientes presiones para que renuncie derivadas de un colosal escándalo que lo implica en hechos de corrupción que el Supremo Tribunal autorizó ya investigar.

Miles de brasileños salieron ayer a las calles en una decena de ciudades del país, al grito de “Fuera Temer”. En Río de Janeiro, manifestantes se enfrentaron con la policía, que empleó gases lacrimógenos para intentar dispersar a los manifestantes, que les respondió con piedras. Al menos una persona resultó herida, según imágenes del canal Globo News.

El Supremo Tribunal Federal (STF) brasileño convalidó ayer las delaciones premiadas de Joesley y Wesley Batista, dueños del gigante de la alimentación JBS, e hizo pública una grabación hecha secretamente de una conversación comprometedora con Temer. Ciertos tramos de esa charla desencadenaron una aguda crisis por dejar entrever que el mandatario aconsejó a Joesley mantener un pago de sobornos para comprar el silencio del ex presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, que purga una pena de 15 años de cárcel por corrupción en la extensa pesquisa denominada Lava Jato.

Las noticias hicieron que la Bolsa y la moneda de Brasil cayeran con fuerza y generaron dudas de que el Congreso apruebe medidas de austeridad de Temer, cuya situación se complicó luego de que el tribunal aprobara una investigación de las acusaciones en su contra, según una fuente con conocimiento directo de la decisión.

“No renunciaré. Repito. No renunciaré y exijo una esclarecimiento pleno de todo”, declaró Temer en un mensaje a la nación.

El mandatario admitió que se encontró con Joesley Batista —el 7 de marzo, según el diario O Globo— y que éste le contó que, por estar relacionado con la familia del ex parlamentario Cunha, “auxiliaba a su familia”. Pero aclaró: “No pedí que eso ocurriera. Y sólo me enteré de ese hecho en esa conversación, solicitada por el empresario”. “Repito y resalto: en ningún momento autoricé un pago a quienquiera que sea para que permanezca callado. No compré el silencio de nadie”, proclamó.

Por su parte, Joesley Batista pidió disculpas a los brasileños y reconoció que se realizaron “pagos indebidos a funcionarios”. “Nos equivocamos y pedimos disculpas”, señaló anoche en un comunicado.

Subrayó, sin embargo, que el “espíritu emprendedor” de la compañía, uno de los mayores exportadores mundiales de carne, se veía interrumpido por un “sistema brasileño que muchas veces crea dificultades para vender facilidades”.

Para la oposición, el único fin posible es la “renuncia inmediata” de Temer, una demanda suscrita ayer por parlamentarios de varios de los partidos de la base oficialista.

“Frente a la gravedad del escenario y con la responsabilidad de no dejar que Brasil se sumerja en lo imponderable, sólo nos resta la renuncia del presidente”, declaró el senador Ronaldo Caiado, del partido Demócrata, que integra la coalición de gobierno.

En ese misma dirección se pronunció el jefe del grupo del Partido Popular Socialista (PPS) en la Cámara Baja, Arnaldo Jordy, quien dijo sin ambages que el gobierno de Temer “acabó” y se “debe pactar una salida institucional”.

El escándalo impactó también al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), uno de los pilares del Gobierno y cuyo presidente, Aécio Neves, fue ayer blanco de un allanamiento, mientras el Supremo lo suspendía de su escaño, tras revelarse que aparece en una grabación pidiendo a Joesley Batista 700 mil dólares para pagar por su defensa en el caso Lava Jato. “Debido a las acciones promovidas contra mí y mi familia, quiero afirmar que a partir de ahora mi única prioridad será preparar mi defensa y probar lo absurdo de esas acusaciones”, dijo Neves en una nota.

El PSDB admitió que evalúa si seguirá junto a Temer, quien este jueves perdió a uno de los dos ministros que el partido tenía en el gobierno con la renuncia de Bruno Araújo, titular del despacho de Ciudades. Luego dimitió el ministro de Cultura, Roberto Freire. Fuentes políticas afirman que al menos otros siete de los 28 ministros de Temer pudieran renunciar en los próximos días, lo que reduciría sensiblemente la base parlamentaria en que se respalda el mandatario para llevar adelante sus polémicas y liberales reformas estructurales.

En el Congreso, entre miércoles y jueves fueron presentados tres pedidos de apertura de un proceso de destitución similares al que en agosto pasado desalojó a Rousseff y aupó a Temer al gobierno.

Según la Constitución, si Temer renuncia o es destituido, el Congreso deberá realizar una elección indirecta para escoger a quien completará el período que inició Rousseff en 2015, que concluye el 1 de enero de 2019.

Sin embargo, el propio Congreso podría aprobar una enmienda para convocar una elección directa este mismo año, un asunto sobre el que existen propuestas que ya tramitan en las cámaras.

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