El toreo de aroma andaluz del nacido en la Puebla con Aguanieve, protestado de salida hasta que las manos mágicas aparecieron.

Primero con la Chicuelinas y luego con las Verónicas y la Media, hicieron vibrar a los aficionados, cambiando las protestas por olés, y luego con la muleta eslabonó por las manos derecha e izquierda muletazos de altos vuelos, por la lentitud con la que transcurrían. El astado iba como embrujado, por las muñecas privilegiadas del torero.

Cuando ejecutó la suerte suprema con gran precisión, el público le coreó “ ¡Torero! ” Y para él fue un merecido trofeo, por destellos que iban como chispazos al gusto taurino del cónclave.

Los de Bernaldo de Quirós fueron como acostumbran, fijos, tardos, algunos faltos de fuerza, con fugaz codicia en las embestidas, que son de la preferencia de muchos, pero que adolecen la complejidad de la falta de mayor codicia en su estilo.

Joselito Adame, en su primero, logró un merecido trofeo y El Calita, a pesar de sus ganas de triunfar, se estrelló con la falta de fuelle de sus astados y tuvo el desdoro de escuchar los tres avisos en el último. Que la próxima sea su revancha, elementos tiene para lograrla.

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