¿Estamos por ver este domingo al mejor torero del momento?

Miguel Ángel Perera

nació en Puebla del Prior, Badajoz, el 27 de noviembre de 1983. Tomó la alternativa el 23 de julio de 2004 en el mismo Badajoz. Lleva siete salidas a hombros por la puerta grande de Madrid, contando la de novillero. Además, es el único que ha salido por esa puerta mágica dos veces seguidas en la misma temporada. En México, cortó rabo a un toro de Xajay la tarde que debutó.

Para la crítica española, realizó su mejor faena en Madrid , en la pasada Feria de Otoño. Para esa misma crítica —exigente como pocas—, es el mejor torero del momento, después de que Enrique Ponce y Julián López El Juli ya tienen un sitio inamovible, como un nicho, del que no bajarán. Perera, en cambio, ha tenido una transformación espectacular en su toreo, al grado de compararlo con figuras antológicas como Antoñete, como dice La Serna del periódico El Mundo. Estoy de acuerdo, Perera no es solamente un torero de culto sino, a mi entender, el mejor torero de España, lo que es decir del mundo, cuando vivimos un momento de grandes toreros por cierto. Roca Rey, por ejemplo, puede torear más corridas con un toreo para las grandes masas, pero no tiene la clase, el temple y la técnica de Perera. Además, esta temporada en España fue quien más toreó con sólo una corrida menos que El Juli.

Por eso le pregunto en una breve charla en Querétaro:

¿Fue esta la mejor temporada que ha tenido en su carrera?

Posiblemente, pero pienso que las anteriores han tenido tantos dolores y frustraciones como esta.

Después del lugar privilegiado que ya tienes, ¿por qué correr riesgos como esperar al toro a porta gayola o dar un péndulo de rodillas arriesgando el pecho, la espalda y la cara? Algo insólito, que hubiera sorprendido al propio Carlos Arruza que inventó el péndulo. Es que no lo pienso. Me gana el temperamento. Algo contra lo que no puedo ir. Vamos a decirlo así: me gana el corazón.

Eres uno de los toreros que más graves cornadas ha sufrido a últimas fechas . ¿Cuántas tienes?

Veintitantas. Pero, ¿para qué contarlas? Son parte de la profesión y hay que asumirlas y soportarlas, y, sobre todo, no enumerarlas.

¿En qué piensas cuando estás en el proceso de rehabilitación después de una cornada como la de Salamanca que te tuvo mes y medio en la cama?

Si pensara demasiado en la cornada durante esa rehabilitación no seguiría toreando. Tengo que superarla desde el principio y poner mi mente, ya, en la reaparición.

¿Qué tipo de toro prefieres?

El que se arranca desde lejos. Esto ha sido un condicionante muy importante en mi carrera y que me ha llevado a ser un torero de Madrid.

Por algo te comparan con el gran Antoñete, quien nunca fue un torero regular ni de masas, pero sí una figura para quienes saben catar —como al buen vino— , el toreo grande.

Es un comentario que me enorgullece, pero prefiero no pensar demasiado en él y seguir luchando por torear mejor cada día.

¿Qué significa para ti México?

Una asignatura pendiente, porque cuajar un toro en México, como los que he cuajado en Madrid, es un gran sueño. Además, me gustaría hacer una temporada larga en la provincia mexicana.

Influencias…

De niño, Joselín de Ubrique. De joven, Paco Ojeda. Ya más grande, tengo una clara influencia de José Tomás, a quien en este momento admiro más que a nadie.

Además de torear, ¿qué te apasiona?

Estar con mi mujer y mi hija, y vivir en el campo. El campo es mi vida. No me concibo en otro sitio.

Cuando la cornada casi mortal al peón de Ponce, Mariano de la Viña, el sexto toro también te pegó una cornada grande, pero en la enfermería no dejaste que te atendieran hasta que acabaran de operar a Mariano...

Mi cornada no era mortal y la de él sí. No te miento si te digo que en esos casos no te importa tu propio dolor, sino el de tu compañero. Es algo maravilloso que se aprende en esta profesión.

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