Al amanecer del sexto día de los enviados de EL UNIVERSAL a la hacienda de Francisco Villa , el almuerzo con el general transcurrió sin ninguna “platicada” de importancia, a juicio del reportero Regino Hernández Llergo , pero al terminar los alimentos dieron un paseo por los campos locales, cuyo cultivo supervisaba el guerrillero de Durango.

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Regino comentó que el general no dudaba en tomar una rama del suelo para corretear a los jóvenes pollos que criaban en la hacienda, con tal de facilitar que sus tres huéspedes vieran el buen estado de las aves.

Más adelante, Villa escarbó el suelo bajo una planta con sus manos, hasta que fue posible ver “una hermosa papa”, en palabras de Hernández Llergo. No conforme con señalarles toda la superficie sembrada de papas, continuó con una explicación de la forma de trabajar y cuidar esos cultivos.

Fue Emilia “la vengadora de agravios” la primera en responder a la explicación, sin disimular su sorpresa: “¡Entonces no es tan fácil cultivarla, general!”.

“No es muy fácil, señorita, pero lo más difícil de cultivar es el cacahuate. Hay que regarlo mucho, desde que comienza a nacer, desyerbarlo varias veces, y tener mucho cuidado con él, para que no se pierda”, agregó Villa.

La química entre Emilia y Pancho Villa fluyó tan bien que en esa hora, el caudillo les dio “una verdadera conferencia” sobre la producción y rendimientos del cacahuate, todo a petición de “la aventurera”, según relató Regino.

Esto dio pie a las reflexiones de Villa sobre la agricultura: “¡Ah, señor! La agricultura es muy bonita. La agricultura es la vida de muchos pueblos, y en México la tenemos abandonada… Mi raza debería preocuparse más por esta clase de trabajos.”

El general Villa consideraba una prioridad a la agricultura y la cultura. En su casa mostró una pequeña biblioteca donde tenía interesantes títulos. De la agricultura, baste decir que todo lo que se consumía en la Hacienda era cultivado por ellos. Aquí un fragmento de una plana de este diario donde se observa a Villa con Llergo y Sosa a caballo. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
El general Villa consideraba una prioridad a la agricultura y la cultura. En su casa mostró una pequeña biblioteca donde tenía interesantes títulos. De la agricultura, baste decir que todo lo que se consumía en la Hacienda era cultivado por ellos. Aquí un fragmento de una plana de este diario donde se observa a Villa con Llergo y Sosa a caballo. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

El caudillo apuntó que la tierra es la que produce insumos esenciales para el país, como el maíz, el frijol, el trigo o la papa. Por estas cualidades del trabajo de la tierra es que afirmó “Yo soy agricultor, buen agricultor, conozco los secretos de la agricultura y sé que es la salvación de los pueblos.”

Quizá en ciertos contextos, en círculos privilegiados, declaraciones así tendrían poco peso o atención. Sin embargo, hay que recordar que la Revolución arrancó en México precisamente por cuestiones como la explotación agraria de grandes dimensiones que beneficiaba a minorías de élite, en perjuicio económico y alimenticio de la población.

La biblioteca personal de Pancho Villa

Villa aprovechó la plática de sus conocimientos de agricultura para comentarle orgulloso a Regino: “Yo sé de todo, señor. Lo único que me faltó fue cultura. Pero todas las noches, desde que estoy en Canutillo, estudio unas cuantas horas”.

Hernández Llergo mencionó que, como esperando sorprenderlo, agregó “allá, en mi sala, tengo mi biblioteca”. El reportero respondió “Hace usted muy bien, general”.

Satisfecho, Villa lo invitó: “¡Venga pa que se la enseñe!”. Salieron de la huerta en que se encontraban y al llegar a la sala Regino vio que en efecto, se trataba de un pequeño espacio adecuado para actividades de lectura y estudio, con “un elegante librero lleno de numerosas obras interesantes”.

A la izquierda de este fragmento de plana se observa un mueble donde el general Francisco Villa tenía varios títulos que resultaron interesantes para el reportero enviado por este dario Regino Hernández Llergo, desde enciclopedias, Pedagogía y Geografía hasta libros de cocina e inglés. "Ya ve que Francisco Villa estudia", dijo el caudillo al redactor. Hemeroteca EL UNIVERSAL.
A la izquierda de este fragmento de plana se observa un mueble donde el general Francisco Villa tenía varios títulos que resultaron interesantes para el reportero enviado por este dario Regino Hernández Llergo, desde enciclopedias, Pedagogía y Geografía hasta libros de cocina e inglés. "Ya ve que Francisco Villa estudia", dijo el caudillo al redactor. Hemeroteca EL UNIVERSAL.

Conforme el enviado de este diario leía los títulos, el guerrillero hacía breves comentarios. “ El tesoro de la juventud. ..”, empezó Regino. “¡Ah! Eso estoy leyendo ahora, ¡qué bonita obra! Ahí está la evolución del mundo, amigo”, mencionó Villa al instante.

Sería difícil no estar de acuerdo en ese punto, pues El tesoro de la juventud es una enciclopedia para niños y jóvenes que hasta la fecha algunos nostálgicos valoran por el estilo de sus ilustraciones, por los expertos que participaron en su edición y por la información que contiene, muy completa para estándares de educación básica y secundaria del siglo XIX.

De acuerdo con el sitio web de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY), Doroteo Arango tendría unos 32 años cuando aprendió a leer y escribir, y desarrolló cierto interés por los libros. La web afirma que un año después, por las fechas de su asesinato, Villa se encontraba leyendo el tomo 7 de 14 que integran la serie.

La enciclopedia El tesoro de la juventud ha sido de gran utilidad para varias generaciones de educación básica y secundaria. Crédito: Especial.
La enciclopedia El tesoro de la juventud ha sido de gran utilidad para varias generaciones de educación básica y secundaria. Crédito: Especial.


Varias han sido las reediciones de esta famosa obra solicitada por sus contenidos y valorada también por sus ilustraciones. Aquí un antiguo anuncio. Crédito: Especial.
Varias han sido las reediciones de esta famosa obra solicitada por sus contenidos y valorada también por sus ilustraciones. Aquí un antiguo anuncio. Crédito: Especial.

En aquella colección también había un ejemplar de El cocinero moderno , que Pancho Villa sonriente comentó que pertenecía a su esposa “Betita”.

Otras obras que llamaron la atención de nuestro reportero fueron Las maravillas del año 2000 ¸ del italiano Emilio Salgari, en la que los protagonistas toman una poción para dormir cien años y así conocer el tercer milenio; Pedagogía de Rébsamen, uno de los educadores más influyentes en el sistema educativo mexicano; Geografía de Schultz, geógrafo de origen alemán que llegó a ser rector de la UNAM.

Incluso, a pesar de la antipatía que Villa sentía hacia Estados Unidos, contaba con un ejemplar del Primer curso de inglés. Berlitz . Por supuesto, a la vez contaba con una Gramática castellana de Rafael Ángel de la Peña, diplomático y filólogo mexicano que trabajó como profesor decano de la Preparatoria Nacional y que fue miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua.

Al terminar Regino, externó que los libros le resultaban muy interesantes, y Villa concluyó con la frase “Sí, amigo. Ya ve usted que Francisco Villa estudia”.

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Fuentes

  • Hemeroteca EL UNIVERSAL.
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