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Después de un largo periodo, vuelvo a la que por mucho tiempo fue mi casa: las páginas de EL UNIVERSAL. Me siento profundamente agradecido por esta oportunidad de expresar, en un momento en que la información, los comentarios, las verdades a medias y las opiniones con intención de desorientar se enseñorean en el panorama nacional.
Hace más de diez años dejé estas páginas, a diferencia del pródigo bíblico no fue por voluntad propia, pero esta nueva oportunidad de intercambiar puntos de vista me reanima y emociona.
En este tiempo han pasado muchas cosas en el mundo, en el país y, evidentemente, a nivel personal. Sin embargo, en medio de este devenir hay circunstancias, como diría Ortega, que son permanentes, parte de la esencia de uno mismo.
Uno de los pilares de la vida nacional y por supuesto personal mío es la Universidad; la Universidad en general, pero sobre todo la Universidad Nacional Autónoma de México. Desde 1551 que aparece como Real y posteriormente con sus diversos calificativos y denominaciones: Pontificia, Nacional, Imperial, Nacional y Autónoma, ha cumplido siempre con su misión.
Una de las mentes más brillantes y sólidas del siglo XX mexicano, Eduardo García Máynez, uno de los pocos, sino el único que obtuvo dos rangos de emérito, en las áreas de filosofía y de derecho, estableció en el proyecto que se convertiría en Ley Orgánica que la misión de la Universidad es formar profesionistas a través de la enseñanza, crear nuevos conocimientos a través de la investigación y hacer que los beneficios de la cultura llegaran a los más amplios niveles de la población. Sin embargo, hay un cuarto objetivo tan importante como los anteriores, o quizás más si esto es posible, que es el ser y haber sido la conciencia crítica de la Nación Mexicana.
A través de los más de 400 años de su existencia, una vida rica, atormentada, difícil y muchas veces dolorosa, como la de la nación misma, siempre firme y al lado de ella para buscar y encontrar los mejores caminos por los que puedan transitar los mexicanos.
Este año es particularmente importante; termina el periodo de un rector y hay que elegir al universitario que dirija los destinos de nuestra casa.
Con la estructura ideada por García Máynez de cuatro poderes universitarios: Rector, Junta de Gobierno, Consejo y Patronato universitarios a la cabeza de la comunidad universitaria, y con respeto absoluto a la opinión de esta, participarán en la consulta llevada a cabo por la Junta de Gobierno, cuya misión es escuchar y tomar en cuenta la opinión de los universitarios, sin caer en los mecanismos de política práctica que ensucian los procesos que no se justifican en un ambiente académico. Evidentemente, el tema central es la figura del Rector.
Más que el nombre de los posibles candidatos es necesario analizar qué cualidades debe tener el elegido.